Durante los últimos años, el dicho “a río revuelto, ganancia de pescadores” mantuvo una vigencia remarcable.
Ahora las aguas están retomando la senda usual y las autoridades caen en la cuenta de que, luego de un largo período de precios “pisados”, el mercado se impone y, en consecuencia, los valores vuelven a posicionarse, pero en forma menos amigable para los consumidores locales.
Hoy el precio ronda en $1.350 por tonelada, condiciones cámara.
La lección es clara: no se puede ahogar la producción, con limitantes a la exportación, sin sufrir consecuencias ulteriores. Hoy la oferta cobra su factura. Por ello, el nivel de precios internos se ha estabilizado en un plano históricamente alto.
Los últimos años han sido patéticamente demostrativos del fracaso intervencionista: baja producción, tirantez con Brasil y puesta en riesgo de la existencia misma del MERCOSUR, resultantes básicos de este cóctel explosivo. El MERCOSUR se ha convertido en un mero espacio de regulaciones, una suerte de acuerdo de tipo arancelario. Y, a consecuencia de nuestra falta de oferta adecuada, Brasil viene implementando excepciones para el pago del Arancel Externo Común a países fuera del MERCOSUR.
Actualmente, el producto argentino puede llegar al puerto de Paranaguá con un precio de más o menos 17 dólares por debajo del correspondiente a EE.UU. Obviamente, la diferencia proviene de su posición como miembro del bloque.
La cuestión central acá es que Brasil necesita importar cerca de 8 millones de toneladas. Es un volumen más que atractivo para cualquier productor.
Se trata de una necesidad que nuestro país fácilmente podría satisfacer. Pero la Argentina no está en condiciones de hacerlo… ni de cerca. Es lamentable… Uruguay, por razones lógicas, tampoco. Lo mismo, Paraguay.
Con este cuadro, Brasil dispone cuotas para exceptuar el pago del arancel a países de extra-zona. Son cuotas que van creciendo con el paso del tiempo en proporción a la reducción de nuestra capacidad exportadora. Si no rectificamos el rumbo, el problema será gravísimo: ya está en el horizonte brasileño la posibilidad de que, directamente, se anule el Arancel Externo Común. Si se llegase a esa instancia, la Argentina quedaría prácticamente fuera de mercado…
Es algo así como un pecado capital que nuestro país no aproveche la ventaja que nos brinda este extraordinario mercado de 8 millones de toneladas al año.
Ya no podemos hablar más de volúmenes de más de 15 millones de toneladas. Resulta increíble pero es así: en plena convertibilidad –con un tipo de cambio nada competitivo- producíamos, por ejemplo, en el año 1996 cerca de 16 millones.
Ahora apenas nos acercamos a poco más de la mitad de tal cifra. Probablemente –tal como lo sostuvo el propio Ministro de Agricultura- lleguemos a la triste producción de apenas 8,5 millones de toneladas.
Habrá que revisar viejas estadísticas para tratar de encontrar un nivel similar. ¿Quizás en el siglo XIX?
Sólo cuando las cosechadoras ingresen en el sur de la provincia, veremos si hay posibilidades de que tal número mejore.
Mientras tanto el operativo de trilla sigue su curso y ya se encuentra en plena acción en la zona norte de la provincia de Buenos Aires. Probablemente, para mediados de mes se acerque a la zona triguera por excelencia.
De esta forma, la oferta vuelve a ingresar al circuito comercial, por ahora, con la fluidez deseada. Con ello, se termina el cuadro de valores récord de septiembre y octubre.
Se cual fuese el número final, la realidad es que la Argentina no podrá exportar mucho más de 2 millones de toneladas. Algo parecido a tan sólo 750 millones de dólares. Un poca cosa.
Esto sucede en un cuadro internacional de precios considerablemente sostenidos ya que Australia sufre una caída de producción. Y con Argentina casi fuera del juego, EE.UU. transita un camino alentador para tomar una mayor parte del mercado mundial.