Parece creer ahora que si la afluencia de dólares es mayor que la salida logrará contener su precio. Pero comete, entre muchos errores, el de pensar que con una sola variable se pueden contener todas las demás. Que con un dólar estabilizado, sobre la base de la entrada de capitales por llegada de nueva deuda, se puede controlar la inflación y mantener el nivel de actividad económica.

No es una idea novedosa. Es curioso que los supuestos heterodoxos y revolucionarios de Axel Kicillof adopten medidas parecidas a las de José Alfredo Martínez de Hoz.

Algo similar hizo el kirchnerismo hasta hace poco. Mantuvo un dólar congelado, que creó una sobrevaluación cambiaria fenomenal, y obligó luego a la última devaluación. Ese dólar congelado no logró, sin embargo, controlar la inflación.

Guillermo Moreno, el inefable secretario de Comercio Interior que hoy "milita" en la embajada argentina en Italia, creía que controlando a los operadores económicos podía gobernar las variables. Kicillof cree lo mismo, pero con planillas de Excel, en lugar de a los gritos y empujones.

El equipo económico ha dado señales claras. No quiere reducir el déficit fiscal, que está aumentando, aunque reduzca subsidios a las tarifas y no pague el así llamado cupón PBI de la deuda. Quiere, eso sí, volver a los mercados para conseguir dólares de deuda.

Uno por uno caen los pilares en que el kirchnerismo se basó en los primeros años: equilibrio fiscal (gracias al default), prudencia monetaria y superávit comercial.

El Gobierno confía en que la cosecha agrícola que está en marcha aportará también una buena cantidad de divisas. El economista Luis Secco señala algunos problemas. La cosecha viene lenta, en parte por las lluvias. Pero además calcula que los atrasos en los pagos de importaciones rondan los 3000 millones de dólares, que habrá que saldar. Así y todo cree que habrá buen ingreso de dólares y que el problema será administrar la abundancia de pesos. Es decir, no volver a las causas que fogonearon la inflación y la devaluación en los años previos.

¿Sueña Cristina Kirchner con volver al marco de gasto altísimo, déficit creciente y dólar barato en medio del cual logró el 54% de los votos? ¿Un escenario de "plata dulce" es visto como más propicio para instalar una sucesión? Todo indica que sí.

Los problemas no son pocos. En primer lugar, algunas de las medidas adoptadas hasta ahora desde la llegada a la primera línea de la administración de Kicillof y Jorge Capitanich en la Jefatura de Gabinete han causado daños visibles.

La caída de la producción y venta de automotores es uno de ellos. Casi 35 por ciento de caída en los patentamientos en marzo respecto del mismo mes de 2013 es una catástrofe en un sector que dinamizó la actividad fabril durante los últimos años.

Se trata de caídas porcentuales como las que se vivieron en los países más afectados de Europa en 2008, en el inicio de la crisis que llegó a su pico con la quiebra de Lehman Brothers.

El Gobierno aplicó un "impuesto al lujo" ampliamente desaconsejado para los vehículos que superaban cierto valor y por ese solo efecto duplicó muchos precios. Además, la inflación, la devaluación y algunas actualizaciones tecnológicas obligatorias impulsaron más los precios.

La caída de la demanda de Brasil también tuvo efectos dañinos. La reciente recuperación del real frente al dólar podría ayudar a moderar el impacto.

El gobierno argentino se queja de que el sector de autopartes que se usan para producir localmente las unidades genera déficit en el intercambio comercial del sector.

En el caso de unidades terminadas, las más vendidas localmente también se producen en el extranjero, pero las que se fabrican y exportan desde aquí tienen calidades y valores más altos, de modo que en parte se compensa el efecto.

Con las autopartes la situación es disímil. En la última década, el auge de la producción en las terminales instaladas en el país impulsó la actividad. Algunos son productores de calidad internacional.

Otros aprovecharon la renta extraordinaria que obtenían para dedicarse a especular en el mercado inmobiliario y hacerse de jugosos dólares líquidos, en lugar de ampliar sus fábricas.

Luego, aumentaron los precios en vez de aumentar la producción y clamaron al Estado que los protegiera de las importaciones, mientras pedían créditos subsidiados. ¿Confesarán eso en las planillas con información de las empresas que les exigen Kicillof y su equipo?

Con un dólar estable y tasas de interés en pesos muy altas, como las actuales, el Gobierno, luego de reducir enormemente la producción y venta de automotores, puede terminar incentivando y subsidiando una fenomenal bicicleta, aunque eso sí, financiera.