La Exposición Rural de Palermo puso de manifiesto las tensas relaciones entre el Gobierno y el campo tal como lo ratificó con realismo, en la inauguración oficial, el presidente de la Sociedad Rural Argentina.
La muestra correspondiente a 2013 concluyó, en realidad, en un contexto de relaciones virtualmente inexistentes entre las principales entidades agropecuarias y el gobierno nacional. Contra lo que ha sido una tradición histórica, faltaron no sólo los representantes políticos del oficialismo, sino también los de instituciones específicas, como el INTA o el Senasa, tan asociados desde siempre al campo argentino.
Además, y mostrando al kirchnerismo en una de sus aristas, por decirlo así, más complejas, se dejaron de prestar los servicios de seguridad de la Policía Federal, que debieron ser asumidos en esta oportunidad por la Policía Metropolitana. También se registró la ausencia de la Fanfarria Alto Perú, del Regimiento de Granaderos a Caballo, y de la Escuadra Azul de la Policía Federal. Ausencias todas destinadas a procurar, sin duda, el deslucimiento y la desvalorización de un acontecimiento de antiguo arraigo. Tales propósitos estuvieron lejos de lograrse, a juzgar por la enorme concurrencia de público asistente a lo largo de la muestra en el predio palermitano.
El valiente discurso de Luis Etchevehere pasó revista al malestar del sector rural con la política oficial en los términos recogidos por la dirigencia agropecuaria en numerosas asambleas de productores en el interior del país. Etchevehere destacó dos hechos centrales: la mentira y la corrupción en la acción gubernamental.
La mentira, expresada en su máxima expresión en los índices que miden la inflación de forma que impiden conocer, entre otros, los datos de la verdadera dimensión de la pobreza e indigencia en el territorio nacional. "Mienten ahora mismo -subrayó el orador-, cuando tratan de hacer creer que la cosecha superó la realidad que todos conocemos". Y fustigó a su turno la corrupción, que compromete a funcionarios, sin que se adopten las sanciones consiguientes.
"Su gobierno -dijo Etchevehere invocando a la Presidenta- dilapidó con prácticas populistas, corrupción y propaganda la enorme cantidad de divisas que el campo produjo en estos años. La década ganada es la década donde nos quedamos sin infraestructura, sin rutas, sin comunicaciones, sin trenes, sin energía, sin reservas de gas y petróleo. La década ganada es la década donde se destruyó el Indec para, así, sin datos ni estadísticas reales, ocultar la verdadera pobreza y la verdadera inflación. Pero la realidad es un escollo del relato."
El presidente de la Sociedad Rural destacó, en medio del aplauso persistente desde las tribunas, la presión oficial que se ejerce sobre la Justicia con el propósito de avasallarla y de obtener la connivencia de los magistrados. Defendió la Constitución, la autonomía de la Corte Suprema y rechazó una reforma constitucional destinada a la reelección presidencial. Defendió a la prensa independiente y le recordó a la Presidenta, a quien citó varias veces con observaciones críticas, que el mundo no se nos cayó encima, sino que nos ofrecen, en contraste con sus reiteradas afirmaciones por la cadena oficial, oportunidades que no se aprovechan.
No estamos ante una década ganada; estamos ante una década pérdida, insistió Etchevehere, retomando la expresión, ya casi de curso legal, que se ha abierto paso como síntesis definitoria de los últimos diez años del país. En ese sentido, se ocupó, en particular de dos temas. Uno fue el de la crisis ganadera, por la que el país perdió, desde mediados de la década anterior, 10 millones de cabezas, que le costará muchísimo recuperar. Otro fue el del trigo, cuando está a punto de producirse lo absolutamente impensado hasta no hace mucho en un país como la Argentina: que se importe trigo desde Uruguay, aunque bajo las formas solapadas en las que parece sentirse como en sus propias aguas el Gobierno, a fin de evitar, en este nuevo caso, el vergonzoso recuerdo de la dieta de pan de mijo de la década del cincuenta y su comparación estadística con la cosecha triguera de cien años atrás.
El acto de cierre de la muestra anual de Palermo concluyó en medio de la adhesión del vasto público a la presencia de todos los miembros de la Comisión de Enlace, en reconocimiento implícito de que uno de los principales valores por preservar en esta hora es el de la unidad del campo.
No han sido pocos los obstáculos sorteados desde la fundación de la Sociedad Rural, en 1866, y los de su primera Exposición Rural, en 1878, que tuvo lugar en el entonces predio de Florida y Paraguay. La última de esas dificultades ha sido el intento de confiscar el escenario de Palermo mediante un decreto presidencial que, afortunadamente, fue trabado por la Justicia.
Ese intento ha constituido un símbolo de la provocación e ingratitud permanentes del Gobierno hacia quienes con su trabajo, perseverancia y creatividad innovadora han rendido al país y a las arcas fiscales los frutos jugosos del más alto índice de productividad entre todos los sectores de la actividad nacional. Cuando otros vientos menos favorables que en estos diez años comienzan a soplar en el mundo para la gestación de esa riqueza, el campo argentino, aislado del Gobierno, pero reconfortado por el acompañamiento de otras expresiones de la vida ciudadana, mantiene con firmeza su espíritu esperanzador y la templanza de carácter que se le han reconocido bajo las más severas circunstancias.
Se ha comprobado así, una vez más, el sábado pasado, en Palermo.