Sin embargo, no detuvo la sangría en las reservas. Desde la designación de Capitanich y Kicillof, el Banco Central perdió alrededor de 150 millones de dólares por día. La inflación determina el retraso cambiario. Y el retraso provoca la caída de reservas. El kirchnerismo recobró la iniciativa. Pero no inspira confianza. Porque la Presidenta remodeló su gestión, pero no revisa su modelo Estadocéntrico.

La crisis de reservas es la principal obsesión oficial. Pero Kicillof parece más empeñado en revertir sus efectos que en corregir sus causas. La semana pasada reanudó la negociación de un préstamo de 4500 millones de dólares con el Banco de Desarrollo de China. Los fondos se destinarían, sobre todo, a la construcción de las represas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic.

Ambas fueron adjudicadas en una controvertida licitación a Electroingeniería, la empresa de Gerardo Luis Ferreyra, íntimo amigo de Carlos Zannini.

Los chinos jamás dicen que no. Pero el mismo banco negó los 2400 millones de dólares que se iban a destinar en 2011 al Belgrano Cargas, que Florencio Randazzo estatizó. Randazzo anunció la semana pasada que los va a renegociar.

Para Kicillof, las peripecias de Ferreyra y Randazzo son anécdotas. Él necesita esos desembolsos para recuperar reservas. Con el mismo objetivo, Julio De Vido viajará hoy de nuevo a Rusia, por si los dólares de China no aparecen.

¿Qué avales exigen los chinos? La agencia Reuters acaba de documentar ( http://lta.reuters.com/article/companyNews/idLTAL2N0J50L420131126?sp=true ) cómo, para financiar al gobierno de Rafael Correa, China exigió en garantía el 83% del crudo ecuatoriano. A través de traders privados, Petrochina revende ese petróleo a las refinerías de Chevron, que está condenada en Ecuador. Carente de otro financiamiento, Correa debió ceder su sector petrolero a China, que cubre el 61% de sus necesidades fiscales. Cuando, en 2010, el presidente del BID, Luis Alberto Moreno, conoció a José Mujica, le preguntó por la presencia de los chinos en América latina. Mujica contestó: "¿Los chinos? Esos sí que son jodidos. Dentro de 15 años vamos a estar extrañando a los gringos".

El endeudamiento argentino con China y Rusia sustituye al que hasta 2008 ofrecía Venezuela. La índole del vínculo es la misma: son relaciones de Estado a Estado. Es decir, no están contaminadas por el mercado de crédito. A pesar de que ese mercado presta a Bolivia a una tasa de 4,87% y a Grecia, a una de 8,89%.

Kicillof no contempla para los demás las restricciones que establece para sí. Mauricio Macri y Daniel Scioli son inducidos desde el gobierno nacional a contribuir al fondeo del Banco Central emitiendo bonos en dólares. El ministro no se escandaliza si los gobernadores se infectan endeudándose con la banca de inversión. Macri y Scioli son la derecha. Ya están envenenados.

¿Calificará así a Miguel Galuccio? Kicillof espera que también él, normalizada la relación con Repsol, se endeude en dólares. Si recurre a J.P. Morgan, el banco que asesora a YPF, da lo mismo. Es curioso: como vicepresidente de la petrolera "recuperada", Kicillof se permite comportamientos que evita como ministro.

No es la única licencia que se toma. El misterioso acuerdo con Chevron contradice la condena a las multinacionales de su Informe Mosconi. Ahora también habrá que eliminar las fotos de los daños ambientales que debía pagar Repsol. El precio que se reconoce a esa compañía por el 51% de YPF no los contempla: es el equivalente al que cotizaba el mercado el día de la confiscación. La avidez por los dólares liberó a Kicillof de algunos escrúpulos. YPF debe convertirse, igual que las grandes cerealeras, en una proveedora de dólares del Banco Central. Galuccio sonríe.

El acuerdo con Repsol es crucial, entonces, para el relanzamiento del Gobierno. Repsol contrató al Deutsche Bank para que estructure un bono a 10 años. Antonio Brufau, presidente de Repsol, pretende que sea canjeable por activos del Estado. ¿Vaca Muerta? También hay que resolver el problema de la jurisdicción judicial: la Argentina está abandonando Nueva York por el conflicto con los holdouts .

Detrás del acuerdo se oculta una jugada societaria: Isidro Fainé, presidente de La Caixa -primer accionista de Repsol-, debía vencer la resistencia de Brufau a acordar con Cristina Kirchner. Fainé pretendía hacerlo antes de que el kirchnerismo dejara el poder: "El próximo gobierno tardará en pagar, con la excusa de que hay que estudiar el caso", aconsejó. Fainé se alió a otro accionista: Pemex. Su presidente, Emilio Lozoya, está enemistado con Brufau y es amigo de Miguel Galuccio.

