En el tono de larguísimas despedidas para cerrar un mandato, mantener el relato de los logros y soñar con un regreso "a lo Bachelet" en 2019, la presidenta Cristina Kirchner hizo ayer una serie de anuncios , nada sorpresivos, que apuntan a mantener la tropa alineada, la actividad económica lejos de una caída brutal y el clima social lo más tranquilo posible.

La refinanciación de las deudas de 17 provincias apunta a inyectar recursos a cajas comprometidas por los aumentos salariales en la policía y los docentes. Pero con las cifras del Tesoro muy comprometidas por el déficit fiscal propio, la respuesta es sencilla: Cristina promete compartir "la maquinita". A cambio, pedirá, como hasta ahora, información trimestral para evitar que alguien quiera armar un proyecto político díscolo.

Algo parecido ocurre con el plan Fondear. Para los que no saquen los pies del plato, habrá financiación para inversiones empresariales, presumiblemente entre amigos, con dinero de la Anses. Y las promesas de devolución de retenciones del trigo pretenden incrementar la siembra y asegurar una mayor entrada de divisas sobre el último trimestre, que se prevé muy complicado.

Todo el conjunto tiene el aspecto de "un plancito reactivador" que permita mantener viva la idea de una transición ordenada hacia una administración que pueda ser vista como una continuidad de los éxitos que la Presidenta se atribuye al comparar con el catastrófico 2003.

La preocupación por las finanzas provinciales es muy razonable, sobre todo por los incrementos de gastos que tuvieron que asumirse luego de violentas rebeliones policiales y una larguísima huelga docente. Con gastos primarios (sin contar pagos de deudas) creciendo al 60%, el ajuste más sencillo para los gobernadores es detener la obra pública. Pero el efecto recesivo y en el desempleo no tarda en sentirse, para colmo entre sectores muy vulnerables.

En su intento de instalar una suerte de credo kirchnerista que acompañe la transición e instale la esperanza del regreso, la Presidenta también intentó desbaratar ideas de la oposición. Y allí cometió errores garrafales, como creer que la única condicionante de la producción de cereales y oleaginosas es la retención que se les aplica sobre las exportaciones, como si los precios internacionales no tuvieran nada que ver. Y desde ese punto, sólo comprensible si se quiere demonizar al sector acusándolo de "no querer contribuir", alentó a rechazar a los que le proponen la baja de impuestos con el temor de que terminarán produciendo menos.

A las provincias les prometió, por las refinanciaciones, un alivio de 1000 millones de pesos en los pagos que deberían hacer a la Nación. Pero habrá que ver si es suficiente, porque no son pocos los economistas que calculan faltantes de $ 3000 millones. La devaluación de enero y las sospechas sobre una nueva depreciación quitaron la posibilidad a los gobernadores de financiarse con bonos ligados al dólar, ahora caros y riesgosos. El camino está lejos de estar despejado, y falta en el cálculo el único tema económico que la Presidenta sigue sin mencionar: la inflación, que estos anuncios, en buena medida, parecen encaminados a incrementar. La única idea es seguir con los "precios cuidados". También como otra de las expresiones de militancia y suerte de evangelización de los que aún no adhieren al "proyecto", que reclamó en varias oportunidades.

No sólo los grandes comercializadores cayeron en la picota presidencial. También los bancos, a quienes acusó de no querer prestar para emprendimientos productivos y de querer hacerlo sólo para consumo, porque les resulta, según ella, más rentable. Y justificó en ello la utilización del plan Fondear para continuar canalizando créditos del Bicentenario desde la Anses.

En todo el discurso pareció evidente la preocupación por mantener el nivel de actividad y el empleo. Los analistas calculan que pasada cierta "calma chicha" o "veranito", que duraría hasta el final del tercer trimestre, las cosas podrían complicarse. Sin un plan contra la inflación y sin fuentes de financiamiento en los anuncios de ayer, no está claro cómo evitarlo.