Entre otras recomendaciones, surgieron estrategias para sortear el estrés hídrico que es la principal limitante que en esa zona encuentra la oleaginosa.
“El girasol es el cultivo que, con una buena planificación, ofrece la mayor seguridad de cosecha en nuestra región”, dijo Agustín Giorno en referencia al sudoeste bonaerense, una de las principales zonas productoras de esa oleaginosa en la Argentina. En el Taller que se realizó hace pocos días en la Bolsa de Cereales de Bahía Blanca, organizado por la Asociación Argentina de Girasol, Giorno presentó las estrategias de manejo que surgen de los trabajos que lleva adelante el GEASO. El técnico coordina esa iniciativa, integrada por 110 productores pertenecientes a 11 grupos CREA que en conjunto con empresas semilleras vienen obteniendo resultados de los ensayos que realizan desde 2008.
La apertura de la jornada estuvo a cargo de Alicia Ruppel, gerente de la Bolsa de Cereales y Productos de Bahía Blanca, que destacó la importancia que tiene el cultivo en la región. “El 50% del girasol argentino se produce en el sur bonaerense y prácticamente en su totalidad se comercializa en nuestra Bolsa de Cereales”, dijo Ruppel. Explicó que allí operan las plantas de Oleaginosa Moreno, a la que luego se sumó la de Cargill, y que Dreyfus -que ya tiene funcionando su terminal portuaria- ha planificado la instalación de otra planta aceitera.
Posteriormente, Carlos Feoli –coordinador técnico de ASAGIR- hizo una reseña sobre las evaluaciones y logros alcanzados por el Proyecto Brechas, que desde 2007 viene ejecutando y financiando esa entidad. “Uno de los objetivos estratégicos del proyecto es incrementar la productividad del cultivo –explicó Feoli-, logrando una mayor producción por hectárea. Veníamos con un promedio nacional de 16 a 18 quintales por hectárea y en las últimas tres campañas estamos rondando los 20 quintales, que parece estabilizarse en ese nivel. Consideramos que esto es el resultado de la mejora genética y del esfuerzo de muchas organizaciones para que el productor pueda mejorar sus resultados”.
De esta forma, se considera que ya se ha logrado una buena parte del objetivo planteado para la primera etapa del proyecto, que se propuso incrementar los rendimientos en al menos un 50% de la diferencia de 1.000 kilos por hectárea que se encontraron a nivel del país entre los rindes logrados y los logrables en condiciones controladas del cultivo. “Esto se alcanzó utilizando la tecnología disponible –dijo Feoli-. Por lo tanto encaramos la segunda etapa del Proyecto Brechas para identificar las causas de esa diferencia. Para ello utilizamos el índice verde de más de 400 lotes de producción, de más de 30 hectáreas y georeferenciados, cuyos datos fueron aportados voluntariamente por productores de distintas regiones del país. Allí encontramos que una de las variables con efecto marcado sobre los rindes es el llamado Indice Verde (medido con satélites), que refleja la cobertura de los lotes, definido por el número de plantas logradas y el estado de las hojas, enteras y sanas o comidas por defoliadoras y afectadas por enfermedades”.
Respecto de las fechas de siembra, Feoli indicó que en ambientes muy vulnerables desde el punto de vista hídrico, como ocurre con buena parte del sudoeste bonaerense, se debe tratar de escapar al tradicional déficit de agua que ocurre en enero evitando la floración en ese momento, ya que afecta a la calidad del polen perjudicando al principal componente del rendimiento, que es el número de granos logrados.
