Dejar en manos de especialistas un problema difícil de resolver puede resultar no solo un alivio, sino también la clave de la sobrevivencia de un tambo. La mortandad suele convertirse en una dificultad nada fácil de sortear. Sin embargo, la guardería de terneros que funciona en un colegio de Bell Ville, Córdoba, de la mano de una docente y sus alumnos, se convirtió en la mejor solución para un grupo de productores que no le encontraba la vuelta a la crianza y estaba poniendo en serio riesgo el futuro de su producción.
Esta herramienta surgió de la conjunción entre el sector público y el privado, permitiendo que productores lecheros pudieran tercerizar uno de los procesos más delicados. Por ventajas económicas, de practicidad y eficiencia, se perfila como una alternativa de interés en la región.
La guardería está cerca del kilómetro 500 de la ruta nacional 9, en las instalaciones del Instituto Provincial de Educación Agropecuaria Orestes Chiesa Molinari (ex Escuela Nacional de Agricultura).
A pocos metros del asfalto se crían cientos de terneros. Se comenzó tratando de solucionar la alta mortandad en el tambo propio de la escuela. “Como en muchos establecimientos, las terneras se morían y había muchas complicaciones” recuerda la docente Raquel Vissani, jefa de Ganadería de la institución, quien literalmente se llevó las crías al patio de su casa -vive dentro de las tierras de la escuela- para cuidarlas personalmente.
Con el tiempo llegó el contacto con Eduardo y Santiago Bianco, expertos en el sistema Ruter -alimento sólido que funciona como sustituto lácteo- de destete hiperprecoz en la región. El planteo fue comenzar a trabajar bajo esas normas, incorporando animales de la zona.
Hoy, cuentan con once productores como clientes, algunos de ellos con hasta cinco tambos. Y a la institución educativa le permite formar alumnos en herramientas laborales y obtener ingresos.
Comenzaron con crianza en estaca y ante el aumento en la cantidad de terneros implementaron correderas. Luego diferenciaron sectores que se ocupan durante verano e invierno, para dar descanso a las distintas superficies. “Lo mejor que uno puede hacer en una guachera con alta carga es dejar un intervalo de por lo menos 180 días en la utilización del espacio, por las bacterias y los microorganismos”, aconseja la docente.
Al ingresar, el ternero tiene un período de corredera de siete semanas. Las cinco restantes está en corrales, una etapa en la que ya deja la leche. Al comer únicamente sólidos, el manejo es más simple.
Los lunes y martes se organizan recorridas por los establecimientos de los clientes para recoger los terneros y devolver los que cumplieron 90 días en la guardería. “Uno de los problemas más serios es lo que ocurre entre que el ternero nace e ingresa a la guardería. Es un período crítico”, asegura Vissani.
Para el productor, la crianza es una actividad compleja dentro del tambo y no siempre cuenta con mano de obra especializada. “Como no es algo que le genere ingreso directo, cuesta verlo a largo plazo y suele quedar de lado”, advierte la profesional.
Tanto el parto como la asistencia a la cría suele ser poco atendida, o por lo menos no lo es en la medida más conveniente. Esto provoca que el ternero ingrese al sistema complicado inmunológicamente y obligue a duplicar el esfuerzo en la guachera.
“Si el productor comprendiera que la buena atención de la vaca y el ternero en el parto es el salvoconducto de una buena crianza, estaríamos solucionando muchos problemas en el tambo”, agregó la experta.
Los porcentajes de mortandad que tienen todavía no son los deseados, ya que el sistema es complejo, debido a las diversas procedencias de los terneros. Entran entre 80 y 100 animales nuevos por semana y en los picos de pariciones llegan a tener 1.000 terneros.
Cada uno llega con una problemática distinta y es difícil darle un tratamiento individualizado. Pero están buscando llegar a un promedio de 8% de mortandad, un número muy razonable para la actividad y las condiciones en que se desarrolla.
La alimentación se basa en el sustituto lácteo, maíz con concentrados y rollo. Hay un plan sanitario inicial, y tratamientos puntuales por problemas respiratorios o de diarrea. Se hace doble vacunación para problemas neumónicos, clostridiales, gangrena, antiparasitario, vacuna contra salmonella y aftosa.
En la escuela están convencidos de que un buen plan sanitario tiene un importante retorno para el tambo, ya que se va generando inmunidad en los animales y regresan más fuertes a sus establecimientos.
Para el productor lechero, el esquema es redituable. Un ternero de 90 días ya está ruminalmente desarrollado y encaminado. De vuelta en el campo en esas condiciones, es más simple continuar con la recría, con menos necesidad de personal y menos problemas.
A la luz de su experiencia, Vissani concluye que en la lechería en general hay una problemática muy grande “que no nos permite crecer en número con nuestros propios terneros”. Así, dice que apenas alcanza para hacer reposición de lo que se vende.
Pero insiste en que una buena cría repercute al final del balance más de lo que se cree. En el tambo que explota la escuela, el 90 por ciento de terneras surgieron de esta guardería y, con orgullo, pueden decir que alcanzan niveles de producción de 32 litros promedio.
Es el resultado de una buena base, lograda con una crianza muy bien hecha y con todo lo que requiere el momento más importante en la vida del animal. Porque lo que pasa al principio, es fundamental.