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Los ingenieros agrónomos santafesinos se plantearon, durante el reciente congreso provincial de la actividad, los retos que el desarrollo de nuevas herramientas les depara a futuro. Daniel Igarzábal, especialista en manejo de plagas, orientó su disertación en el panel “Desafíos productivos y tecnológicos” a las exigencias que supondrá la incorporación de la soja Intacta de Monsanto al esquema agrícola nacional.

Este evento con genes apilados que le confieren al cultivo, además de un plus de rendimiento, resistencia a herbicidas y orugas (lepidópteros) requiere, a su vez, de un compromiso de responsabilidad de parte de técnicos y productores para mantener la eficiencia de la tecnología.

El especialista comentó a los agrónomos que tras su paso en Brasil, donde vienen evaluando el comportamiento de Intacta durante los últimos años, concluyó junto a colegas de ese país que “hay que tener varios recaudos, no tomarla definitivamente sino que hay que ir conociéndola a medida que se vaya adaptando al terreno”.

Algunas sí, otras no tanto
Entre las cuestiones más importantes, discriminó el diferente grado de sensibilidad de las orugas, según su tipo. “Las medidoras (falsa y común) no tienen ningún problema, van a ser muy bien controladas, al igual que la anticarsia”, afirmó.

En cambio, advirtió que hay algún tipo de dificultades con las espodopteras o militares: “estos eventos (la soja Intacta) no son lo mejor para estas orugas y tienen algunos escapes importantes”. Al respecto, explicó que “con poblaciones normales no va a haber problemas, pero en campañas como la del año pasado con grandes poblaciones de espodopteras ahí se va a notar”.

En tercer lugar, mencionó la oruga vulgarmente llamada bolillera. Mientras en Argentinas predomina la especie Helicoverpa gelotopoeon, en Brasil se destaca la variante Helicoverpa armigera “que no es autóctona de Sudamérica y está haciendo una invasión muy rápida y muy grande; y en dos años la vamos a tener en el país”. El especialista aseguró que actualmente la frontera de esta plaga, en suelo brasileño, se encuentra a 1.000/1.200km de la Argentina y que “seguramente va a ingresar”, con el agravante de ser “mucho más agresiva de la que conocemos”. Frente a esta amenaza, indicó que -según lo observado en el país vecino- Intacta “se comporta bien cuando la planta esta bien, creciendo normal con buena humedad; ahora, cuando está estresada la bolillera le hace algún daño importante”.

De todos modos Igarzábal evitó ser concluyente, sino todo lo contrario. “Tenemos que conocerlo, ver cómo se comporta en Argentina; no podemos predecir absolutamente nada: simplemente, ante nuevas tecnologías abramos bien los ojos y sigamos monitoreando y viendo qué pasa en el campo”.

Alimentar las susceptibles
Al igual que el maíz Bt, la nueva soja necesitará que se siembren “refugios” para evitar que las orugas desarrollen tolerancia o resistencia a la bacteria Bacillus thuringiensis. Se trata de parcelas de cultivos convencionales cuyo objetivo es garantizar nuevas generaciones de insectos susceptibles que se crucen con aquellos especímenes resistentes que eventualmente puedan surgir a fin de garantizar una descendencia que siga siendo vulnerable a la tecnología Bt.

“El espejo donde tenemos que mirarnos son las malezas”, dijo el especialista, en referencia al gran problema de tolerancia y resistencia que se creó “por no haber hecho las cosas como corresponde” y por eso remarcó la importancia del refugio. Sin embargo también anticipó que existen varias dificultades para cumplir en forma eficiente con esta premisa: “que no pase lo mismo que con el maíz por parte de productores, técnicos y empresas”. En tal sentido, advirtió que “las empresas no te proveen los isohíbridos; y ni siquiera el mismo calibre de semilla”, por lo que al productor le resulta más dificultoso intercalar los refugios: “si no cuenta con sembradora neumática y tiene que cambiar las placas ya es un inconveniente; por eso se ha dejado de hacer o no se hicieron directamente refugios (de maíz) en la Argentina; que no pase lo mismo con la soja”.

Sobre la posibilidad de un marco regulatorio que obligue al productor, Igarzábal mencionó que probablemente se adopten herramientas comerciales -como vender en un mismo paquete las semillas transgénicas junto a las convencionales para el refugio- pero no se mostró optimista al respecto: “ya sabemos cómo funciona esto en Argentina; sabemos que no funcionó en maíz y difícilmente vaya a funcionar en soja”. Por eso, demandó “responsabilidad por parte de los técnicos y las empresas, no digo para evitar la resistencia porque va a ocurrir, sino para demorarla todo el tiempo posible”.

“Tenemos que conocerlo, ver cómo se comporta en Argentina; no podemos predecir absolutamente nada: simplemente, ante nuevas tecnologías abramos bien los ojos y sigamos monitoreando y viendo qué pasa en el campo”.