Esa ausencia se ha constituido en una reducción a escala oblicua, paródica, del principal vector que rige la vida pública: el trámite sucesorio abierto por el ocaso electoral del kirchnerismo.

La situación objetiva tiene contornos bastante precisos. La señora de Kirchner guardará reposo estricto durante más o menos 7 días. Después recuperará de a poco su actividad. Aunque debería esperar unos 30 días para retomar su rutina, los neurólogos la autorizaron a realizar tareas que no planteen demasiadas exigencias en un par de semanas. De modo que si el Gobierno se enfrenta a alguna cuestión crucial durante su convalecencia, ella intervendría en la decisión.

El cuadro no despeja por completo las incógnitas sobre la salud de la Presidenta. Los médicos oficiales no aclararon a qué se debió el traumatismo que le provocó el hematoma. Tampoco se conocen las razones de las arritmias que la llevaron hasta la Fundación Favaloro. Muchos profesionales se preguntan si no tendrán que ver con el tratamiento hormonal que sigue desde que le extirparon la tiroides. También especulan con que su pérdida de peso se relacione con ese tratamiento.

Los funcionarios se irritan ante los reclamos de transparencia. Como si la jefa del Estado fuera una celebrity con derecho a ocultar su cuadro clínico. Un contraejemplo: como hizo notar la politóloga Eugenia Mitchelstein, la Casa Blanca publica informes muy precisos sobre la salud de Barack Obama (http:/blogs.suntimes.com/sweet/The_Presidents_Periodic_Physical_Exam.pdf). Más aún, cuando era candidato, Obama también divulgaba dictámenes sobre su salud.

Más allá del fenómeno objetivo, la acefalía provisional está exhibiendo una gran capacidad metafórica. Obligado a transferir la titularidad del Poder Ejecutivo al vicepresidente, el kirchnerismo se sumergió en un estado de consternación digno de una comedia. Hasta el lunes por la mañana, los funcionarios no sabían qué hacer con Amado Boudou. En las oficinas de Juan Manuel Abal Medina informaban que ya había asumido sus nuevas funciones, y en el despacho del interesado ignoraban todo.

Boudou, que lamenta ante sus íntimos ser "un muerto en vida", terminó, como corresponde, ocupando la Presidencia. Un poco por la fuerza de la ley, otro poco por la acidez de sus críticos. La oposición hizo escarnio del socio de "Nariga" Núñez Carmona, obligando a Máximo Kirchner y a Carlos Zannini a llevarlo al primer plano. El lunes le cedieron la explanada de la Casa Rosada para que encabece un acto proselitista con Daniel Scioli y Martín Insaurralde. La excusa fue audaz: entregar patrulleros.

En pocos minutos, la ficción quedó al desnudo. Mientras Boudou declaraba que la Presidenta mantenía un plácido reposo, ella reingresaba en la Fundación Favaloro para hacerse el examen prequirúrgico. El vicepresidente volvió a tomar contacto con la realidad al regresar al despacho del Banco Nación, en el que Zannini lo tiene confinado por si hay que firmar algún decreto.

Zannini ensayó su hora de gloria. Sigiloso enemigo del vicepresidente -muchos funcionarios le atribuyen filtraciones del caso Ciccone-, fue retratado como el álter ego de su jefa. La imagen fue tomada por el núcleo familiar como una irreverencia. La Presidenta advirtió en una entrevista reciente que "sólo confío en mis hijos". En 2012, abriendo las sesiones del Congreso, aclaró que Zannini "es nada más que un asesor jurídico". Se entiende, entonces, que Abal Medina manifestara ayer que "la única que tiene el poder es la Presidenta". Una aclaración con doble fondo: menoscaba al vicepresidente y tranquiliza a los adversarios internos de Zannini, encabezados por Julio De Vido.

Con la acefalía reaparecieron las proverbiales dificultades de los Kirchner para ceder poder a alguien ajeno al grupo familiar. Sea un íntimo, como Zannini, o un obsecuente, como Boudou. Nada que sorprenda: en el extremo de la endogamia, la señora de Kirchner se hizo entregar el bastón presidencial por su hija. Estas propensiones adquieren un nuevo significado a contraluz de la transferencia forzosa del año 2015. Las peripecias de Boudou y de Zannini prefiguran los sinsabores que le esperan a quien la señora de Kirchner señale como heredero. Si es que está en condiciones de preferir a alguien.

