En Olavarría, uno de los partidos con mayor rodeo bovino de la provincia de Buenos Aires, hay cada vez más animales: la segunda campaña de vacunación de 2013 computó 764.612 cabezas, un crecimiento de 24.328 animales o del 3,28% versus la segunda campaña de vacunación de 2012. El partido aún está abajo del stock de 833.782 animales de 2004, pero viene recuperándose tras caer.

Los productores de la zona, donde el 85% de ellos realiza la cría en campos que son típicos de la cuenca del Salado, están buscando la vuelta al negocio para intensificarlo. Algunos incorporando más pasturas, cosechando más pasto, con mayor aprovechamiento de los recursos existentes o suplementando y hasta produciendo el alimento, los que lo pueden hacer con agricultura, para terminar en encierres sus propios animales.

Pero en el escenario asoman limitantes a la actividad. Y a la limitante de la menguante rentabilidad de los últimos años y a un negocio planchado por la intervención del Gobierno se agrega otro punto que gravita cada vez más y que aquí consideran un condicionante para el futuro: no abunda el personal para trabajar a campo, ya sea por cuestiones de capacitación, desarraigo, infraestructura, culturales y hasta por la inseguridad.

En el contexto de LA NACION Ganadera, la muestra realizada con la colaboración de Hereford, Limousin, Limangus y Shorthorn que finaliza mañana en la Sociedad Rural local, LA NACION habló con productores de Olavarría, que se detuvieron a analizar la problemática del personal.

"Las limitantes no son técnicas, aunque hay técnicas que el productor aún no incorporó y son de bajo costo. Las limitantes son de rentabilidad, costos y una presión impositiva significativa. Pero, además, el personal es escaso. Cada vez menos gente va a trabajar al campo", expresó Mario Carpi, que maneja un campo neto de cría, con 1850 cabezas de existencia.

Carpi cree que la cuestión del personal hoy es "un tema bastante complejo", que roza lo social.

"No creo que sea una cuestión de plata, pues los sueldos del campo en general no son malos y, además, se le agrega el aporte de comida, casa, herramientas de trabajo, etcétera. Pasa por lo social. Trabajar en el campo implica una forma de vida que no cualquiera está dispuesto a llevar a cabo. Le tiene que gustar vivir distanciado de la ciudad y trabajar a la intemperie. Es un trabajo que requiere cierta capacitación que históricamente se adquiría a la par de los padres o por vivir en el ámbito rural", dijo.

"Esa población se ha reducido y la falta de posibilidades de escolarización ha llevado a las familias al pueblo. Volver es más difícil o les resulta mejor trabajar por menor plata en el pueblo y tener mejor acceso a los amigos y a la diversión, a otro tipo de vida", opinó.

Para Gabriel Portarrieu, que trabaja 1000 vientres, la disponibilidad de infraestructura y servicios es una de las cosas que obstaculiza. Precisamente, a él mismo le pasó algo llamativo. Cuando perdió un trabajador y tuvo que buscar otro, uno de los posibles reemplazantes lo primero que quiso conocer, antes que el sueldo, fue si había luz eléctrica e Internet en el campo.

"Me pasó hace unos meses. Lo primero que me preguntó, antes que por lo que iba a cobrar, fue si tenía luz eléctrica e Internet. En Olavarría hay más de 2000 productores y sólo 500 tienen luz de red en el campo. Yo estoy entre esos 500, pero la falta de electricidad es una de las cosas que complican asegurarse de gente", contó Portarrieu.

"Ese empleado, además de vivir en un medio mayormente sin luz eléctrica de red, debe vivir sin señal de celular, sin caminos confiables, sin la posibilidad de recibir asistencia médica de urgencia y sin poder arrimar a sus hijos al colegio después de las lluvias", agregó.

Para este productor, otro elemento que influye viene por el lado de los planes sociales. "Hay gente que te dice que si lo llevás al campo que sea sólo en negro, porque si va en blanco pierde el plan, pero yo en negro no lo quiero tener porque por cualquier accidente que pase después tenés un problema mayor", explicó.

Problema compartido

Aníbal Gasteneguy, un productor que maneja 600 vacas de cría, más la recría y el engorde, pone en el reglón de las limitantes la cuestión del personal. Y advierte que en unos años puede ser un problema serio. "No hay mucho personal que quiera ir, porque puede estar más cómodo en el pueblo que en el campo. Y no está todavía la infraestructura para tener electrificación rural y caminos", apuntó.

En uno de los establecimientos que maneja, Gasteneguy tiene motores para generar luz.

Este productor dice que trata de que el personal que trabaja se sienta motivado y que vea que progresa. Además del sueldo, un peón que tiene engorda sus novillos en el mismo campo y tiene sus propios terneros. El mismo productor ayudó a este empleado a cambiar el techo de una casa en el pueblo.

Para Pablo Lohidoy, que maneja poco más de 1000 vientres, que, sumadas la recría e invernada, totalizan algo más de 2000 animales, hoy es difícil encontrar un empleado que sepa realizar diversas actividades. "Es complicado conseguir una persona completa que pueda hacer un poco de todo. Uno tiene que estar muy encima de todo y priorizar que sea buena persona, aunque a veces haya que hacer la vista gorda en muchas cosas", relató.

Para estimularlo, a uno de los empleados Lohidoy le compró hace unos años una camioneta.

Según este productor, a campo se están dando situaciones insólitas. "Hay casos en que no se consigue personal que se quiera subir a un caballo; prefieren un cuatriciclo. Y hay quienes no se quieren subir a un tractor", contó.

Este productor remarca que los inconvenientes vienen también por la falta de infraestructura. "No puede ser que si llueve y tiene que salir con los hijos del campo el personal no lo pueda hacer porque no están las condiciones de caminos", destacó.

Hay otro elemento: la inseguridad. Cada vez más, según los productores, los hechos delictivos que suelen afectar a las zonas rurales atemorizan a las familias y esposas de quienes podrían estar dispuestos a trabajar y vivir en el campo.

Un pequeño productor que se capacita

Ex empleado bancario jubilado, Rubén Silva es un pequeño productor de Olavarría que le arrendó a su padre 200 hectáreas y maneja allí 163 vacas de cría. Un hijo suyo lo ayuda con las tareas de campo. No tiene las dificultades de otros ganaderos para conseguir personal. Sin embargo, Silva tiene necesidades de conocimiento. Por ello, el año pasado se incorporó al Programa de Fortalecimiento Ganadero de Olavarría, un plan que surgió del consenso entre diferentes entidades, entre ellas la Sociedad Rural local y el Municipio. "Necesitaba asesoramiento en el manejo de pasturas y entré al programa. Uno tiene un campo chico y no se puede equivocar. Mejoré en el manejo de pasturas, en el apotreramiento y en la sanidad", expresó Silva. El productor señaló que se vincula con tres profesionales del programa ganadero local. Su objetivo es tratar de producir una mayor cantidad de terneros en el menor tiempo posible. "Antes trabajaba de otra manera, con un menor conocimiento de la actividad", indicó.

Entre otras cosas, el programa ganadero brinda capacitación técnica, proyectos de saneamiento de rodeos y tutorías para la selección de personal. En Olavarría, el 60% de los productores posee hasta 500 vacas.