En una nota anterior Nicolás Cachanosky estimó, en un escenario optimista, que para el período abril-diciembre de este año, quedaría por financiar un déficit fiscal del orden de los $ 256.000 millones, déficit que si se financia con emisión monetaria, implicaría incrementar la base monetaria entre marzo y diciembre un 74%.

Yo hice otro ejercicio, que me dio un poco mejor pero tan dramático como el de Nicolás Cachanosky. Este otro ejercicio permite confirmar la nota de Nicolás está perfectamente encaminada.

En el primer trimestre de este año, los ingresos totales del sector público nacional, sin incluir la contabilidad creativa (utilidades ficticias del BCRA, ANSES, etc.) crecieron, en promedio, el 35% interanual, mientras que los gastos totales aumentaron a un ritmo del 43% anual. En el primer trimestre de este año, el déficit fiscal sumó $ 33.000 millones en números redondos.

Si uno mira la recaudación tributaria desde enero del 2011 hasta mayo de este año en valores constantes, observa claramente que se encuentra estancada y con tendencia a la baja desde mediados del año pasado. Se mueve entre un piso de $ 90.000 millones y un techo de $ 100.000 millones, techos que se explican por estacionalidad. Pero supongamos que en lo que resta del año tanto los ingresos como los gastos crecen al mismo ritmo que en el primer trimestre, un supuesto demasiado fuerte por la recesión que se acentúa y el despilfarro de aumento de gasto público que viene anunciando el gobierno con más planes sociales, construcción de viviendas, etc.

Bajo ese escenario, el año terminaría con un déficit fiscal de $ 233.000 millones, es decir, se le restamos los $ 33.000 millones del primer trimestre, entre abril y diciembre habría que financiar un déficit fiscal del orden de los $ 200.000 millones. Si es déficit se financia con emisión monetaria, el aumento de la misma en el período en los últimos 9 meses del año sería del 57% y el total de aumento de la base monetaria para financiar el déficit fiscal en todo el 2014 implicaría un incremento de la base del orden del 62%.

Las diferencias con las estimaciones de Nicolás Cachanosky se deben a distintos supuestos, pero en ambos casos estamos en escenarios que hacen suponer que difícilmente tengamos una desaceleración de la inflación como pronostican algunos colegas. Por supuesto que puede ser que en algún mes la tasa de inflación sea menor a la del mes anterior, pero lo que uno puede prever es que la tendencia inflacionaria será al alza, dado el nivel de gasto público que hoy es infinanciable a pesar de la insoportable carga tributaria que tiene que soportar la población que trabaja en blanco. Para colmo, a pesar de estar en una situación fiscal sumamente delicada, lejos está el gobierno de tomar la decisión de controlar el gasto.

Como decía antes, CFK no hace más que anunciar más gasto público y Kicillof denuncia a los que decimos que hay que bajar el gasto como una especie de salvajes que queremos que no haya inclusión social. En rigor, es la política k la que excluye a la gente del sistema porque en vez de crear las condiciones institucionales y económicas para que tengan trabajo, las mantienen con planes que las excluyen como seres humanos dignos que viven del fruto de su trabajo. Es más, esta política económica, con su fenomenal déficit fiscal y emisión monetaria, genera más exclusión porque la inflación va dejando un tendal de pobres en el camino. En todo caso, no hay nada más excluyente que la política económica k por la pobreza que genera. Y me animaría a decir que el mayor deseo del kirchnerismo no es disminuir la pobreza, sino llevar a la clase media hacia la pobreza. Igualar a todos hacia abajo.

Pero volviendo al tema estrictamente económico, la otra opción que tiene el BCRA es absorber todo esa montaña de dinero emitida colocando letras y pagando el costo de tener un gigantesco endeudamiento de largo plazo. Claro que si coloca más deuda va a pasar de una recesión a una depresión económica que le hará caer más la recaudación tributaria, agrandando el déficit fiscal y forzándolo a emitir más de lo estimado en esta nota, lo que implicaría forzar más endeudamiento interno y volver a una especie de gasto cuasifiscal que condujo a la hiperinflación de 1989.

Partiendo de la base que el gobierno le tiene alergia a bajar el gasto público porque es la base de su populismo, lo que uno puede prever para lo que resta del año es un déficit fiscal mayor y una inflación creciente con recesión.

Por eso no concuerdo con algunos colegas que afirman que la recesión va a frenar un poco la inflación. En la medida que el tesoro siga agrandando el bache fiscal y tomando más medidas que entorpecen la actividad del sector privado, perfectamente podemos tener recesión con inflación. La inflación puede acelerar la fuga del peso incrementando la tasa de inflación y la actividad económica no tiene salida con el consumo cayendo por más desocupación, el tipo de cambio real frenando las exportaciones y las inversiones brillando por su ausencia.

En síntesis, el segundo semestre del año lo veo como una orgía inflacionaria y recesiva.

Fuente: Economía para Todos