Esta época del año, como es usual, está marcada por expectativas. Lo físico no es lo que importa hoy, sino lo que se cree que va a venir.

La percepción general no tiene dudas: los cultivos se hallan en una situación claramente superior a la del año pasado, para esta misma fecha.

Los fundamentals revelan un camino declinante para los precios, básicamente por la benevolencia del clima en América del Norte, porque la demanda, pese a todo, sigue firme de la mano de Asia.

Al menos hasta el momento, así está el cuadro de oferta para lo inmediato.

Para EE.UU. se estima que la producción se aproximará a 350 millones de toneladas. Ello significaría más o menos duplicar los inventarios de cierre de campaña aún con mayores niveles de consumo para forraje y de exportación.

A partir del último informe del USDA, podría inferirse que el 80% de los cultivos se halla en su período de polinización, con cerca del 75% de la superficie en condiciones buenas o excelentes.

La campaña, como vemos, viene bien en la región. Y cada vez se advierte una mayor posibilidad de una gran cosecha, sobre todo de maíz.

Porque en lo que se refiere a soja, existe mayor probabilidad de sobresaltos dado que este mes es el período crítico de definición de rendimiento unitario.

Y todavía pueden darse sorpresas con el clima.

De esta forma, aún cuando el cuadro no sea del todo exitoso, es previsible que el volumen de cosecha gruesa supere con creces al de la campaña anterior. Y de la previa a ésta también.

Ello marca que, al menos por unos cuantos meses, no veremos ya los altos precios de otrora, tanto para la soja como para el maíz. Porque es la oferta prevista la que está definiendo los precios, ya que la demanda no muestra signos de alarma para el futuro.

Desde el lado de la oferta, puede afirmarse que sólo si Brasil y Argentina tienen una cosecha de baja magnitud, los precios alcanzarán valores algo similares a los de la segunda mitad del año pasado.

Pero por ahora, las expectativas nos hablan de una buena cosecha en América del Sur. Quizás sea Argentina el país que presenta mayores interrogantes en la región dado los inconvenientes que afrontan los productores por suba de costos y baja de precios.

Así está el mundo. Sin embargo, la tendencia negativa no ha de ser por siempre, por una parte. Y, por otra, seguramente, sufrirá quiebres de tanto en tanto.

¿Por qué? preguntarán.

Pues porque a la demanda normal se agrega una demanda que nada tiene que ver con el consumo la que día a día participa con mayor fuerza en la formación de los precios.

Esta “demanda que no consume” es la que asegura –aunque suene contradictorio- la volatilidad de los mercados granarios, muy especialmente de la soja y el maíz. Y en tal volatilidad están las oportunidades de tomar precios elevados.

Acá vale destacar una diferencia. Una cosa es la soja donde los especuladores se hallan comprados. Y otra muy distinta es el maíz cuyos inversionistas están vendidos. Este cuadro de situación podría marcar futuros oportunidades de venta para quienes están en el negocio.

Con que sólo aparezca una noticia sobre una helada temprana, el declive se interrumpiría y, ciertamente, habría un brusco salto. Y aunque sea momentáneo, la oportunidad estará al alcance de quienquiera.

Los fondos pueden cambiar su comportamiento frente a cualquier eventualidad.

Como los mercados otean una cosecha en aumento, las fuerzas alcistas tienden a desparecer. Y no sólo ello, también tienden a caer las inversiones financieras ligadas. Así el dinero busca alternativas diferentes.

A lo largo de estos últimos meses, por ejemplo se nota que el interés abierto en contratos de futuros de soja, en Chicago, evoluciona en forma decreciente.