Para qué negarlo. El USDA vuelve a sorprender, y no lo hace por su seriedad sino que, por el contario, porque peca de optimismo. En una visión irrealista, publica la predicción del volumen de producción para Sudamérica.
Es cierto: el organismo ha reducido sus estimaciones sobre la cosecha de los distintos países de la región. Pero no lo ha hecho en la proporción que cualquier analista, más o menos informado, ha estimado.
Y no sólo es el USDA el que podría pecar de optimismo excesivo sino buena parte de los organismos de predicción. Se habla mucho de una “abultada cosecha” para América del Sur. Sin embargo, no va darse un volumen tan grande como se prevé.
En lugar de 90 millones de toneladas para Brasil, el USDA ahora nos habla de 88,50 millones. Y la realidad es que se aguarda una baja mayor aún. Muchos esperan una cosecha de tan sólo 86 millones de toneladas a consecuencia de los múltiples inconvenientes del clima.
El propio CONAB proyecta ahora tan sólo un volumen de 85, 40 millones de toneladas. Atrás quedaron los días de euforia, cuando este país calculaba superar la posición de EE.UU.
Respecto a nuestro país, el USDA no ha modificado su anterior estimación de 54 millones de toneladas. La verdad es que difícilmente pase de 51 millones, fundamentalmente por los efectos de la excesiva humedad.
No hay duda de que las condiciones, a partir mediados de febrero, empezaron a mejorar, especialmente en la zona sojera por excelencia. Pero aún con esta mejora, una parte considerable de lo afectado por las lluvias no ha logrado recuperarse. Los bajos están bajo un manto de humedad.
Para principios de abril, comenzará la trilla de la soja de primera, si el tiempo lo permite. Porque las lluvias siguen en pie de amenaza, en una campaña demasiado sensible a nuevas precipitaciones ya que las napas han subido a niveles inusuales. Por ello, el problema del piso será más grave que en otras campañas.
Las lluvias del viernes pasado fueron graves. En la zona núcleo variaron entre 50 y 90 mm. Este no es un buen síntoma. Las isocas y enfermedades de fin de ciclo están al acecho.
En términos relativos, puede afirmarse que, en la zona, las de segunda se encuentran mejor que las de primera. Y si las precipitaciones no se ensañan con el área, los rindes podrían ser récord.
Para el caso argentino, hay un elemento que podría tender a la baja de los precios internacionales –a muy corto plazo- por un eventual incremento en la oferta a raíz de la necesidad de los productores de hacerse de dinero, en un contexto de estabilidad cambiaria e inflación elevada.
Obviamente, nadie cree que tal estabilidad en el valor de nuestra moneda dure mucho. Como se dice por ahí, estamos pasando por una “paz cambiaria”. Que no se extendería por más de medio año… ¿o no? Es decir que más adelante, la oferta se restringiría. De acuerdo a Economía y Regiones (EyR), el tipo de cambio entre nuestro país y Brasil debería llegar a “medio camino” entre el dólar oficial y el “turista”.
La realidad es que la mejora de competitividad de enero va desapareciendo a medida que la inflación avanza. ¿Qué significa ello? Que resulta lógico aguardar una nueva depreciación de nuestra moneda.
En suma: la cuestión de la oferta debería presionar sobre los precios hacia arriba. Nos referimos a una vez pasados estos dos o tres meses. O quizás menos…
Pero hay un problema para que ello suceda con total naturalidad: China.
Los operadores están, en este momento, apostando a una baja en el ritmo de crecimiento del país que podría afectar la demanda por soja.
Por suerte, las autoridades chinas acaban de emprender un camino, aunque muy suave, de flexibilización en la paridad del yuan lo que podría derivar en una apreciación de la moneda. De ser así, los efectos de un des-aceleramiento en la economía china sobre las importaciones quedarían neutralizados, sobre todo en lo referente a alimentos.
De momento, los pesimistas pueden creer que están en lo cierto. Porque los valores vienen cayendo. Obviamente, la razón principal de este hecho es resultado del encastre entre la vieja y la nueva cosecha. A ello se unen las cancelaciones recientes de operaciones por parte de China.
El encastre entre una cosecha y otra se advierte claramente en el mercado local. Mientras fábricas operan sobre un valor u$s 330 con descarga hasta el 22 de marzo; para entrega abril/mayo, lo hacen sobre un precio de u$s 303.
En síntesis, no deberíamos temer una caída en los precios. Por el contrario, una vez pasado estos dos meses, es posible que haya sorpresas alentadoras.