El informe del Grupo de trabajo I del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) advirtió, en septiembre pasado y tras sus estudios, que el calentamiento global es inequívoco. La atmósfera y el océano se han calentado, la nieve y el hielo han disminuido, el nivel del mar ha subido y las concentraciones de gases invernadero han aumentado. Estas concentraciones marcan los niveles más altos de los últimos 800.000 años. La influencia humana sobre el cambio climático ha sido confirmada. Si continúan las emisiones de gases invernadero, seguirán aumentando la temperatura y los cambios en el clima.
El año pasado, la revista The Economist informaba: "El observatorio de Mauna Loa, Hawaii, registró el 4 de mayo de 2013 una concentración de 400 partes por millón (ppm) de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera. Mauna Loa lleva registros de CO2 desde 1958, año en el cual el registro era de apenas 315 ppm. Inicialmente, los aumentos promedios anuales eran de 0,7 ppm. En la actualidad, la acumulación anual de CO2 trepó a 2,1 ppm por año (el triple). Al ritmo actual de crecimiento registrado de CO2, se llegaría al valor crítico de 450 ppm en 2037".
Nada de esto debe sorprendernos. En los últimos meses, se han conocido tres importantes informes presentados por grupos científicos convocados por las Naciones Unidas. Estos informes no pueden ni deben ser ignorados ni por la sociedad ni por los políticos con poder de decisión en el ámbito nacional, pero tampoco en la arena global, donde, lamentablemente, no se registran avances en las negociaciones para un nuevo acuerdo que ocupe la vacante que dejó el fenecido Protocolo de Kyoto.
En marzo, el Grupo de trabajo II del IPCC nos alertaba: en las décadas recientes, el cambio climático ha tenido impacto en la naturaleza en todos los continentes, así como en los océanos. En muchas regiones, la disminución de la nieve y el hielo están alterando los sistemas hídricos, afectando así la calidad y cantidad del agua. Olas de calor, sequías, inundaciones, ciclones revelan ahora la vulnerabilidad de muchos ecosistemas frente a la actual variabilidad climática. Los impactos negativos del cambio climático han sido mayores que los positivos sobre los rendimientos agrícolas.
Por su parte, el Grupo de trabajo III difundía en abril estas conclusiones: las emisiones aumentaron al 2,2% anual entre 2000 y 2010, comparado con apenas 0,4 de crecimiento anual entre 1970 y 2000. La mitad de las emisiones acumuladas desde 1750 han ocurrido en los últimos 40 años. Para no cruzar el límite de 450 ppm de emisiones de CO2 a fin de no tener un aumento de temperatura de 2°C, habría que reducir las emisiones en 2050 entre un 40 y un 70% respecto del nivel existente en 2010. Los combustibles fósiles contribuyeron con el 78% del incremento de emisiones de CO2 entre 1970 y 2010. Demorar los esfuerzos de mitigación hará muy difícil respetar la meta de un aumento máximo de 2°C.
Estos tres informes son claros y no pueden ser ignorados; también debemos destacar las conclusiones difundidas a fines de febrero por dos entidades de gran solvencia científica, la UK Royal Society y la US National Academy of Sciences. En un documento conjunto, estas dos entidades académicas presentan las siguientes preguntas, con sus respuestas. ¿Está aumentando la temperatura en el planeta? Sí. Gran parte del aumento ocurrió desde 1970. ¿Cómo saben los científicos que el cambio climático está siendo causado por la humanidad? Por la aplicación de los principios básicos de la física. ¿Por qué son importantes las emisiones de CO2 causadas por la humanidad? Por la masiva utilización de combustibles fósiles y la deforestación. ¿La actual concentración de CO2 en la atmósfera tiene algún precedente histórico? Es la más alta del ultimo millón de años. Hubo niveles superiores en el muy distante pasado (varios millones de años atrás). ¿El cambio climático aumenta la intensidad y frecuencia de las inundaciones, sequías, huracanes y tornados? Sí. ¿Está aumentando el nivel del mar? Sí. Desde 1901 aumentó 20 cm. ¿El aumento previsto en la temperatura preocupa a los científicos? Sí, porque tendrá un "serio impacto sobre la humanidad y la naturaleza".
Si no se reducen las emisiones contaminantes asociadas con los combustibles fósiles, también habrá impactos negativos en sistemas y regiones de nuestro país. El profesor Vicente Barros, de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, ya nos advirtió en 2012 sobre los siguientes riesgos: aumento generalizado de las precipitaciones al este de los Andes, mayor frecuencia de precipitaciones intensas. Cambios hidrológicos en la Cuenca del Plata, mayores caudales y más inundaciones. En la Cordillera (Cuyo y Patagonia), menos precipitaciones y más temperatura, menos caudales, menos energía, recesión de los glaciares.
Las negociaciones internacionales no registran ningún avance significativo desde la reunión de Copenhague en 2009, lo cual es muy grave porque el Protocolo de Kyoto venció en 2012 y las emisiones siguen creciendo año tras año. Con realismo, el Departamento de Energía de los Estados Unidos estima que las emisiones contaminantes crecerán globalmente un 40% en los próximos 25 años, a pesar de las numerosas declaraciones de mero valor retórico que nos hablan de reducciones futuras. El caso es que los dos principales países contaminadores (China, con la cuarta parte de las emisiones totales, y Estados Unidos, con la sexta) siguen sin asumir compromisos concretos de reducción de sus emisiones. Es evidente que sin un acuerdo básico entre la primera y la segunda economía mundial no hay ninguna posibilidad de disminuir estas emisiones a nivel global, pero este acuerdo bilateral es esencial para poder definir un compromiso entre todas las naciones. La encíclica Caritas in veritate decía: "Para garantizar la salvaguardia del ambiente, urge la presencia de una verdadera autoridad política mundial? Dicha autoridad deberá estar reconocida por todos, gozar de poder efectivo".
Es cierto que los líderes políticos de Europa, China, Rusia, Japón y Estados Unidos están hoy abrumados por una difícil agenda. Pero esto no es excusa para no preservar el futuro de las generaciones que habitarán esta Tierra que es de todos, también de quienes la poblarán en el futuro. Nosotros hemos recibido la Tierra en préstamo de nuestros descendientes. No los defraudemos.
El autor es miembro de la Academia Argentina de Ciencias del Ambiente