Cuando se habla de la situación energética tras la pérdida del autoabastecimiento, es ya casi un lugar común destacar la necesidad de aumentar la generación eléctrica a partir de fuentes “renovables”. Resulta oportuno, entonces, pensar en las características de estas energías, no sólo desde sus atractivos ambientales sino, en particular, desde su ecuación técnico-económica, que será la que finalmente definirá su aplicación, informó Página 12.
Las fuentes renovables más conocidas son los biocombustibles, la hidráulica, la eólica y la solar. Algunas corrientes ecologistas avanzaron en la estigmatización de las dos primeras. Los biocombustibles, porque compiten con el uso alimentario de granos y oleaginosas, y por extensión, porque reforzarían el modelo de “agronegocios”, asociado con la concentración de las unidades productivas, el desplazamiento de pequeños productores, el corrimiento de las barreras agrícolas, los desmontes y el deterioro de los suelos. A ello agregan que para producir los insumos se demanda energía de combustibles fósiles. La hidráulica, en tanto, es rechazada porque la contrapartida de las represas es la creación de lagos artificiales, es decir, de extensas áreas de inundación con potencial desplazamiento de poblaciones.
Una interpretación concomitante para estos dos rechazos es que, en general, en el espacio de emergencia del pensamiento ecologista, los países más desarrollados, hace tiempo que se importan alimentos y resulta difícil ver a los biocombustibles como recursos renovables, pues no son un excedente disponible y mucho menos a bajo costo. Para las presas hidroeléctricas, en tanto, ya no hay espacios sin aprovechar. En consecuencia, las fuentes verdes de generación eléctrica idealizadas son las dos restantes, la eólica y la solar. Los principales atractivos que ambas comparten son tres: no son contaminantes, son inagotables y son gratis. Sus desventajas son las más obvias. El viento puede no soplar y el día puede nublarse y, además, se empeña en volverse noche.
La primera conclusión es que una matriz energética basada exclusivamente en fuentes eólicas o solares, suponiendo una tecnología óptima, sería imposible debido, precisamente, a la intermitencia y aleatoriedad de la provisión. Ello no quiere decir que no puedan actuar como fuentes complementarias, en particular en regiones óptimas para uno u otro tipo de energía, pero sin olvidar la contrapartida de respaldo de potencia que demandan.
Pero la verdad es que en Argentina, la discusión acerca de qué modelo energético implementar en los próximos años casi que no tuvo lugar. Desde que el Estado tomó el control de YPF rápidamente se analizó mejorar la situación del sector apuntando a la explotación de petróleo y gas no convencionales para aprovechar los recursos que presenta el yacimiento Vaca Muerta. Sin embargo, expertos en la temática proponen apoyar un nuevo paradigma basado en la utilización de fuentes renovables como el viento o el sol.
No sólo los costos ambientales, legales, operativos, de mantenimiento, impositivos y energéticos de un pozo petrolero en el que se aplica la técnica de fractura son muy superiores a los de un parque eólico sino que la entrega de energía también es mayor: parque eólico 252.000 MWh – Pozo de Fracking 62.445 MWh. Esta relación se establece incluso sin tener en cuenta la vida útil de un pozo – que es de aproximadamente de 6 años- contra la que mantienen los aerogeneradores, que duran 30, según informaron desde el portal Surtidores.com.ar
El geocientífico e industrial del gas J. Dave Hughes explica que puede haber reservas de gas en los apretados esquistos de los yacimientos por cien años pero aclara que tomará 800 años extraerlo. Sostiene que hay que hacer una gran cantidad de perforaciones en la tierra a costos muy altos para obtener el gas y que la declinación de la extracción es muy rápida, por lo que se agotan rápidamente. Además, señala que el volumen cosechado bajo este esquema es más caro y no es rentable producirlo a precios corrientes
El experto presenta con datos los postulados de la teoría que sostiene: hasta el momento YPF triplicó su presencia en la formación Vaca Muerta con 14 equipos de perforación activos (a fin de año se estima que habrá 20 en la zona) más de 90 pozos en producción y casi 10.000 barriles de hidrocarburos no convencionales por día.
Esta producción de 10.000 barriles de petróleo obtenida por los 90 pozos no convencionales implica una producción diaria de aproximadamente 18 metros cúbicos por día por pozo. A su vez, cada uno necesita agua dulce equivalente al consumo anual de una ciudad de 10.000 habitantes y tiene una vida media de 6 años.
Además, Hughes asegura que al cabo de 2 años ya se extrajo el 81 por ciento del gas.
Si nuestro país utilizara toda la producción de petróleo en producir energía eléctrica, los 21.240 m3 de petróleo de Vaca Muerta se convertirían en 62.445 MWh de energía eléctrica, mientras que instalando un parque eólico, en cambio, se obtendrían 252.000 MWh.