En el verano, con la ola de calor con más días seguidos del que tenga registro el Servicio Meteorológico Nacional, que empezó a medir estos datos en 1906, la falta de infraestructura en los tambos para mitigar el estrés térmico está generando pérdidas que el INTA estima en 500 millones de pesos, por la caída en el ritmo del ordeñe y los problemas sanitarios que afectan a los rodeos lecheros.
Es un tema muy importante para los tambos del centro de Santa Fe y Córdoba, la cuenca lechera más importante del país. Por eso, especialistas del INTA insisten en la importancia de adoptar buenas prácticas de manejo que aseguren el confort y la productividad del rodeo lechero.
Las proyecciones de cambio climático, que advierten que el planeta se está calentando y pronostican mayores temperaturas para las próximas décadas, adelantan que las olas de calor podrían ser todavía más severas, lo que justifican hacer inversiones para mejorar el confort térmico de los animales.
“La producción de leche puede reducirse entre un 10% y un 25%, y hasta un 40% en circunstancias extremas de estrés térmico. Además, en los animales afectados disminuye la concentración de proteína y la materia grasa de la leche”, aseguró Miguel Taverna, referente en lechería del INTA Rafaela (Santa Fe).
Entre otros efectos del estrés calórico, Taverna mencionó la disminución de la tasa de concepción, el aumento del peligro de muerte de embriones, la disminución del peso al nacer y de la viabilidad de los terneros. También disminuye la rumia, la digestión y la absorción de nutrientes y el consumo de materia seca cae hasta un 20%, en promedio.
En estas condiciones, que pueden ser muy agobiantes -a mediados de enero se registraron ocho días seguidos con máximas superiores a los 37° en el centro de Santa Fe y Córdoba-, el buen manejo hace la diferencia.
Para atenuar el impacto, Jorge Ghiano, técnico del INTA Rafaela, recomendó implementar estructuras que generen sombra y un ambiente más confortable para el ganado. “Bien diseñadas y con los materiales apropiados, como malla plástica, flecos y esterillas, paja, caña o chapa, reducen entre un 40% y un 50% la incidencia de la radiación solar directa y el calor sobre los animales”, explicó.
En cuanto a los aspectos constructivos comunes, destacó que las estructuras deben estar orientadas de norte a sur y respetar un espacio “sombreado” de 3,5 metros cuadrados por animal como mínimo. La pendiente del techo debe ser del 14% al 16% y tiene que tener entre 3 y 4 metros de alto. Estas características, señaló Ghiano, permiten la circulación de aire y un corrimiento de la sombra a lo largo del día.
Otra técnica a tener en cuenta en los tambos es la ventilación y el mojado de los animales. Es importante combinar períodos cortos de “ducha” intensiva con momentos prolongados de ventilación, lo que permite un adecuado enfriamiento del animal antes del ordeñe.
Un estudio del INTA Rafaela, que elaboraron Taverna, Ghiano, Laura Gastaldi y Emilio Walter, precisa que menos del 20% de los tambos argentinos disponen de sombra natural suficiente para todas las categorías de animales y que no llega al 30% la cantidad de establecimientos que cuentan con sombra artificial en potreros o corrales de encierre.
Además, más de la mitad de los tambos no tienen sombra en el corral de espera de la sala de ordeñe y menos del 10% disponen de sombra y sistema de ventilación/aspersión (para duchar a los animales), a pesar de que es una instalación recomendada y muy eficiente para reducir el estés calórico.
En relación con este punto, si el tambo no cuenta con aspersores para “refrescar” a las vacas antes de que ingresen a la sala de ordeñe, una posibilidad es mojarlas con la manguera de lavado de pisos en el corral de espera.
El acceso al agua es un punto clave entre las pautas de buen manejo. Durante el verano, una vaca lechera de alta producción puede tomar hasta 140 litros por día. “Es imprescindible proporcionarles agua de calidad en cantidades suficientes y en lugares estratégicos, que permitan un fácil, rápido y cómodo acceso a los animales”, destacó Ghiano.
El manejo nutricional es otro de los factores fundamentales y entre las estrategias de alimentación se destacan los pastoreos nocturnos y de madrugada, una idea interesante porque los animales se alimentan mejor sin el estrés del calor agobiante, como así también el suministro de dietas frías, equilibradas y de mayor contenido energético que permiten que el calor interno producido por el animal no sea excesivo.
Los trabajos que viene realizando el INTA confirman, además, que la inversión
en la infraestructura para mitigar el impacto de las altas temperaturas se paga
sola, con las pérdidas que se reducen por una menor caída en la productividad y
en el deterioro de la salud de los animales.
MAS INFORMACION
Los síntomas que tienen los animales
Como todo animal homeotermo, la vaca conserva su temperatura corporal dentro de un rango muy acotado, independientemente del calor que ella misma genere y de las condiciones ambientales.
Las vacas lecheras prefieren temperaturas ambiente de entre 5° y 23°. Por lo tanto, cuando se superan los 24°, las vacas no pueden enfriarse adecuadamente y entran en estrés calórico.
Cuando esto sucede, el animal trata de disipar el calor mediante la evaporación de agua a nivel del tracto respiratorio. Si esto no es suficiente, minimiza sus desplazamientos hasta disminuir la ingestión de alimentos.
Como los mecanismos de regulación de temperatura se adquieren con la edad, los terneros y animales jóvenes son mucho más sensibles que los adultos. Lo mismo ocurre con los animales productores de leche, debido al mayor calor metabólico generado durante la lactancia.
Para evaluar hasta que punto están afectados los animales, hay algunos indicadores que los tamberos pueden tomar en cuenta. Las vacas agobiadas por el calor aumentan su ritmo respiratorio: el normal es de entre 35 a 50 movimientos por minuto y cuando están estresadas superan los 80 movimientos. Además, respiran con la boca abierta (jadeo) y la lengua les cuelga de la boca. También es frecuente que la salivación sea excesiva y que pierdan saliva por la boca. El menor consumo de alimentos y la disminución de la rumia, también indican que un animal puede estar agobiado por el calor.
Un verano con picos agobiantes
Un grupo de técnicos del INTA Rafaela analizó los indicadores de este primer tramo del verano y concluyó que el índice de temperatura y humedad (ITH), en promedio, fue de 76,9 puntos durante los 22 días de calor extremo de diciembre. Son casi cinco puntos más que el valor límite que establece estrés térmico en los animales (72 ITH).
Durante enero, hubo semanas de estrés más moderado, pero también se alcanzaron picos muy severos a mediados del mes (82 ITH el 16 de enero, por ejemplo) y con máximas que volvieron a ser extremas el 21 y 22 de enero, cuando en ciudades como Santa Fe o Esperanza, la sensación térmica superaba los 50 grados.