Alcanza con retrotraerse unos días hacia atrás y recordar las consecuencias negativas de la crisis energética. En ese contexto, algunos recordaron que el campo puede hacer un aporte para una solución sustentable a los problemas que atraviesa la Argentina en esta materia.

Por eso, Clarín Rural visitó a un trío de emprendedores en la localidad de Carlos Tejedor, en el oeste de la provincia de Buenos Aires, que están en esa línea.

Allí, el productor Luis Urdangarin, junto a dos jóvenes profesionales agrónomos, Martín Pinos y Ezequiel Weibel, generarán energía eléctrica a partir de la producción de biogás, que planean introducirla en la red del pueblo.

Todo comenzó en marzo de 2012, durante la edición de Expoagro. Allí, Urdangarin, que ya se había tentado con la idea de producir biogás, conoció a Pinos y Weibel, que ya trabajaban en el tema y en ese momento eran alumnos que exponían un proyecto vinculado a esta energía alternativa en el stand de la Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba). Ese proyecto, justamente, llevó a los dos técnicos a formar la empresa Biogás Argentina.

“Yo estaba muy interesado y me había informado sobre la producción de biogás, pero todas las experiencias que conocía surgían a partir de granjas de cerdos”, recuerda el productor, que tenía como objetivo generar gas a partir del estiércol bovino, ya que él es productor de carne.

Luego de conocerse, Pinos y Weibel comenzaron el estudio de factibilidad del proyecto en “La Micaela”, el campo de Urdangarin, etapa que demoró unos seis meses, cuentan los técnicos.

“Se hicieron relevamientos en el campo, se estimó qué cantidad de gas y de biofertilizante podía generar todo el sistema, a partir de la cantidad de cabezas, se dimensionaron los corrales con piso de hormigón, se hizo un boceto con los planos del digestor y la pileta de decantación... todo un trabajo de escritorio”, resume Weibel.

Además de servir para la producción de gas y de energía eléctrica, el residuo líquido que queda decantado luego de todo el proceso se utilizará como biofertilizante para aplicar a los cultivos y al campo natural.

En concreto, “hay cuatro patas sobre las que se apoya el proyecto: la producción de carne, que tiene buen pronóstico en el mundo; la generación de energía, cada vez más escasa y cara; el biofertilzante, para hacer más eficiente y abaratar la producción, y el manejo de los efluentes”, dice Urdangarin.

El sistema es así. El campo del productor tiene 258 hectáreas, pero solo dos terceras partes de la superficie son útiles para la producción. El resto es campo natural que, en época de muchas lluvias, se inundan.

El proceso para producir gas comienza con la agricultura. Unas 120 hectáreas del campo se destinan a la siembra de de maíz y sorgo, que la hacienda consume en su totalidad.

El siguiente eslabón de esta cadena es la ganadería. Urdangarin fue siempre engordador y su estrategia es recriar parte a campo y parte a corral y, luego, terminar a los animales encerrados.

Todo su plan de alimentación se basa en el consumo del silaje de planta entera de maíz y, también, del grano seco. Lo mismo con el sorgo. Durante el invierno, los recursos forrajeros son los rastrojos de los cultivos de verano, un verdeo sembrado sobre estos y, además, el pasto natural.

Actualmente, en La Micaela hay un stock de 1.000 animales y el objetivo es que haya 500 en el corral con piso de hormigón y otros 500 afuera, que deberían ir reemplazando paulatinamente a los que se venden y salen del encierre.

“Cada novillo que entra al corral produce aproximadamente unos 22 kilos de estiércol (bosta más orina), que tiene un 10% de materia seca, que es la que contiene los sólidos fermentables necesarios para la producción de biogás”, explica Pinos.

Y continúa: “Con el lavado del corral, todo el estiércol va a una calle colectora, que deriva en una cámara de carga. Allí, el agitador homogeneiza el material, para que se produzca una fermentación inicial. Finalmente, la toma de una bomba lo ingresará al digestor”.

Al tanque del biodigestor entrarán once metros cúbicos diarios de material, que fermentarán durante 43 días. Luego, saldrán hacia una pileta de decantación. El tanque tiene capacidad para 500 metros cúbicos, y entre lo que entra y lo que sale diariamente, suele estar ocupado con líquido en un 95% de su capacidad.

