Néstor Kirchner todavía vivía. Una noche, en la casa de un dirigente fabril, Marcelo Mindlin, dueño de Edenor, intentaba convencer a la cúpula de la Unión Industrial Argentina (UIA) y a la CGT de la situación energética. Les explicó que los había convocado para que conocieran el problema y agregó que, si no se subían las tarifas, la Argentina iba a quedarse sin suministro eléctrico. Desconfiado, uno de los sindicalistas llamó a Julio De Vido, constató e informó luego al resto: en efecto, el ministro de Planificación estaba al tanto de la reunión. Como siempre, en realidad. Toda vez que un empresario le reclamó al arquitecto alzas en luz o gas se llevó en esos días la misma repuesta: lo entendía y lo compartía, pero no podía convencer a Kirchner.

José Luis Lingeri explicó entonces que lo que se estaba planteando era un problema de todas las empresas de servicios públicos. Y que él, como representante gremial en Agua y Saneamientos Argentinos (AySA), temía también por las redes de agua potable y los desagües cloacales. Lo exageró con un ejemplo extraño al léxico ingenieril: "Un día vas a abrir la canilla y va a salir mierda". Al retirarse, Hugo Moyano dudó: "Estos tipos están locos, pretenden que nosotros salgamos a pedir que suba la luz".

Siempre fue así. Si hay algo que el Gobierno no ha sabido es conciliar las urgencias políticas con el mundo de la física. Los apagones de los últimos días coinciden con un agravamiento de variables económicas que ha sorprendido al país en ausencia de Cristina Kirchner.

El gabinete entero parece desconcertado. De Vido se comunicó anteayer con Daniel Scioli y le contó lo que ya se discutía también en el despacho del jefe de Gabinete, Jorge Capitanich: la posibilidad de estatizar alguna distribuidora eléctrica y dividirla, según el área de concesión, entre la provincia y la ciudad de Buenos Aires.

En el caso de Edesur, el management no cambiaría excesivamente. Hace un año y medio que Luis Barletta, vicepresidente del Ente Nacional Regulador de Electricidad (ENRE), fue designado interventor en la empresa para fiscalizar, según publicó entonces la cartera de De Vido en una resolución, "todos los actos de administración habitual para salvaguardar la normal prestación del servicio público de distribución de energía eléctrica". El ENRE trabaja ahora en una auditoría de las inversiones que debió haber hecho Edesur. Una especie de autocrítica, si se atiende al cargo de Barletta.

La crisis apremia. El sistema eléctrico no aguanta 5 días hábiles de lo que el Servicio Meteorológico denomina "ola de calor": mínimas mayores a los 22° C y máximas por sobre los 32° C durante un lapso prolongado. Lo saben, antes que nadie, funcionarios de la Secretaría de Energía que la semana pasada fueron víctimas de un corte de media hora en esas oficinas y, en algún caso, en el domicilio particular. O defensores del modelo como Pablo Reale, líder de la Cámara de la Pequeña y Mediana Industria Metalúrgica, que la semana pasada llegó tarde a una celebración organizada en el hotel Castelar por la cámara Cgera, afín al Gobierno, porque el apagón lo dejó un buen rato encerrado con el auto en un estacionamiento.

No debería sorprender. Bastará con releer el plan energético que en 2002 exponía el ingeniero Daniel Cameron, hoy secretario de Energía. Uno de esos slides, acompañado al pie por la leyenda "Kirchner presidente", advierte: "Existen riesgos concretos de desabastecimiento a mediano plazo (2 a 3 años) a partir de la salida de la recesión". El programa incluía aumentos domiciliarios paulatinos en el primer año y medio de gestión. Hoy, 12 años después, el 70% de esos clientes paga la tarifa de 2001 pesificada.

"A Cameron no hay que explicarle nada, lo entiende perfectamente", se ha cansado de decir entre los industriales Alberto Calsiano, jefe de Infraestructura de la UIA. La permanencia del secretario de Energía en el cargo, después de seis amagos de renuncia y varias explosiones de ira, obedece sólo a su lealtad con el proyecto. Pero su irrelevancia política se ha extendido ahora a todo el Ministerio de Planificación, abocado últimamente sólo a seguir y contestar lo que se publica en los diarios.

Estos meses le dieron en cambio una segunda oportunidad como gestor a Axel Kicillof. Fue la primera conclusión que sacaron los hombres de negocios que vieron al ministro de Economía dominar la escena el lunes, durante la reunión en el Salón de la Mujer entre empresarios, sindicalistas y todo el elenco ministerial. Estaban él, Capitanich, De Vido, Carlos Tomada, Florencio Randazzo, Débora Giorgi y el presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega. Un industrial recordaba ayer con ironía el paso del académico por Aerolíneas Argentinas: "Vamos a ver cómo pilotea, hasta ahora siempre estuvo en el simulador".

Es lo que lleva a las empresas eléctricas a sentirse, incluso en medio de la crisis, más cómodas con Capitanich. El jefe de Gabinete parece atender a una lógica que ni ellas exponen en público: un monstruoso desfase entre costos e ingresos. Mientras la tarifa, incluyendo la industrial, aumentó en promedio 68% desde 2001, los costos de distribución subieron 1108%. La inquietud de Mindlin en aquella comida con la UIA. Y bastante más elocuente que la solicitada que Edesur publicó el día de Nochebuena: no mencionó una sola de estas causas y sólo recordó que enfrentaba "la mayor demanda de energía eléctrica de su historia". Gran invento argentino: empresas que hacen lo posible por no vender. Como si Volkswagen, Ford o Peugeot se quejaran del boom automotor.

Tal vez alguna de estas cuestiones ocupe un párrafo en La verdad del modelo , el libro que prepara en estos días Guillermo Moreno. El ex secretario no escribe, dicta. Ya terminó el primer capítulo, "Cómo conocí a Néstor", y acaba de adentrarse en el segundo. El emprendimiento editorial causa revuelo en el establishment. ¿Hará nombres?, se preguntan. Es probable que sí. Y unas líneas adicionales sobre energía resultarían también enriquecedoras.

Moreno podría recordar, por ejemplo, el día de noviembre de 2007 en que llamó a Endesa, controlante de Edesur, para ordenar que Ernesto Badaracco, adjunto a la dirección del grupo, declinara de presentar en el Coloquio de IDEA, en Mar del Plata, un trabajo del ITBA sobre la situación energética. Endesa no sólo cumplió, sino que lo explicó a los medios en un comunicado redactado en oficinas del Gobierno. El informe fue presentado igual. El ITBA aconsejó aplicar "precios competitivos" y el profesor Jorge Tersoglio, que reemplazaba a Badaracco en el panel, "poner en orden la oferta y la demanda".

Sólo la luz del sol es gratis. Thomas Alva Edison, el primero en intentar emularla, lo definía de un modo bastante más mercantilista: "No quiero inventar nada que no se pueda vender".