El entendimiento YPF-Repsol habilita otras jugadas internacionales. Aproxima a Repsol al mercado mexicano de petróleo, que está por desregularse, y permite a Pemex aproximarse a Vaca Muerta. Mañana llegará a Buenos Aires la vicecanciller de México, Vanessa Rubio Márquez.

Kicillof no consigue detener la sangría del Central. Pero las distorsiones cambiarias son cada vez más indecentes. El miércoles pasado, en la Cámara de Diputados, Alfonso Prat-Gay ofreció tres ejemplos. Uno: un argentino compró una Maserati en Miami con su tarjeta de crédito y, sin sacarla de la concesionaria, la volvió a vender: en el pase ganó 150.000 dólares. Dos: una multinacional norteamericana aprovechó el subsidio cambiario y adquirió en Buenos Aires un avión para su chairman. Tres: varias multinacionales se han estado proveyendo desde su sede porteña de los pasajes aéreos que utilizan en el resto del mundo. El modelo nacional y popular suele ser generoso con los ricos.

Para corregir estos disparates, Capitanich y Kicillof abordaron la máquina del tiempo y regresaron a septiembre de 2011. Encontraron a Julio De Vido y Guillermo Moreno prometiendo al empresariado un Programa de Convergencia Nominal (PCN), que la señora de Kirchner desechó una vez que arrasó en las elecciones. Sólo dispuso una tímida quita de subsidios, que ahora sería más drástica. Eso sí: los ingresos irán al Tesoro, no a las empresas que brindan los servicios.

El PCN fue explicado por Capitanich y Kicillof a industriales y sindicalistas: a fines de 2014 las tarifas y la emisión monetaria deben aumentar un 15%. También los salarios. A pesar de que su jefe, Capitanich, había hablado ante los gremialistas durante 45 minutos, Kicillof siguió otros 30. Dijo que ninguna paritaria podía superar el 15%. El bancario Sergio Palazzo, que inicia la ronda en enero, explicó que era imposible acordar por menos del 22%. Agregó que los bancos disponían del dinero para ese aumento. El ministro no entró en razones: "Tus afiliados se tienen que reestructurar".

Kicillof parecía Domingo Cavallo, abanderado de la productividad, en el furor de los 90. Capitanich y Kicillof prometieron un milagro matemático: bajarán la inflación oficial del 10% al 15%. El ministro de Economía está por repatriar a un ex funcionario del Indec para dirigir ese instituto.

El experimento de Capitanich y Kicillof se sostiene en una creencia central del kirchnerismo: no hay en la vida pública dinámica alguna que no sea susceptible de ser disciplinada por la voluntad del que manda. Ese reduccionismo político impide a la Presidenta admitir la relativa autonomía del mercado. El mercado le responde consumiendo las reservas.

El voluntarismo de Capitanich hace juego con su hiperactividad. Este fin de semana se fotografió con el nuevo titular de la Sedronar, Juan Carlos "JuanKa" Molina. El "cura Benítez" de la señora de Kirchner, que en mayo del año pasado enviaba tuits contra el aislamiento del cardenal Bergoglio y en abril divulgaba su foto con el papa Francisco. Flexible, JuanKa.

Ya hay quienes llaman a Capitanich "el Adolfo". Su margen de acción despierta envidia en el resto del Gobierno: la Presidenta se relaciona con él como una reina con su primer ministro. "Hablen todo con Coqui", ordenó a los ministros. Y recibe a "Coqui" por las tardes para un informe breve. La atención de Cristina Kirchner se concentra casi por completo en la familia.

Mientras tanto, Capitanich se propuso delinear la agenda pública con dos intervenciones periodísticas diarias, por la mañana y por la tarde. Y encargó a los ministros que presenten en diez días las actividades de los próximos dos años. De allí saldrán los 200 anuncios que se propone realizar.

Capitanich no encontró todavía un límite. ¿La Presidenta incorporará a Sergio Urribarri como ministro del Interior para opacarlo? Randazzo quedaría al frente de un Ministerio de Transportes, desdoblado. Habladurías que Urribarri rechaza.

Para advertir los efectos del ascenso de Capitanich hay que mirar hacia La Plata. El malquerido Daniel Scioli viajó hasta la casa de Sergio Massa, en Tigre, a pedir los votos necesarios para aprobar el presupuesto. Massa puso condiciones: evitar un impuestazo y girar fondos a los municipios. Pero apoyó. Massa evitó a Scioli una pesadilla: la de recurrir mes a mes a Capitanich, su rival en el Frente para la Victoria, para poder pagar los sueldos. Milagrosa Presidenta: consiguió, con la reinvención de su gobierno, un acercamiento inesperado.