Sobre la etapa de implantación del cultivo, del taller surgieron datos significativos. Al describir las modalidades de cultivo utilizadas, los asistentes citaron casos de siembras de 60 a 70 mil semillas por hectárea para terminar logrando sólo 35 a 40 mil plantas a cosecha. Así, surgió que en muchos casos hay falencias por no esperar a tener las temperaturas de suelo propicias para la siembra. Al respecto, uno de los productores dijo que prefería sembrar en octubre pero siempre que haya 8 días con temperaturas de suelo estables entre 12 y 14 grados. “Si no tengo esas condiciones y, entonces, llego a mediados de octubre sin poder sembrar, prefiero esperar hasta fines de noviembre o diciembre para que el período crítico del cultivo caiga en febrero que hay mayor probabilidad de tener disponibilidad de agua –explicó-. Porque yo no puedo revertir un meteoro, pero al menos puedo moderarlo”.
Otro de los aspectos ligados a la siembra que se destacó en el taller, es que además del poder germinativo se le debe dar mayor relevancia al vigor o energía germinativa de las semillas, dado que es un aspecto crítico para lograr un cultivo parejo. Al respecto, Giorno fue muy claro al ilustrar ese problema señalando que “El girasol es un cultivo que tiende a castigar a la planta que se quedó atrás”. Es decir que los problemas en la etapa de implantación llevan a tener lotes con plantas que tienen un desarrollo dispar, con algunas más altas que van a sombrear a otras que seguirán consumiendo agua y nutrientes pero que luego morirán o no aportarán prácticamente nada al rendimiento.
Sobre las estrategias desarrolladas a partir de los resultados obtenidos por el grupo GEASO, Giorno señaló que en las condiciones ambientales del sudoeste, el girasol es capaz de crecer al máximo mientras que la soja tiene mayores requerimientos térmicos. “La primera clave para determinar el rendimiento es la disponibilidad de agua a la siembra –dijo el técnico-, pero eso se puede prever con una buena planificación a través de la rotación, la elección del lote y el manejo del barbecho”.
También volvió a señalar a la fecha de siembra como la estrategia para evadir una condición propicia al estrés hídrico en el período crítico, indicando que esto requiere de un análisis en cada zona. Sobre la densidad del cultivo, consideró que es una herramienta clave para asignar correctamente los recursos disponibles, y recomendó “No más de 4,5 capítulos por metro cuadrado a cosecha”. Explicó que el número de granos es “la variable” que se deber tener como objetivo, pero que se complementa en gran medida con el peso de los granos. Al respecto indicó que la estrategia para lograrlo pasa, en esa zona, por generar un alto número de granos por capítulo y no por un alto número de capítulos por hectárea.
Como corolario de su exposición, Giorno señaló que “El girasol permite planificar con un riesgo bajo, para ello el primer factor a considerar es un buen análisis de suelo y ambiente que permita definir la estrategia de producción con criterios agronómicos”.
El cierre de la jornada estuvo a cargo de Marcelo Teti, de Cargill, que se refirió a los escenarios esperados para la comercialización del girasol de la cosecha 2013/14. “Por un lado –dijo Teti-, tenemos un factor bajista que surge de la mayor producción de girasol de Europa y de Ucrania y Rusia, que supera a la campaña anterior en alrededor de 4,5 millones de toneladas. Esta cifra puede llegar a más ya que la cosecha todavía no finalizó. Y esto le pone gran presión a todo el complejo girasolero en el corto plazo y en los próximos 6 meses”.
Como factor alcista, o que puede atemperar esa baja, Teti señaló que el mercado de aceite de soja está balanceado para lo que resta del año y la primera parte de 2014. “Esto le pone un piso al precio del aceite de girasol”, indicó. “En el mismo sentido juega el fuerte aumento de la demanda de biodiesel, elaborado con aceite de soja, en el continente africano y en Estados Unidos”.
Por último, el especialista explicó que “El aceite de palma compite con el de soja y éste con el de girasol”. Para luego señalar que “Actualmente, el mercado de aceite de palma está muy ajustado y eso se refleja en que los precios de las posiciones más cercanas son superiores a los de las posiciones diferidas, pero esto comenzará a cambiar en los primeros meses de 2014 cuando se comiencen a recomponer los stocks”.