“Desde 1949, año de nuestra fundación, hemos sido testigos pero sobre todo actores principales de los cambios tecnológicos profundos en la producción de alimentos, empezando por la Revolución Verde, hace más de 50 años, pasando por el desarrollo de los híbridos de maíz en los 70, acompañando el despliegue de la siembra directa a partir de los 90, mientras la biotecnología se iba constituyendo en la herramienta básica para la ampliación de las fronteras productivas.
En estos 65 años vimos cosas buenas y cosas malas, pero es la primera vez que vemos que una empresa corre peligro de no poder concretar la construcción de una planta que brindará trabajo y tecnología para los argentinos.
Hoy la industria semillera argentina, es un conjunto de empresas familiares, nacionales, multinacionales que se unen a una extensa red de compañías que prestan servicios como multiplicación, almacenamiento, tratamiento de semillas y transporte, entre otros. De esta actividad además de las empresas participan el INTA, universidades, CONICET y diversas instituciones provinciales.
La industria semillera desarrolla una actividad de alto valor agregado. A modo de ejemplo 1 kilo de maíz grano tiene un valor de 0,16 U$S mientras que un kilo de semilla de maíz de última tecnología supera los 10 U$S/kg". Además de proveer al mercado interno, venimos creciendo en el mercado internacional de semillas, superando los 300 millones de U$S, en un nicho donde nuestro país tiene enormes posibilidades de crecimiento.
Es importante resaltar la importancia del ambicioso proyecto denominado Cluster de la semilla, lanzado hace 3 años junto al INASE, el INTA, el PROSAP, municipios, universidades y otras instituciones como la Cámara de Semilleristas de la BCBA, que se transformó en una herramienta de cooperación público-privada de acción territorial que da respuesta a diferentes planes de mejora competitiva.
Desde ASA pedimos a los diferentes actores de la producción de alimentos argentinos que no olviden el esfuerzo en investigación y desarrollo de las empresas, que demanda más de 10 años de trabajo promedio para nuevas variedades, que exige importantes inversiones de las empresas.”