La lección está destinada, sobre todo, a Scioli, quien a partir del sábado intenta aprovechar las forzadas vacaciones presidenciales. Desde que Martín Insaurralde perdió las primarias, el gobernador apunta a dos objetivos contradictorios: ofrecerse al electorado como el garante del orden poskirchnerista, y a Cristina Kirchner como el mejor candidato a una sucesión solidaria. En vez de involucrarse en la derrota bonaerense, recomienda "ayudar al Gobierno para que llegue bien a 2015". Ahora, con el alejamiento provisorio de la Presidenta, Scioli aspira a realizar un ensayo general de la escena que sueña para ese año.

Desde que Cristina Kirchner se internó, Scioli se propuso como un antídoto contra la incertidumbre. Si el Gobierno se resignó a catapultar a Boudou por unas horas, fue también para desplazarlo de esa posición. Pero Scioli insiste. Anteayer le ganó de mano a Alfredo Scoccimarro para comunicar el éxito de la neurocirugía. Y ayer se refirió a la Presidenta en estos términos: "Ella nos ha marcado el camino del futuro, de esta década de recuperación y crecimiento, tras la cual viene una gran década de desarrollo, si somos capaz (sic) de cuidar estos logros y construir un futuro mejor".

Estas palabras habrán sonado como una herejía en el iracundo oído presidencial. Para alguien que debe sostener el timón dos años más, los elogios de Scioli tienen el improcedente tono retrospectivo de una oración fúnebre. Sugieren, además, que puede haber un futuro mejor sin un Kirchner al frente del poder. Un ciclo de "desarrollo" que supere el actual, de mero "crecimiento". Y que se extienda una década, con lo que Scioli aspira, por lo menos, a la reelección en 2019, salvo que maquine alternarse con Karina Rabolini.

Sergio Massa también irrumpió en la escena médica para acelerar con declaraciones la dinámica del reemplazo. Como si le contestara a Scioli, dijo: "Quienes están en el Gobierno tienen la responsabilidad del pasado y del presente, mientras que nosotros tenemos la tarea de la propuesta y del futuro".

Como Scioli, Massa se postula como un juglar del porvenir. Pero, a diferencia del gobernador, sugiere una ruptura. La constitución del Frente Renovador supone que el deseo de Scioli de llegar al poder predicando la continuidad del kirchnerismo es imposible. Massa se presenta como una alternativa. Explícita para 2015, subliminal para estos días. El domingo decidió mostrar un equipo económico. Se postula como una referencia de gobernabilidad más inmediata y concreta que Scioli.

Massa puede ser más agresivo que Scioli frente a las deficiencias del Gobierno. La exhibición de sus técnicos no es sólo una respuesta al desasosiego que puede producir la ausencia de la Presidenta. Pretende ser un catalizador de la batalla que se libra en el seno del poder por la responsabilidad de la política económica.

El más comprometido en la pelea es Guillermo Moreno, único funcionario cuya renuncia ha pedido Massa. El despacho de Moreno es la usina principal de las versiones sobre cambios en el, llamémosle así, gabinete económico. El propio secretario de Comercio pronostica ante empresarios y diplomáticos que pronto estará fuera del cargo.

Esas profecías expresan los deseos de Moreno. En estos años él ha ofrecido a la Presidenta una gestión basada en la prepotencia del poder. La vigilancia sobre el comercio, la administración de las exportaciones y la manipulación cambiaria. Los instrumentos de este funcionario para doblegar la inflación no dependen de regla alguna. Se basan en el temor que sea capaz de inspirar el Gobierno.

Moreno sabe que, si el próximo 27 el kirchnerismo queda muy debilitado, le será dificilísimo mantener el control de precios y tener a raya al dólar paralelo. Empresarios que temblaban cada vez que identificaban su llamado, ya no le atenderán el teléfono. Ante esa posible pesadilla, Moreno prefiere dejar su cargo a otro. Lo manda a decir a la convaleciente Presidenta a través de los diarios. Habrá que ver si ella le sigue haciendo caso.