Uno debería arrancar esta séptima temporada de notas dominicales preguntándose por qué los tipos que gobiernan y administran la Argentina no se van un poco a la recalcada putamadre que los recontra calcadísima mil parió.
Sin embargo, cuando uno se calma y lo piensa fríamente tiende a reflexionar, a ser un poco más comprensivo y a buscar alguna explicación para este mamarracho cósmico.
¿Cuál es entonces la razón por la que esta manga de genios improvisan y juegan con nosotros diariamente? Yo sé que manejar este país no es fácil, pero en este accidente alguna falla humana hubo. Veamos.
Si uno se fija en los bares, restaurantes, tintorerías, peluquerías y locales varios, cuando llega el veranito suelen colocar el tradicional cartel “cerrado por vacaciones”. Laburan todo el año y cuando el calor y el stress agobian, ponen el cartelito, bajan la persiana y se tiran al sol como lagartos.
Lo mismo pasa con cualquier gobierno del mundo. Por ejemplo, si usted anda en verano por la Casa Rosada de Oslo, se va a encontrar con un par de granaderos noruegos custodiando la entrada, un cartelito que dice “Vi er pä ferie” y la tranquilidad de que todos los ministros y funcionarios se están rascando el casco y los cuernos en alguna playa del Báltico. De ese modo se aseguran que los tipos descansen, evitan que digan o hagan pelotudeces, y así el país sigue andando fenómeno.
En cambio acá no. Acá no se va nadie. Y no es que los funcionarios se quedan laburando por patriotismo, sino que lo hacen por miedo. Basta que un ministro se tome un par de días para que todo el mundo lo putee.
“¡¡Mirá, se va de viaje con la guita de los jubilados!!” “¿Qué hacés en Necochea?? Volvé a tu Ministerio, ladriiii!!!” O un simple secretario de Estado entrando a un restaurante y la gente explota:“¡¡Tenemos la inflación más alta del mundo y vos estás acá en el puerto de Mar del Plata comiendo cornalitos como si nada!!! Trucho!!!” El resultado de esta injusticia es que nadie descansa. Ergo, están agotados. Así nos va. Eso explica buena parte de lo que nos está pasando. Los tipos están quemados. Arruinados. Devastados. Ya no pueden pensar. Y entonces pasa lo que pasa.
Mírelo, por ejemplo, a Capitanich. Un día anuncia medidas contra las compras por Internet para cuidar las divisas y al día siguiente anuncia la apertura del cepo y la venta libre de dólares (libre dentro de lo que el kirchnerismo entiende por libre). En lugar de hablar de “inflación” habla de un “reacomodamiento de precios relativos”. Y en lugar de decir la palabra “devaluación”, dice que hubo “modificación técnica en la variable cambiaria para ajustar mecanismos de intercambio”. Dice que la caída de reservas es “estacional” (o sea que llevamos 24 meses de verano) y que si hay algún problemita financiero es por culpa de las corporaciones que quieren robarnos el agua y llevársela a Massachusetts. ¿Usted cree que el tipo dice estas cosas de puro ganso nomás? Nooo. ¡¡Está agotado!! ¡Exhausto! No se toma vacaciones. No descansa. ¿Cómo pretenden que diga cosas sensatas? Seguramente, antes de ser nombrado jefe de Gabinete, ya tenía todo arreglado para pasarse un enero tranquilito en el Impenetrable, rodeado por familiares y bidones de OFF, y en lugar de eso tuvo que quedarse en Buenos Aires con 40° de temperatura, de traje y corbata, y haciendo mérito para que la Compañera Jefa lo designe candidato a presidente.
Con Kicillof pasa lo mismo. Explicó que la devaluación no provoca aumentos de precios, matoneó a todo el país por televisión y después declaró que iban a vender dólares “priorizando a los sectores que menos tienen” (¿de dónde sacó este muchacho que a los sectores que menos tienen les sobra la guita para comprar dólares?). ¿Usted cree que dice y hace estas cosas de puro burro, soberbio y compadrito?
Nooo, el tipo es un encanto, pero está quemado. Mírelo bien. Tiene los dientes apretados, los ojos inyectados en sangre. Necesita, por lo menos, cuatro días en Claromecó pero no se los dan. El cansancio ya no lo deja pensar y dice cualquier verdura. Además no para. No tiene tiempo ni para ir a la modista a que le achiquen las mangas del saco (le quedan grandes las mangas, el cuello de la camisa, el cargo, todo).
Con todos tenemos el mismo problema. Vean a De Vido. En el medio de los cortes de luz, el calor y la locura, se le ocurrió publicar un suplemento de cuatro páginas sobre su gestión al frente del ministerio titulado: “Un año de grandes avances en materia de energía”.
Les juro que es verdad. ¿Lo hizo porque está loco? Nooo. Lo hizo porque ya no le funca. Está arruinado. Su mente entró en convocatoria. Además, ¿para qué gastar la guita en cuatro páginas si por lo que hizo con dos renglones alcanzaba? Es obvio que este hombre ya no puede más. Hace once años que le rompen las pelotas con la energía, las rutas, los trenes, y lo único que el tipo quiere es irse a Disney. ¡Y tiene razón! Se lo merece. Es más, todos nos merecemos que él se vaya a Disney de una buena vez.
Hasta la Compañera Jefa está agotada. Si bien es cierto que Ella se pasó un par de semanas arrancando yuyos en los jardines de su cadena hotelera, es evidente que no le alcanzó. Si no, no se explica el ninguneo ante los cortes de energía, la tragedia de Catamarca, los saqueos, los muertos, la devaluación, la inflación y todas las penurias que sufre la sociedad. A propósito de su cadena hotelera, ahora se supo que está construyendo un hotel nuevo. Tiene tantos que en cualquier momento la vamos a empezar a llamar “Compañera Sheraton”.
Amigo lector, lo invito a ser comprensivo. Esta gente no es tan inútil como parece. Sólo están un poco estresados porque no vacacionan. ¿Usted cree que perdieron 2.500 palos verdes, sólo en enero, porque son unos burros impresentables? Nooo… están aturdidos. Mareados. Sueñan con palmeras, arenas y olitas, pero cuando se despiertan ponen primera y les entra la marcha atrás. No dan más.
Por eso pienso que hay que apoyarlos más que nunca. Olvídese de las reservas, el dólar, la inflación y mire la parte positiva. Gracias a toda esta situación hemos logrado erradicar un histórico flagelo: la maldita frase “¿no tenés más chico?” Ahora usted puede garpar un kilo de limones con un billete de cien y el verdulero ni se va a inmutar. Otro logro de la década ganada.
Tal vez usted pudo irse de vacaciones. Yo también me fui unos días. Seamos piadosos con ellos que no pueden ni salir a la calle. Si esta gente abre los ojos y se oxigena un poco iremos tirando. Pero si se empeñan en no tomarse un respiro nos espera un año inimaginable. Acá estamos, para aguantar la parada. Es un placer estar de vuelta. Comenzó la temporada.