Incluso, el ministro Puricelli reconoció que "la lucha contra los grupos narcos es difícil, y por ahí no alcanza" y que la Argentina tiene una frontera "permeable".
Sin embargo, a pesar de tal reconocimiento, sigue vigente la ley de repatriación de dólares blue , que inhabilita al Estado para indagar, a través de la AFIP, sobre el origen de los dólares que se sometan al beneficio fiscal del blanqueo. ¿No nos hallamos, acaso, ante una evidente contradicción en la implementación de políticas públicas consistentes y efectivas contra el flagelo narco? No hace falta ser un experto para comprender que resulta materialmente imposible prevenir el blanqueo de dólares procedentes del narcotráfico sin que se le permita a la AFIP indagar sobre el origen real de los fondos.
La Argentina realizó tres programas fiscales de repatriación de divisas no declaradas. El primero fue en 1992 y se caracterizó por la consolidación de los carteles de la droga en el mercado económico de nuestro país. La Justicia detectó que, entre 1993 y 1996, el cartel de Juárez (México) y el de Medellín (Colombia) invirtieron sus ganancias astronómicas en la compra de, por ejemplo, la estancia Rincón Grande de Balcarce, una mansión en el barrio Los Troncos de Mar del Plata, acciones petroleras, autos de lujo, joyas e inmuebles en la avenida Alvear y en Puerto Madero.
La novedad del blanqueo 2009 fue la necesidad de grupos narcos locales -focalizados en la venta de paco, marihuana y armas ilegales- de legalizar sus ganancias mediante la compra de hoteles tres estrellas, restaurantes y bares de ciudades del interior. Éste fue el caso de la banda liderada por Guillermo Altamira (alias "el Gallo") y Osvaldo Altuna, cuyas ganancias fueron reinvertidas en Córdoba, Santa Fe y Neuquén, donde compraron la fábrica de colchones Quemu-Quemu, otra de casas rodantes y trailers llamada Fortinera Neuquina, con la que, en teoría, proyectaban exportar a Irak, y el boliche bailable Como en Casa, que servía, a su vez, de lugar recreativo de la organización.
El tercer programa de blanqueo es el actualmente vigente. Su novedad es que los recientes controles cambiarios tendientes a detener la "fuga de capitales" profundizan el clima de incertidumbre política que favorece, a su vez, a la operatoria narco. Mientras las autoridades se ocupan de restablecer el orden socioeconómico, el crimen organizado aprovecha la distracción reinante para consolidar su poder territorial o hacer alianzas con otros grupos criminales (GAFI, Reporte Anual 2012).
Pero esto no es todo. El narcotráfico también se siente cómodo en economías como la nuestra, con altos índices de informalidad. En ese contexto, puede movilizar, ocultar y reinvertir su dinero en efectivo con total impunidad y anonimato.
Según los pronósticos del profesor Friedrich Schneider, del MIT, la Argentina tiene un mercado paralelo aproximado del 30-38%. Sin embargo, con la imposición del "cepo cambiario" se podría inferir que el grado de informalidad creció significativamente en el último año. Los ahorristas, al no poder comprar dólares en el sistema regulado, acuden al mercado blue . Este pasaje constante hacia el mundo paralelo también beneficia al narcolavado. Los llamados arbolitos de la calle Florida, como también las cuevas financieras, atienden por igual a los ahorristas y a los narcos. El encuentro forzado entre uno y el otro, en el mismo ambiente oculto, dificulta aún más la tarea preventiva y represiva contra la corrupción, el crimen organizado y las mafias.
Quizá no tengamos "un país al margen de la ley", como solía repetir el filósofo Carlos Nino. Quizás a esta altura tengamos un país con ciertas reglas de convivencia económica, pero regidas por el impacto de la inseguridad, la droga y el narcolavado. Esperemos que la reacción de la dirigencia no sea tardía.