En el difícil sudeste chaqueño, donde los límites del Paraná se desdibujan entre el monte y el barro, la familia Bravo pisa firme haciendo el ciclo completo ganadero, exportando carne de calidad con la Cuota Hilton y produciendo toros adaptados a la región en su propia cabaña Braford. En ambientes como estos, la tecnología y el manejo se vuelven más necesarios que en ningún otro.

Faustino Bravo nació en Resistencia y a los trece años, cuando terminó la escuela primaria, se instaló en el establecimiento Las Mercedes, a veinte kilómetros de esa ciudad, para empezar a trabajar con su padre, que había comprado el campo en 1947 junto a su hermano. En un principio eran 20.000 hectáreas, pero luego el área se fue dividiendo hasta llegar, en 1992, a las actuales 4.070 hectáreas.

“Siempre fue un campo ganadero, de bañados, puramente pastoril. Los libros dicen que aquí estaba la base del río. Son todos albardones y cañadas con pasturas naturales de muy buena calidad”, explica el productor en diálogo con Clarín Rural . Lo acompañan sus hijos (y socios) en la empresa, Lucas y Mauro Bravo. Al fondo se ven quebrachos y algarrobos salpicados de altos palmares.

Hace pocos días, los Bravo fueron anfitriones de una jornada organizada por el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA), que mostró su planteo de punta para la zona. Poco después, esta semana, la cosa se complicó: debieron mover a gran parte de su hacienda hacia los lotes más altos del campo porque el resto -unas 1800 hectáreas- quedó bajo el agua.

La carga animal aumentó considerablemente, pero esas son las reglas del juego aquí. En una situación normal, la carga sería de 0,52 EV/hectárea. El rodeo total de la empresa es de 2.470 cabezas, que incluyen 1.300 vientres. La mitad de la hacienda es comercial -tiene el objetivo de producir carne- y la otra mitad es de cabaña -busca producir reproductores-.

Lucas Bravo, encargado de producción de Las Mercedes, explica que a pesar de contar con muy buenas pasturas naturales, actualmente todas las categorías jóvenes son suplementadas. “La dieta varía según la categoría, pero en general la base es silo de maíz y de sorgo, semilla de algodón y núcleo proteico”, dice.

Las vacas también reciben suplementación, para mantener un buen estado corporal, y los resultados están a la vista: en 2013, ayudado por la inseminación artificial de la totalidad de las vacas, el porcentaje de preñez es del 89%.

La empresa consume 5.500 kilos de silo por día, más un 10% de núcleo proteico, en la alimentación de unas 700 cabezas de diferentes categorías. Para contar con esa cantidad de alimento, este año hicieron 70 hectáreas de sorgo y 15 hectáreas de maíz. Además, cuentan con 150 hectáreas de pasturas megatérmicas implantadas, como Grama Rodhes, Tanzania y Mulato II -usada para hacer rollos-.

El restante 80% del campo tiene pasto natural, pero allí también pesa la cuestión del manejo. La limpieza de rebrotes de los árboles en el monte es clave para que las pasturas expresen su potencial a la sombra de los árboles grandes y, así, el sistema silvopastoril brinde buenos frutos. También el apotreramiento es fundamental para el buen aprovechamiento de los recursos; por eso Las Mercedes está dividido en 56 potreros.

En ese contexto, entre árboles, pasturas y suplementación, los terneros del rodeo comercial pasan el primer invierno en Las Mercedes y luego se van a campos alquilados en Charadai, en el centro-sur de Chaco (Ver Infografía ), donde son terminados a pasto.

“Charadai está en la naciente de los bajos meridionales y son campos con muy buena receptividad”, describe Osvaldo Balbuena, técnico del INTA Colonia Benítez que colabora con la familia Bravo. Allí, con menos de tres años, se termina a esos novillos con 500 kilos, para ser exportados a Europa dentro de la cuota Hilton.

La otra parte del rodeo, la que está inscripta en los registros de la raza Braford, sigue otro camino. “La producción anual de terneros inscriptos en la raza es de unos 200, pero algunos machos se castran de chicos a partir de una primera selección visual. Unos 150 se dejan enteros para ver su desarrollo y, de esos, al año se seleccionan finalmente unos 70”, dice Mauro Bravo, quien lleva las riendas de la cabaña.

Y comenta una novedad de la empresa. Desde el año pasado, los animales que habían sido preseleccionados para ser toros, pero que finalmente son descartados, no se castran de grandes, sino que hacen una recría en Charadai y luego vuelven a Las Mercedes para ser terminados a corral.

En esa etapa ganan 1,3 kilos por día a base de silo de maíz y de sorgo, semilla de algodón y maíz quebrado. “Tienen que llegar hasta los 400 kilos y tener entre 18 y 20 meses para entrar en la nueva categoría macho entero joven (MEJ). Es una buena alternativa, porque cuando los castrábamos al año, los animales ya estaban muy entorizados y los frigoríficos no los pagaban como novillos”, explica Mauro.

Para agregarle productividad al campo, los Bravo también tienen 145 búfalos en las zonas más bajas. Todo apunta a la búsqueda de mayor eficiencia. “El costo de la tierra ha subido mucho y sin duda se va hacia una mayor intensificación. Habrá que ir masivamente hacia pasturas cultivadas y reservas forrajeras para poder tener más animales por unidad de superficie”, resume Faustino.

Y Balbuena agrega: “La gran mayoría de los productores aun no lo están haciendo. La parte más difícil para el cambio es la de procesos, la tecnología blanda, el manejo de recursos. Después, está toda la tecnología para la producción de alimento y la genética”.

Está dicho. Para avanzar en el monte hay que buscarle la vuelta, pero que se puede, se puede.