La primera prueba de fuego que enfrentan para develar si "es más de lo mismo" o si el profesionalismo que los antecede se traduce en cambios y resultados efectivos, es cumplir con el objetivo de incrementar la superficie de trigo para la próxima campaña.
De la parada triguera saldrán fortalecidos o debilitados para encarar la lista de problemas que necesitan de una solución durante el 2014. Y como generalmente ocurre con los casos emblemáticos, donde se concentra una mayor atención que la habitual, el trigo le terminará imponiendo un sello a la gestión Casamiquela.
Por lo que trascendió, la nueva conducción de la cartera agropecuaria tiene entre ojo y ojo el funcionamiento del Registro de Operaciones de Exportación (ROE). En su diagnóstico la falta de transparencia y fluidez del sistema fue la gran responsable de la caída de la superficie del cereal, que desde 2003 perdió más de 2,5 millones de hectáreas. Así que de seguro, la primera medida que impulsarán en el ministerio sea desmontar el procedimiento de los ROE, aunque sin cambiarle el nombre, hasta hacerlo automático. La iniciativa tendría el apoyo de Argentrigo. Esta entidad, que preside Matías Ferreccio y que agrupa a toda la cadena sería convocada al ministerio para una reunión durante la próxima semana. Llevarán un segundo reclamo: la fuerte presión impositiva que sufre la actividad, comenzando por el 23% de retenciones. Creen que "para no caer en el voluntarismo es necesario implementar medidas efectivas que no se queden a mitad de camino". Lo cierto es que hoy por hoy una baja de las retenciones no figura en ninguna agenda de discusión entre los ministerios de Agricultura y Economía. Aunque con gusto a poco, una salida intermedia que los técnicos de Agricultura estudian es vincular mejoras en la productividad con excepciones impositivas.
El problema es que el tiempo no sobra para generar un escenario que vuelva a entusiasmar. Pensar que en los años ochenta llegó a representar el 35% de la superficie, que en la primera década de este siglo cayó al 21% y ahora representa menos del 10%.
Mientras aquí los esfuerzos están puestos en algo tan primario como resucitar cultivos y rotaciones indispensables para la sustentabilidad de las producciones en el largo plazo, el resto del mundo sigue rodando y compitiendo.
Algunos con buenas artes, como Chile. En el marco de los tratados de libre comercio, nuestros vecinos quedaron esta semana exentos del pago de aranceles por 600 productos que exportan a Japón y Corea del Sur. Así, lograron una mejora competitiva sustantiva para la entrada de sus las uvas frescas, damascos, cerezas, duraznos, frambuesas, kiwis, arándanos, jugos de manzana o las carnes de cerdo y ovina, entre otros alimentos.
Otros, mientras tanto, ganan competitividad silenciosamente como los farmers americanos. En una reciente encuesta de Farm Journal Pulse, sobre 1563 casos, sólo el 27% de los productores americanos realizan fletes de más de 50 kilómetros para entregar su cosecha. Habla a las claras de una red de acopios y centros de agregado de valor cercanos a la producción.
Y otros, lamentablemente, recurren a las malas artes, como los científicos chinos, Yan y Zhang que fueron detenidos en los estados de Arkansas y Iowa por intentar robar semillas de maíz con nuevos eventos biotecnológicos. Parece que el espionaje de los James Bond pasó de las armas nucleares a los agroalimentos.
El mundo cambia. Aquí con problemas para desenredarnos.