Con la musculatura política que le va quedando, que no es la de un atleta, el kichnerismo vuelve sobre una vieja obsesión: el control de la calle como una herramienta de doble faz, ofensiva y defensiva. La tuvieron Néstor y Cristina Kirchner, un largo tiempo, mientras contaron con la alianza sindical, en especial de Hugo Moyano, y la incondicionalidad de los intendentes del conurbano. Una de esas sociedades se rompió y la otra sufre constantes desgranamientos.

El líder camionero milita ahora en la oposición y muchos barones descansan bajo el ala de Daniel Scioli o apuestan a la marcha que inició el diputado Sergio Massa con su Frente Renovador.

A raíz de esas transformaciones, Cristina Fernández habría resuelto un par de cosas. Mudar sus recientes actos en la Casa Rosada, ornamentados con cientos de militantes de La Cámpora, al Gran Buenos Aires.

Hoy mismo debutará en Florencio Varela, luego de la prolongada ausencia callejera con motivo de su enfermedad y convalecencia. Por otro andarivel, los camporistas resolvieron convertirse en escudos de los “precios cuidados” que desvelan a la Presidenta. Pero como no darían abasto, por sus ocupaciones múltiples en cargos del Estado, habrían resuelto tercerizar esa tarea. Casi una mala palabra en el credo cristinista. ¿Como sería eso?. Desde hace semanas la presunta defensa del bolsillo de la gente quedó en manos de la organización de la izquierda dura, la otrora revoltosa Quebracho.

La vuelta de Cristina a tribuna abierta estaría hablando de un tiempo nuevo de la transición y de los peligros que acechan. La huida de intendentes a las filas del massismo ha golpeado fuerte en el Gobierno, aunque el último salto haya sido el del indecoroso jefe municipal de Merlo, Raúl Othacehe. Los rumores intensos también mencionaban el posible traspaso de Julio Pereyra. De allí la presencia presidencial en Florencio Varela. Esas salidas se repetirán en los próximos tiempos, como se repetirán las cadenas nacionales. Dos partidos de fútbol previstos para hoy debieron corregir sus horarios de origen para dar calce a la palabra de Cristina.

La mandataria no sería, de verdad, la única perjudicada por las deserciones. También Daniel Scioli observa con inquietud los deslizamientos en torno a Massa. Cada uno de los que ocurre, importante o no, debilitaría su proyecto presidencial y el anhelo nunca resignado de convertirse, por descarte, en el delfín del cristinismo. El gobernador de Buenos Aires, entre tantas ingratitudes, logró escuchar una voz solidaria. El diputado Martín Insaurralde, ex alcalde de Lomas de Zamora, derrotado por Massa en agosto y octubre, declaró que Scioli merecería en el 2015 “una oportunidad”.

El desafío para La Cámpora de regresar a la calle que dejó, no sería de menor envergadura que aquella necesidad de Cristina de detener la sangría bonaerense. Los vínculos dentro del Movimiento Unidos y Organizados vienen en deterioro desde las derrotas en las legislativas. Por entonces se recuerdan duros forcejeos con Emilio Pérsico, del Movimiento Evita, por la confección de las listas en Capital y Buenos Aires. También con la líder de la organización Tupac Amaru, Milagro Sala, que en Jujuy terminó haciendo rancho aparte. Mal no le fue: obtuvo casi el 14% de los sufragios, cuatro bancas y se convirtió en jefa de la tercera fuerza de la Legislatura provincial.

Ese desmembramiento parcial de UyO habría inducido al camporismo a rastrear nuevos aliados para cumplir su cometido de guardianes del plan “precios cuidados”. Haciendo una repaso cronológico de los últimos días podría comprenderse los servicios que, en ese terreno, estaría brindando Quebracho.

El primer puntapié contra los empresarios corrió por cuenta de Unidos y Organizados con afiches de los rostros de representantes de cadenas de supermercados y electrodomésticos, matizados con graves errores. Después apareció Quebracho en una versión más moderada de aquel grupo que históricamente produjo desórdenes cuando encabezó cualquier protesta.

De arranque fue un apriete en una estación de servicio de Shell, por el aumento en los precios de los combustibles y las declaraciones de su titular, Juan José Aranguren. Luego, el alborto frente a Disco. Ayer una reprimenda a Alfredo Coto, en el supermercado de la zona del Abasto. La coreografía, la de siempre: militantes encapuchados, con palos, banderas y palabras amenazantes.

Pero nunca, todavía, un incidente.

Ni con el escrachado de tuirno ni con la Policía Federal que acompañó sus pasos como si se trataran de alumnos secundarios. Algo cambió en la conducta de Quebracho.

Tal vez, por consejo de La Cámpora.

Otra irrupción de la organización que se dice de ultraizquierda también encajó en los planes kirchneristas aunque se alejó de los “precios cuidados”. Pocas horas después que la Cancillería de Héctor Timerman denunció un intento de desestabilización en Venezuela --donde la violencia del poder invadió las calles-- y manifestó su respaldo a Nicolás Maduro, Quebracho marchó frente a la embajada venezolana en Buenos Aires para repudiar la supuesta injerencia de Estados Unidos. Esa vez no estuvo sóla: fue ladeada por otro núcleos de la izquierda.

Es cierto que el jefe de Quebracho, Fernando Esteche, está detenido desde diciembre por una sentencia en su contra que dejó firme la Corte Suprema a raíz de un incidente contra el ex gobernador de Neuquén, Jorge Sobisch. Pero antes de ese episodio, Esteche mantenía vinculos informales con los K. Quebracho tuvo una participación callejera activa, también, en los primeros años de Kirchner. Siempre se afirmó, aunque nunca se pudo certificar, que detrás de sus actividades se agazapaba alguna sombra de la SIE (Secretaría de Inteligencia del Estado).

¿Se limitará el activismo de Quebracho a los “precios cuidados” y a la defensa de la revolución bolivariana? ¿O estará presente también para otros menesteres? Moyano, Hugo Barrionuevo y la CTA de Pablo Micheli debaten sobre posibles paros y movilizaciones si las respuestas oficiales en las paritarias no compensan la inflación. Quebracho, en ese caso, difícilmente esté en condiciones de competir contra la maquinaria gremial. Sería para La Cámpora otro retroceso en el manejo de la calle que intenta recuperar para apuntalar la transición y exhibir un presunto poderío real que se apaga.