Como un trasatlántico, el mercado de granos atraviesa los mares. Por momentos, se mantienen serenos, pero por otros, la nave salta al compás de las olas; y, por ello, sus pasajeros pueden marearse y pasarla mal.
Así es el mercado climático: sus inmensas olas pueden generar alarmantes movimientos entre sus pasajeros.
La nave, por más grande que sea, sufre los vaivenes de las olas. Así es la plaza granaria mundial.
No vamos a decir que se trata del “Titanic” en las frías aguas del norte, pero tampoco, de una fortaleza medieval sobre tierra firme.
El clima en el norte es el que define el tamaño de las olas. Por lo que informa el USDA y distintas oficinas privadas, la situación en EE.UU. es relativamente buena. Decimos relativamente porque en el centro del país, es decir en el oeste del famoso “corn belt” el cuadro no es todo lo ideal como para dejar de lado angustiantes preocupaciones.
Ello no quiere decir que la situación sea mala. Por el contrario, los cultivos se muestran, según el USDA, en condición de buena a excelente.
En buen romance: por ahora, las olas favorecen la producción y, por ende, los precios deberían tender a la baja. Y, en el momento muy actual, peor la pasaría el precio del maíz. Porque ahora la polinización en EE.UU. tiene un horizonte positivo.
Pero hay más: la situación mundial es negativa para los valores de los granos. Porque, tal como lo adelantamos en anteriores comentarios, EE.UU. se encaminaría a abandonar la política expansiva en términos monetarios.
De hecho, el dólar ha comenzado a apreciarse en un contexto de amenaza de suba de la tasa de interés. Al menos así lo habría anunciado el titular de la Reserva Federal. Ello frenaría la entrada de dinero hacia los países emergentes. Algo que ha venido sucediendo en los últimos tres o cuatro años.
Como vemos, dos son las amenazas sobre el nivel de precios. Una viene con el clima, favorable para la cosecha por ahora. Y otra, con las variables financieras que restringen la liquidez mundial y permiten una depreciación del euro y de las monedas de los países emergentes, como es el caso de Brasil.
Este fenómeno se viene advirtiendo desde mayo.
El caso de Brasil es claro. A medida que el real pierde valor, mayor es su capacidad de producción de maíz y soja para esta campaña. En el negocio agrícola, los costos disminuyen y sus ingresos mejoran.
Otros emergentes han sufrido la devaluación de sus monedas y por ser importadores estructurales, ingresan en una etapa de menor capacidad de compra. Es más, se proyecta una visible desaceleración en tales economías.
Pese a todo lo dicho, nada está escrito para siempre. Todavía falta mucho para la cosecha norteamericana, y en el “mientras tanto” pueden darse sorpresas.
A su vez, tampoco es tan seguro que el movimiento adverso originado en EE.UU. continúe. De hecho, desde que comenzara julio, se nota un cierto retroceso en el camino de depreciación de las monedas de los emergentes. Este es el caso de México. Y en buena parte de estos países, hay señales de una incipiente recuperación de sus monedas.
Obviamente, no es que digamos que los emergentes están de parabienes. Pero sí pensamos que, probablemente, se ha llegado al piso. Por lo menos para aquéllos que están haciendo bien los deberes.
A su vez, todavía no se advierte nada concreto en lo que hace a la suba de tasa de interés en EE.UU.
Como advertimos, no todo es color de rosa; ni mucho menos. Pero tampoco, todo está negro.
Debemos atravesar los mares; ello es inevitable. Y en la nave habrá que trabajar y decidir lo mejor que podemos. Con la información más amplia posible.