Además, recorrió la historia de Carlos Sala y del Departamento de Biotecnología de Nidera. Una mirada desde el interior de la genética.
El domingo 20, en Salta, el equipo de Biotecnología de Nidera S.A. recibió el premio bienal Francisco Sáez en la apertura del XLII Congreso Argentino de Genética y III Reunión Regional SAG-NOA, realizado en esa ciudad del 20 al 23 de octubre.
Este premio se otorga a trabajos sobre investigación en genética en Argentina y en este caso fue adjudicado a un estudio sobre enanismo en girasol desarrollado por Nidera. La Dra. María Inés Oyarzabal, presidente de la Sociedad Argentina de Genética, fue la encargada de entregar el galardón al trabajo correspondiente al período 2011/2013, presentado en el mes de abril por el Ing. Carlos Sala, gerente de Investigación del Departamento de Biotecnología de Nidera fallecido el 30 de septiembre pasado. Se trata del trabajo “PHENOTYPIC CHARACTERIZATION, GENETIC MAPPING AND CANDIDATE GENE ANALYSIS OF A SOURCE CONFERRING REDUCED PLANT HEIGHT IN SUNFLOWER” de María Laura Ramos, Emiliano Altieri, Mariano Bulos y Carlos A. Sala, publicado en Theoretical and Applied Genetics en el año 2013, Vol. 126.
En la carta de postulación, Sala expuso que “el artículo fue enteramente realizado e investigado en la Argentina, en el departamento de biotecnología y en el campo experimental de la empresa Nidera S.A. Los autores pertenecen a un grupo de investigación fundado hace más de 10 años, que es sumamente activo en investigación y publicación de resultados. Como así en otras actividades académicas como docencia, tesis de grado y postgrado en varias universidades argentinas: de Rosario, del Noroeste de la provincia de Buenos Aires y de Buenos Aires”.
Es la primera vez que el premio Sáez se entrega a una empresa privada. En este caso, fue recibido por María Laura Ramos, Emiliano Altieri, Mariano Bulos y en nombre de Carlos Sala, sus hijas, Lihue y Anahí Sala. Al momento de la entrega, Oyarzabal recordó a Sala expresando que “quienes lo conocieron, lo recuerdan como una persona brillante, cálida, cordial y generosa”.
Pero fue justamente Mariano Bulos quien puso de relieve a Sala y a su equipo de trabajo. “Preferimos recordar a Carlos como persona porque sus trabajos han dejado la impronta de lo que él era en el ámbito científico”, continuó.
“Quiero transmitirles algo de lo que Carlos representó parta mí en lo personal y para el grupo. Y de esta forma, poder contarles algo a los que no lo conocían”, dijo Bulos y continuó: “Yo llegué a Venado Tuerto hace 12 años, luego de haber tenido una entrevista en el laboratorio, que posteriormente iba a ser la oficina de Carlos. Me encontré con una persona que me hablaba de biotecnología en las grandes ligas, y me costaba entender el contraste, porque en realidad lo que él me estaba contando iba suceder 10 años después”.
“Carlos no podía ver el futuro pero tenía la capacidad de modelarlo, y a esa altura, ya todo estaba en su cabeza”, apuntó.
“Me uní a un grupo pequeño de empleados, casi como una familia que me abrió las puertas como a un hermano más. El primer día de trabajo, Carlos me sentó debajo de un árbol y me contó todo y cada uno de los proyectos en donde estaba y luego me entregó la llave del laboratorio con una confianza que yo aún no podía comprender. De ahí en más todo fue confianza, todo fue apoyo y enseñanza”, relató.
Y continuó: “Carlos me formó como profesional y luego me permitió ver el mundo. He conocido mucha gente, de muchas nacionalidades, genios intelectuales, y les puedo asegurar que Carlos Sala estaba en el top ten. Cada vez que visitaba institutos u otras empresas, volvía con la certeza de que nosotros estábamos bien posicionados, en el camino correcto y que no teníamos nada que envidiar a ningún grupo”.
“Pronto me di cuenta de que Carlos necesitaba un ejército de 30 personas para llevar adelante su sueño, entonces formamos un grupo para que se transformara en esta tarea, y que todos pudieran hacer realmente de todo”.
“La enfermedad de Mariel, la esposa de Carlos, con cinco años de lucha, y luego la de Carlos en estos últimos dos, nos hizo trabajar con mucho más esfuerzo. Lo disfrutamos, la peleamos y tuvimos frutos increíbles en el medio de la tormenta. Llegamos con productos, patentes, colaboraciones. Nada impidió que el diseño mental de Carlos se saliera de curso. Estábamos todos, desde el último de los asistentes hasta el primero de los investigadores trabajando para eso, como grupo y como amigos”.
“Formamos gente, interna y externa, amigos que luego siguieron su rumbo con la impronta que él les dejó”.
“Carlos te enseñaba a pensar más allá de los conocimientos. Podía sacar una historia de una tabla de números, que para el resto de las personas era meros valores sin trascendido”.
“Tenía un optimismo increíble, todo se podía resolver. No había objetivo difícil. Todos los días llegaba con un proyecto nuevo, para que nosotros, al costado de lo que veníamos haciendo, lo encaremos y tengamos listo para la semana que viene”.
“Era un Bill Gates o un Steve Jobs, pero trabajaba en la oficina de al lado y tomaba mate”.
“La gente que pasaba por nuestro laboratorio escuchaba en lo que estábamos y creo que se iba convencida de que todo era mentira, porque era imposible que eso estuviera sucediendo acá con esta velocidad y con estos resultados”.
“Escribimos libros, patentes, artículos, creamos materiales, descubrimos secuencias, pero fundamentalmente nos divertimos y aprendimos. Más allá del esfuerzo que implicó cada logro. Les puedo decir que cuando uno veía a Carlos trabajar con esa pasión estaba claro que él no estaba trabajando, que disfrutaba cada minuto y en realidad, ese era su momento de distención”.
“En nuestro laboratorio seguiremos trabajando junto a Carlos, como gerente espiritual. Las puertas de nuestro lugar de trabajo seguirán abiertas para el que quiera acercarse a preguntar cosas o compartir proyectos e ideas”, concluyó Bulos, para rematar: “Ahí vamos a estar para atenderlos, nosotros, y Carlos”.