El trigo argentino está en uno de sus peores momentos, pero los actores de la cadena del cultivo prefieren levantar la cabeza y mirar las oportunidades que todavía depara el mediano y largo plazo. Saben que si se trabaja en conjunto para superar algunas barreras coyunturales se puede aspirar a producir 20 millones de toneladas del cereal y exportar más de 13 millones de toneladas.
Alrededor de ese desafío giró la jornada que realizó Argentrigo esta semana en la Bolsa de Cereales de Buenos Aires. El primer disertante del evento fue el brasileño Sergio Roberto Dotto, jefe del área de trigo de Embrapa, la principal entidad técnica del agro brasilero, quien mostró una radiografía de la producción del cereal en su país y dijo que allí la demanda de trigo argentino seguirá firme a pesar de los vaivenes de la producción. “Pueden estar tranquilos que siempre exportarán trigo a Brasil”, aseguró.
En Brasil, donde la agroindustria representa el 22% del PBI, el trigo ocupa principalmente los estados del sur, que cuentan con un clima templado. El área sembrada, explicó Dotto, ronda las 2 millones de hectáreas, y la producción alcanza las 6 millones de toneladas. Por una cuestión de logística, que es el punto débil del país vecino, a los estados del sur les conviene exportar trigo a otros países antes que proveer a los estados del norte, que demandan un gran volumen. El consumo brasilero del cereal supera los 10,5 millones de toneladas, y la importación es de unos 7 millones. Hoy, según indicó Dotto, la Argentina representa el 73% de las importaciones brasileras de trigo.
Es evidente que Brasil es un mercado que la Argentina debe cuidar como el oro. Algo así fue lo que dijo a su turno Leandro Pierbattisti, asesor de la Federación de Acopiadores de Cereales, quien se preguntó si el objetivo de exportar 13 millones de toneladas de trigo es factible, teniendo en cuenta que en los últimos diez años la Argentina perdió mucho lugar en el mercado internacional.
“Es primordial mantener el nivel de provisión a Brasil, que está difícil. Argentina podría colocar allí 6,3 millones de toneladas”, afirmó el especialista, y luego explicó que la cercanía geográfica y cultural facilita el trading. “A mayor distancia de la originación, mayor costo y mayor riesgo. Exportar a Brasil nos cuesta 15 dólares por tonelada, mientras que al sudeste asiático nos cuesta 65”, ilustró.
Un rato antes, Marcela Cristini, economista de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), había dicho que la agroindustria en Argentina tiene el destino de empujar el desarrollo, y había hablado de algunas materias pendientes de la cadena del trigo. “La competitividad y la inserción en mercados internacionales es muy pobre. Argentina es el quinceavo productor mundial y el sexto exportador de grano de trigo. A su vez, es el quinto productor de semiprocesados, pero el 35° productor de procesados. No puede ser que Argentina no esté exportando masivamente galletitas y panes, al menos en la región”, remarcó.
Al respecto, Pierbattisti dijo que en Argentina hubo una intervención equivocada del mercado. “Se necesita estabilidad, saber lo que va a pasar. El mercado cambió. Hoy el mar Negro tiene casi el 50% del mercado internacional, y hay que pensar eso si queremos ir más allá de Brasil”, advirtió. Luego remarcó que aun se puede recuperar destinos, porque “el mercado no es rencoroso si tenemos volumen, calidad y logística”.
Respecto a la calidad, el especialista dijo que se trata de un concepto muy relativo y variable en el tiempo. “Para que haya segregación todos se deben poner de acuerdo en un estándar de calidad y que se premie o se castigue de acuerdo a eso. En Argentina hay una grave confusión entre lo que es segregación y segmentación”, explicó. Luego agregó: “La única manera de asegurarse precio es que haya competencia entre la exportación y la industria. Hay que darle una señal de precios al productor”.
En el cierre de la jornada, el presidente de Argentrigo Matías Ferreccio dijo que la foto actual del trigo no es buena, pero intentó dejar un mensaje de esperanza. “La venimos pasando mal; no le hemos encontrado la vuelta a la situación. Pero estas situaciones sirven si aprendemos. Debemos buscar los puntos en común dentro de la cadena y con otras cadenas para presentar soluciones puntuales”, afirmó.
Al menos suena como un buen punto de partida para salir del fondo.