“Dentro del digestor, donde un agitador mezcla el material de forma permanente, está el inóculo de bacterias. Es una colonia que se formará con los primeros ingresos de estiércol y luego permanecerá ahí tratando todo lo que entra. Ellas, básicamente, toman el carbono del sustrato parcialmente fermentado y generan el metano, que es el gas combustible, que se acumulará en el domo (la parte superior) del biodigestor”, dice Pinos.

Weibel acota, haciendo una comparación: “Esto funciona como un rumen, ya que las bacterias específicas trabajan transformando el material y convirtiéndolo en gas”.

Y, luego, termina de explicar el proceso: “El gas que se obtiene se filtra, para sacarle el ácido sulfídrico y el agua, que son elementos corrosivo para los materiales del sistema. Luego se lo enfría para que condense y se lo presuriza para que pueda entrar al motor generador de energía eléctrica. Desde allí irá a una subestación eléctrica y ya estaría listo para entrar a la red del pueblo”. (Ver ¿Y la cooperativa...).

En la última etapa, todo lo que sale del digestor (es decir, el biofertilizante), se acumulará en una pileta adyacente al tanque. “Las bacterias consumen el carbono en el digestor, pero dejan disponibles los minerales que se aplicarán a los cultivos con la estiercolera”, comenta Pinos. Y añade: “En esa pileta también se puede colocar un domo y hacer una post digestión, para producir algo más de gas. Pero eso es una próxima etapa”.

En Carlos Tejedor, estos jóvenes profesionales y un productor muestran que un proceso con principios básicos de funcionamiento, aunque ciertamente con objetivos ambiciosos, puede ser un cambio de paradigma para la producción agropecuaria. Y también para la de energía.

MAS INFORMACION

Una buena posibilidad argentina

De acuerdo a un informe de Maizar, gracias a sus excelentes condiciones agro-ecológicas, la Argentina es uno de los pocos países donde se podría producirse biogás a partir de silaje de maíz o sorgo a un precio competitivo. El trabajo indica que el biogás puede usarse en las turbinas de gas para producir electricidad o como combustible para el transporte, después de un proceso de purificación. Además, sirve para producir electricidad y calor en plantas combinadas.

En la producción de biogás, Europa es uno de los líderes mundiales. Países como Alemania, Austria y Suecia están muy avanzados en el tema, pero el primero es el mayor productor de biogás y el líder en esta tecnología. En 2011 había 7.100 plantas de biogás operando en ese país y, en diez años, pasó de producir 110 megavatios a 2.700 megavatios de electricidad de ese origen. El dato sirve como parámetros para imaginar la potencialidad que puede tener la Argentina en este rubro.

¿Y la cooperativa del pueblo?

El distrito de Carlos Tejedor no tiene generación de energía eléctrica propia y cada uno de los pueblos que lo integran tiene una cooperativa proveedora de energía, que compran a un distribuidor, EDEN (Empresa Distribuidora de Energía Norte).
Esa energía eléctrica que distribuye EDEN se produce en la represa hidroeléctrica de El Chocón.

En un tramo de la visita de Clarín Rural al emprendimiento del productor Luis Urdangarin y los técnicos Martín Pinos y Ezequiel Weibel, participaron el presidente y el vice de la cooperativa de Carlos Tejedor.
“Esto es un proyecto pionero en el tema, que puede aportar entre un 5% y 6% de la energía que se consume en la ciudad y el ámbito rural, de acuerdo a la cantidad de bajadas eléctricas existentes hoy en día”, dice el presidente.

Sin embargo, aclara que el avance de este tipo de proyectos no depende solo de la cooperativa, ya que deberían contar con la legislación aprobada para que la cooperativa pueda comprarle a un privado energía eléctrica, algo que hoy no es posible.
“Esto será una contribución para la red, ya que, año a año, la demanda va incrementándose. Por eso es necesario mirar a las energías alternativas. Además, pensándolo a una gran escala, también es un ahorro para la importación energética que hace el país”, dice el vice de la entidad.