El jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, sostuvo que la Presidenta mantendrá todo el poder, y apoyó -de manera formal- al vicepresidente. Pero ni Abal ni Zannini ni Cristina ni Máximo Kirchner tienen el más mínimo interés de que Amado se haga cargo de verdad. Ya lo bajaron de casi todos los actos proselitistas en los que una palabra suya podría provocar una enorme pérdida de votos. Su incursión en Córdoba fue lamentable. Estuvo destinada, casi exclusivamente, a dar categoría mítica a la jefa del Estado y al ex presidente fallecido. Boudou afirmó que siempre ambos estuvieron dispuestos hasta a dar su vida por el país. Son ese tipo de declaraciones, y en boca de dirigentes con pésima imagen, las que irritaron a los votantes de las últimas PASO.
Ahora que la Presidenta está fuera de peligro y en franca recuperación, no hay motivos para hacer el análisis correspondiente para saber cómo impactará su convalecencia. Lo primero que hay para decir es que desde el sábado, cuando se conoció la noticia de que Cristina Fernández había concurrido a la Fundación Favaloro, hasta que se confirmó que la operación había sido exitosa, todo el país político se paralizó, dentro y fuera del Gobierno.
El candidato a diputado nacional y presidenciable, Sergio Massa, fue uno de los que más se inquietaron. Por eso mandó a pedir una encuesta para evaluar si la dolencia de la Presidenta se traduciría en votos para Martín Insaurralde, su adversario del Frente para la Victoria. Los primeros resultados estarán sobre su escritorio de la intendencia de Tigre mañana a la mañana. Sin embargo, sus asesores respiraron aliviados ayer cuando confirmaron que la jefa del Estado se irá poniendo mejor y estará activa en menos de un mes. Temían que el "efecto compasión" ante una mujer vulnerable que lucha por su vida disparara una ola de empatía parecida a la que le hizo obtener en octubre de 2011 el 54% de los votos. Ahora, en el Frente Renovador, saben que la conmiseración no alcanzará para tanto. Y que el clima de hartazgo que dominó las PASO no cambiará de un día para el otro.
En cambio, al jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, no se le movió un pelo. Los encuestadores que trabajan para posicionarlo como candidato a presidente le explicaron que, en la ciudad, la abrumadora mayoría de los argentinos consultados por la salud de Cristina separaron la situación personal de la jefa del Estado de lo que piensan de su gobierno. Él, por su parte, parece exultante: los números que maneja muestran que nunca su gestión como jefe de gobierno fue mejor valorada que ahora. Y que la ponderación cualitativa que cada dos años encarga al encuestador español Roberto Zapata lo muestra como el dirigente "más distinto" de todos los candidatos vinculados al oficialismo que pretenden reemplazar a Cristina Fernández.
"Es increíble: el Metrobus de la 9 de Julio pareció iluminar todas las otras obras que veníamos haciendo", le explicó a su gabinete. También anticipó un diagnóstico de mediano plazo, que, según sus asesores, lo terminaría de colocar en una posición envidiable para su sueño presidencial. "Si todavía faltan dos años para terminar el gobierno y ya hay gente que ni siquiera les reconoce a Cristina o a Néstor algunas de las cosas que hicieron bien, ¿qué te parece que va a opinar en octubre de 2015?", me dijo uno de sus incondicionales. Su razonamiento implica que los que ahora simpatizan con Massa o con el gobernador Daniel Scioli mañana les van a dar la espalda, porque no van a querer saber nada sobre cualquier cosa que se emparente con el Kirchner-cristinismo.
Asuntos mucho más urgentes tienen a maltraer a quienes se jactan de llevar adelante la administración de la Argentina. El cuadro de situación es inédito, hasta difícil de explicar y mucho más de comprender. Según un ministro, Cristina, aún convaleciente, sigue manteniendo el control absoluto de toda la gestión. Incluso, y en especial, de la información que se brinda sobre la cirugía que le practicaron y los detalles de su convalecencia. Al mismo tiempo, no puede ejercer sus funciones a pleno porque la Constitución Nacional se lo impide y, tanto Ella como sus más cercanos colaboradores, deben mantener las apariencias. Es decir: deben aceptar que el presidente en ejercicio es la figura con peor imagen del Gobierno.
Al mismo tiempo, la situación judicial y política de Boudou es de una notable fragilidad. Lo investigan no sólo por la sospecha de que armó un negocio particular alrededor de la fabricación de billetes oficiales, sino también por su presunto enriquecimiento ilícito. Y si antes de la operación de su madre, Máximo Kirchner había tomado la decisión de vaciarlo de poder, ahora lo tiene monitoreado a tiempo completo, como para evitar que el vicepresidente aproveche la anómala situación para su beneficio personal. Como si eso fuera poco, la Presidenta y su pequeño círculo de fieles tienen que rezar para evitar que cualquier decisión judicial deje al sucesor constitucional al borde de la licencia, la renuncia o el juicio político, en medio de un proceso electoral que ya les hizo perder cuatro millones de votos.
Scioli, en cambio, no tiene ninguna duda. Su plan es ir "para adelante, con fe, con alegría, con esperanza" para tratar de achicar la diferencia entre Massa e Insaurralde, y forzar a la Presidenta a erigirlo como su heredero. A él también le conviene que Cristina Fernández se mejore cuanto antes, que Boudou no aparezca ni en las comunicaciones oficiales y que la economía y la confianza de los consumidores se deterioren lo menos posible. Lo suficiente como para que los argentinos lo vean como una salida posible, confiable y racional, después de tanto desbarajuste político y tanto maltrato oficial.
El martes se apuró a informar que Ella había salido bien de la operación. Dentro y fuera del peronismo le dieron al anuncio una doble interpretación. Lo diferenciaron del vicepresidente, quien habló de los 30 días de reposo al mismo tiempo que se confirmaba la intervención quirúrgica de Cristina. Y lo entendieron como un acto de racionalidad, en medio de tanto secretismo. A propósito: alguien en la Unidad Médica Presidencial (UMP) debería informar sobre el origen, la evolución y las posibles consecuencias de la arritmia con la que la Presidenta ingresó en la Fundación Favaloro el sábado pasado. Algunos profesionales sostienen que ése es el verdadero problema de fondo en su salud. Aunque todavía no aparezca en ningún comunicado oficial.