Por subsistencia política el Gobierno decidió priorizar el relato y la gestión en detrimento del rédito electoral. La cristalización de esa estrategia es el fuerte respaldo que Cristina Kirchner ordenó dar al polémico todoterreno Guillermo Moreno , procesado por abuso de autoridad con las consultoras.
Moreno se convirtió en el jarrón chino de la Presidenta: nadie quiere tocarlo por temor a que se rompa el motor que hizo funcionar a buena parte del modelo nacional y popular. Pero, a la vez, saben que exponerlo demasiado le resta rédito electoral al Gobierno y alimenta el discurso opositor.
A Moreno se lo vio exultante en las últimas horas y, lejos de pensar en una renuncia, la Presidenta le ordenó lo contrario: lo instó a apelar la medida judicial y lo habilitó a acusar a Sergio Massa por el fallo.
"Cristina sabe que la renuncia de Moreno sería un gesto de debilidad ante el poder económico, pero también sabe que con ello descomprimiría las críticas de la oposición y electoralmente podría sacar un rédito restándoles letra a Massa y a otros", confió un encumbrado funcionario.
En otro rapto de persecución conspirativa la Presidenta cree que detrás del fallo judicial contra Moreno se esconden las empresas castigadas por el cepo, los bancos que manejan el dólar blue y, por supuesto, los medios. Pero no sólo la prensa enemiga. A la Presidenta también le molestó el despliegue que dieron del tema Moreno varios medios oficialistas.
¿Puede existir semejante coordinación de actores detrás de un fallo judicial? Imposible. Sólo la reiterada persecución presidencial y la necesidad por sustentar el relato oficial de un Indec apócrifo pueden elucubrar todo esto.
Es cierto que Moreno cosechó muchos enemigos a lo largo de los años y que su accionar originó un esquema restrictivo, proteccionista y ficticio de la economía donde bancos, consultoras, opositores, empresarios, embajadores y hasta periodistas fueron víctimas de los ataques desmesurados del secretario. Pero de allí a tramar todos una conspiración judicial en su contra hay un largo trecho.
Un sector del Gobierno cree que una salida de Moreno ayudaría electoralmente al kirchnerismo para los comicios de octubre. "Sería un gesto para la clase media y una muestra de racionalidad", asegura un funcionario que evitó defender a Moreno. No es el único que piensa en ello y sugestivamente son muchos los que se llamaron a silencio ante el plan defensivo del secretario. Los que creen que una renuncia de Moreno sumaría votos están convencidos de que los cambios en Ganancias o en la política de seguridad acercarán al Gobierno a los sectores medios.
El morenismo puro sostiene que la suerte electoral ya está echada y que hay que defender el modelo. Sin dudas la Presidenta está entre esos últimos, orgullosa de sacar a relucir su jarrón chino.