Los recientes números del USDA han echado aceite hirviendo a la olla del mercado. El organismo, aunque resulta discutible, prevé una producción que, merced al mayor aporte de EE.UU. y China, incrementaría la oferta mundial.
A resultas de ello, el stock final a nivel global, según éste, llegaría a la sorprendente cifra de 74,10 millones de toneladas, al final de la campaña presente.
Muy atrás quedarían el nivel de stocks del año pasado, que apenas llegaba a 61,2 millones, y del año anterior a éste, que tan sólo ascendía a 54,7 millones de toneladas.
La pregunta es si realmente se llegará a tal volumen. Porque las cosas pueden cambiar en un santiamén. El caso es que los valores tienden a ajustarse a tal previsión y, hoy por hoy, es casi una certeza para los operadores internacionales.
Mientras tanto, nuestra región se niega a desprenderse de mercadería.
Es usual que América del Sur, para esta época del año, haya vendido la mayor parte de su producción anual.
El país que, en tal sentido, da el ejemplo es Brasil. Es común que a esta altura del año se desprenda de más del 90% de la cosecha. Sin embargo, hasta el momento habría vendido tan sólo un 78%.
Y si bien, en términos comparativos respecto a la Argentina, tal proporción es elevada, como vemos resulta menor a la histórica. ¿La razón? Ella se basa en la esperanza de que la prima climática, derivada de las condiciones en EE.UU., premie al productor con mejoras en los precios.
El comportamiento tendencial sobre lo que pasa en Argentina es similar, pero con proporciones muy diferentes. Este año, la resistencia a vender es muy visible, aunque aquí la razón se aproxime más al temor a la inflación que a cualquier a otra cosa.
Se estima que aproximadamente las ventas de nuestro país llegan a poco más de 25 millones de toneladas. Tal proporción es algo más del 50% de la cosecha. La demora de este año se patentiza en las ventas con precio en firme, porque las operaciones con precios a fijar revelan un desarrollo parecido al de años anteriores.
Sea lo que fuere, la realidad es que, tal como lo hemos venido comentando, los precios siguen una clara tendencia a la baja, de la mano de las buenas condiciones climáticas del norte y de un mundo -económicamente hablando- en suave desaceleración, fundamentalmente por el peor comportamiento de los emergentes.
A este paso, y a medida que transcurra la campaña del norte de forma más o menos aceptable, los valores seguirán su camino hacia abajo. Es probable que para lo disponible nos aproximemos, de esta manera, a un nivel de $1.500 en el mercado doméstico.
Sin embargo, nada está tan firme como para asegurarlo. Faltan muchos días para la recolección en el norte, y en este tiempo pueden pasar muchas cosas.
Si hubiese un “milagro para nosotros” ése sería que el clima se torne adverso.
Las esperanzas no son del todo infundadas pues las estimaciones del USDA no parecen ser muy confiables. El optimismo en los cálculos de producción para EE.UU. se muestra palpable. La prueba de ello está en la falta de modificaciones en las estimaciones publicadas, a lo largo de los últimos meses.
Las variables del USDA habría que llamarlas -aunque suene contradictorio- invariables.
Ojalá las invariables terminen siendo variables, lo que en buen romance significaría que los reportes del USDA traten de aproximarse a la realidad lo más posible.