Siete años después de aquel enero de 2007 en el que se comenzaron a manipular las estadísticas de inflación, el jueves de la semana pasada el Gobierno difundió el nuevo índice de precios al consumidor nacional urbano (IPC-NU), con el que intenta dar por finalizada la polémica en torno a la veracidad de las estadísticas oficiales que difunde la Argentina.

El anuncio del nuevo índice no responde a un acto de autocrítica por parte del Gobierno ni a la aceptación de los fundados cuestionamientos que recibió a lo largo de los últimos años por su falsificación sistemática de las cifras. Ante el riesgo de constituirse en el primer país de la historia en ser expulsado del Fondo Monetario Internacional y debido a las presiones de este organismo para que la Argentina normalice sus estadísticas, el Gobierno decidió enmendar sus mentiras utilizando el artilugio de una "revisión metodológica" del índice de precios. De esa manera, terminó por reconocer que la inflación no era un invento de sus enemigos favoritos: los "medios hegemónicos", los "sectores concentrados", los economistas que defienden "oscuros intereses" y tantos otros fantasmas que animan el adolescente imaginario del kirchnerismo.

El 3,7 por ciento reportado para la inflación de enero cuadruplica las cifras que habitualmente difundía el Indec. La polémica se ha terminado. La inflación existe en la Argentina, aunque para el Gobierno se llame "deslizamiento de precios", "reacomodamiento" o "convergencia". Si bien las cifras difundidas para la inflación de enero podrían acercarse a los niveles reales, es difícil que el nuevo índice goce de credibilidad en el corto plazo. Téngase en cuenta que la discrepancia de los últimos siete años entre la inflación oficial y la medida por los privados se había registrado por los datos utilizados como insumos del índice y no por su metodología. Y todavía siguen al frente del Indec Norberto Itzcovich y Ana María Edwin, quienes habilitaron ese proceso irregular de falsificación de las estadísticas oficiales amparados por el ex secretario de Comercio Interior Guillermo Moreno.

Las presiones internacionales han forzado al Gobierno a moverse hacia una supuesta normalización de las estadísticas oficiales, aunque la independencia e idoneidad técnica de quienes las elaboran siguen siendo muy bajas como para que las cifras que se difundan a partir de ahora sean consideradas creíbles para el sector privado .

El nuevo índice se basa en el relevamiento de precios a lo largo de todo el país, que pasa a desagregarse en seis zonas geográficas. Ello difiere del actual índice que se relevaba en la ciudad de Buenos Aires y en el Gran Buenos Aires. La estructura de ponderaciones se construyó mediante una encuesta de gasto de los hogares realizada entre marzo de 2012 e igual mes de 2013 con la cual se asignaron los ponderadores de los distintos capítulos del índice. La base utilizada corresponde al cuarto trimestre del año pasado.

El nuevo índice de enero arrojó una variación mensual respecto de diciembre de 3,7 por ciento, variación que se compara con una de 4,8% según el IPC de la ciudad de Buenos Aires; de 4,6% para la inflación "Congreso", y de 5,1% para FIEL. Sin embargo, la discrepancia promedio de 1,1 punto porcentual del IPC-NU respecto de las otras medidas de inflación podría explicarse por el menor peso del área metropolitana en el índice (46%), teniendo en cuenta que a fines de diciembre el precio del boleto de colectivos fue incrementado 66% en la ciudad de Buenos Aires y esto incidía en 1 punto porcentual en el índice de enero. De hecho, ese efecto es el que explicaría la discrepancia entre el IPC-NU de enero y la inflación porteña, Congreso o la medida por FIEL. Los números de febrero van a ser importantes para ver hasta dónde están dispuestas las autoridades a dejar que el IPC-NU refleje la realidad inflacionaria. Terminado ya el impacto de la suba del transporte urbano en la Capital Federal, las cifras del IPC-NU deberían ser similares a las mediciones privadas.

El costo para la Argentina de la falsificación de sus estadísticas ha sido gigantesco. En diciembre de 2006, un mes antes de la intervención al Indec, el rendimiento de los bonos soberanos emitidos por la Argentina era apenas medio punto porcentual más elevado que el que mostraban los bonos de la deuda emitida por Brasil. La intervención al Indec provocó un daño irreparable sobre la confianza de los inversores y tenedores de deuda argentina, quienes evaluaron que un país que está dispuesto a falsear sus estadísticas también está dispuesto a hacer muchas otras cosas que contradicen la ley y la razón. No fue casual entonces que en los años posteriores a la intervención al Indec la deuda de la Argentina haya mostrado un increíble incremento en su tasa de interés que, en promedio, casi triplicó la pagada por nuestro vecino Brasil.

Más tasa de interés para los bonos del Gobierno implicó también un mayor costo de fondeo para el sector privado, menos crédito, menos inversión y peores salarios que los que habrían existido en ausencia de esa "picardía" impulsada por el ex presidente Kirchner y avalada luego por su esposa.

Es de esperar que el nuevo índice sea el puntapié inicial de todo el trabajo serio que necesita el país para recomponer sus estadísticas, hundidas en la mentira.