El flamante canciller Luiz Alberto Figueiredo no perdió la oportunidad de exponer el jueves pasado, ante los interlocutores argentinos que lo recibieron en Buenos Aires, la determinación del gobierno brasileño de poner un punto final a las barreras que afectan el comercio bilateral. Se refería, especialmente, a las licencias no automáticas impuestas por la secretaría de Comercio Exterior y que frenan el ingreso de manufacturas brasileñas al mercado argentino. “No podemos dejar esas cuestiones sin solución, porque pueden contaminar el conjunto de la relación comercial”, señaló en una entrevista concedida ese día a corresponsales brasileños en Buenos Aires.
En los encuentros que mantuvo primero con el ministro Hector Timerman y luego con la presidenta Cristina Kirchner, Figueiredo pidió que se “agilicen los trámites” para “destrabar” el flujo de mercaderías entre ambos países. A los periodistas brasileños, que fueron recibidos en la sede de la embajada brasileña, les recordó que “cuando hay obstáculos al comercio, las partes terminar por buscar otros socios. Y no queremos que una relación, que fue construida hace tantos años, con tanta comprensión, pueda ser perjudicada por cuestiones puntuales”. Según el ministro, quien asumió sus funciones a fines de agosto, “si un proveedor de un país tiene dificultades para entrar en un mercado, buscará un socio en otro lugar”. Algunos empresarios argentinos no tardaron en reaccionar: “Brasil no es un país que pueda discutir mucho del tema, porque bastantes trabas nos ponen a nosotros” subrayó Juan Carlos Sacco, dirigente de la Unión Industrial Argentina.
En verdad, el viaje del canciller brasileño tuvo un sentido más político que económico. De hecho, fue su presentación ante las máximas autoridades argentinas. Pero había otro motivo, como él mismo se encargó de subrayar. Dilma Rousseff viaja mañana a Nueva York para abrir el martes la Asamblea General de las Naciones Unidas. En su discurso, que es el inaugural, formulará críticas y demandará soluciones para la cuestión del espionaje cibernético y de comunicaciones vía celular. Ella fue víctima de invasiones a sus mails por parte de la agencia norteamericana de seguridad (NSA), lo que la llevó a cancelar su gira por EE.UU. de octubre. Figueiredo le dio realce a esta cuestión en su reunión con Timerman y con la Presidenta; y hay una razón de peso para hacerlo: Argentina está en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, como miembro no permanente. Esto quedó claro en el comunicado final: “Los dos países concuerdan en la necesidad de coordinar posiciones y realizar acciones conjuntas, frente a las actividades de espionaje de los EE.UU. en la región”.
Pero así como Figueiredo recogió el apoyo argentino, en este sensible tema para la presidenta Rousseff, no por eso dejó de lado la problemática comercial entre los dos socios. Para el ministro brasileño “ninguna de los dos partes quiere perjudicar la relación”. Y enseguida aclaró que “no hay una reducción del comercio entre ambos países. No hay un daño significativo para ninguna de las dos partes. Al contrario, hay un aumento de comercio” subrayó. Y luego dijo que “sin minimizar el problema, hay una voluntad de resolverlo”.
De acuerdo con fuentes brasileñas, el universo de exportaciones hacia Argentina que están afectadas por barreras representaría unos 3.500 millones de dólares. Según afirman, son ventas brasileñas ya comprometidas que sufren demoras en la obtención de las autorizaciones para entrar en el mercado argentino. En verdad, Brasil mantiene con Argentina un saldo comercial a su favor. El año pasado fue de US$1.500 millones. Con EE.UU., que es su segundo socio comercial, el saldo es desfavorable en US$5.600 millones.