El barco petrolero Okyroe, con bandera de las islas Marshall, recorrió a fines del mes pasado cargado de fueloil (un combustible líquido que reemplaza al gas en las centrales eléctricas) las costas argentinas sin un destino preciso. El jueves 20 de marzo recibió una orden concreta y diferente de la inicial: debía ser alijado, es decir, descargar el producto, en el buque Desna Star, que entregó el producto en Central Puerto, una de las principales unidades de generación de energía eléctrica del país. Antes, Cammesa, la compañía administradora del mercado eléctrico, un organismo conducido por el Gobierno, había destinado esa carga a la Central Piedrabuena, que no lo pudo recibir porque no tenía espacio para albergar el combustible importado.
El errático destino del Okyroe es una síntesis de lo que ocurre por estos días con las importaciones de energía. Acostumbrado a los problemas que ocasionan los picos de demanda y a la escasez en la oferta local de energía, hay ocasiones en que un pequeño error de cálculo del Gobierno termina en importaciones innecesarias, que a su vez traen aparejadas erogaciones de dólares en un contexto de problemas cambiarios.
La excesiva precaución oficial ocasiona una situación muy particular desde el mes pasado. Con el recuerdo de la crisis eléctrica de diciembre y enero, Cammesa previó que en marzo habría una ola de calor que dispararía el consumo eléctrico. Por las dudas, la administradora del mercado encargó más fueloil, que se sumó a un exceso de oferta también del gas natural licuado (LNG, según su abreviación en inglés), que arriba por barco desde ultramar. Pero esas temperaturas nunca llegaron y el producto sobró.
Los números oficiales muestran el fuerte incremento en las compras al exterior, incluso en un contexto de estancamiento económico con caída en la industria y en la construcción, y una demanda hogareña que mermó a partir de febrero. Según la Secretaría de Energía, las importaciones en el primer bimestre, sin incluir las compras de fueloil, fueron de 1306 millones de dólares, un 36% más que en el mismo período del año pasado. Y las compras de LNG a través de Enarsa, uno de los vehículos que eligió el Gobierno para paliar la caída en la producción doméstica de gas, alcanzaron los 363,81 millones de dólares, un 27% más, en moneda dura, que en el mismo período del año pasado. Tan sólo el año pasado las importaciones de energía llegaron a US$ 11.415 millones.
"Las centrales eléctricas están llenas de fueloil y hay una importación en curso. Además, estamos con mucho LNG", explicó una fuente que conoce el funcionamiento del sistema eléctrico.
Los hombres del sector energético doméstico cuestionan que, mientras llega al país combustible importado en exceso, los tanques de almacenamiento de fueloil de las petroleras locales -entre las principales están YPF, Axion (opera bajo la bandera Esso), Petrobras, Oil y Shell- están colmados.
El error de cálculo no sólo implica un problema cambiario, ya que se sustituye producción local por importada, el mecanismo contrario al que le reclama el Gobierno a la industria, que provoca una innecesaria salida de dólares. También acarrea un problema operativo: si las refinerías locales no pueden evacuar su producción de fueloil por mucho tiempo, comenzarán a tener inconvenientes para almacenar el resto de sus destilados, algo que podría obligarlas a reducir la producción de naftas y gasoil, productos que también son deficitarios en la Argentina.
Problema frecuente
Es algo similar a lo que ocurrió el año pasado. Entre el 9 de octubre y el 8 de noviembre, entraron cuatro cargamentos de LNG provenientes del Caribe y de Asia al puerto de Bahía Blanca. Otros tres barcos llegaron casi al mismo tiempo a la terminal Escobar, por lo que Cammesa suspendió la compra de fueloil a las petroleras locales. El secretario de Energía, Daniel Cameron, le puso fin al entuerto: en una nota que le envió a la administradora, le advirtió: "La capacidad disponible para estoquear este producto [el fueloil] ha disminuido en forma persistente en las últimas semanas". Y puntualizó que esa situación condujo en algunos casos a "reducir procesamiento de petróleo crudo, con la consiguiente disminución de elaboración de naftas y gasoil, para evitar un posible paro total que tendría consecuencias mucho más perjudiciales para el sistema".