La centro-izquierda tiene resueltos, al menos, tres de los grandes distritos. El peronismo disidente y el PRO, en cambio, continúan en una negociación contra reloj, con idas y venidas, al estilo de las célebres coplas de Miguel de Molina. Podría haber tras ese trajín dos desembocaduras: el acuerdo de Mauricio Macri con Francisco De Narváez, también en las provincias clave, o la fuga del macrismo cerca de Sergio Massa, si es que el intendente de Tigre decide jugar en las legislativas. Aunque habría que ver en qué consistiría, al final, ese juego.

La última novedad de la centro-izquierda fue la confirmación de que el ex ministro de Economía de Cristina Fernández, Martín Lousteau, cerró trato con los radicales para encabezar la lista de diputados porteños que llevará a Rodolfo Terragno como aspirante a senador. Participarán de las primarias junto a otras dos listas que alinean a Elisa Carrió, Pino Solanas, Alfonso Prat Gay y Ricardo Gil Lavedra. Capital ofrecerá, en ese espacio, un menú electoral variado y atractivo que halló, con sagacidad, en las internas el modo de superar las previsibles diferencias si se hubiera recurrido al tradicional toma y daca. En Santa Fe persiste la tradicional unión de socialistas y radicales. En Buenos Aires, nadie discute en ese conglomerado político la candidatura de Margarita Stolbizer.

Aquella ingeniería de la izquierda fue la que logró acicatear la negociación de última hora que empujan Macri y De Narváez.

¿La empujan, de verdad?

Se cruza entre el jefe porteño y el diputado del peronismo disidente una contradicción que no logran resolver.

Cada uno sabe que el otro le vendría bien para fortalecer posibilidades en las legislativas, pensando siempre en los distritos determinantes, pero no logran superar las desconfianzas personales que quedaron como herencia de aquella alianza hecha trizas en el 2009. Tanto sería el recelo, que a Macri no sólo le sorprendió la imprevista visita de De Narváez en la intendencia para retomar una negociación estancada: tampoco le agradó demasiado.

La decisión del peronista disidente surgió después de un encuentro que mantuvo con José de la Sota y el ex ministro Roberto Lavagna.

“Habría que decirle a Mauricio que la acabemos. Que si no se puede hacer un acuerdo utilicemos las primarias para saber quién es quién. Pero todos dentro de la misma bolsa”, expuso el gobernador de Córdoba. Pesa la salida hallada, en ese sentido, por la centro-izquierda pero pesa entre macristas y peronistas disidentes, en especial, la imagen frente a la sociedad.

“Todos coincidimos en criticar las mismas cosas del Gobierno. Pero no somos capaces de mostrar espíritu de unidad”, señaló Lavagna. De Narváez ofició de mensajero.

Macri pidió hasta hoy para dar una respuesta.

“Tengo que hacer consultas con mis asesores”, explicó. Habrá que ver la vocación de escuchar que tenga el jefe porteño: una cosa será la palabra habitualmente huidiza del ecuatoriano Jaime Durán Barba y otra, tal vez, la de su ministro de Gobierno, el peronista Emilio Monzó. Macri está conforme con su confección en Santa Fe (Miguel Del Sel) y Entre Ríos (Alfredo De Angeli). Pero tiene en veremos Capital, donde a la figura de Gabriela Michetti se le escurrieron ya, como potenciales acompañantes, Lavagna y Lousteau. Buenos Aires depende de la transa con De Narváez o de la alquimia que pueda proponer Massa.

Tampoco la suerte del armado en el principal distrito electoral dependería únicamente de la voluntad de Macri o De Narváez. Existe un nutrido grupo de intendentes bonaerenses dispuestos a respaldar un acuerdo entre ambos. Aunque inclinados también, ante tanta demora y desconfianza, a bucear otras alternativas.

El trío fuerte de aquel grupo lo constituyen Gustavo Posse, de San Isidro, Jorge Macri, de Vicente López y Jesús Cariglino, de Malvinas Argentinas.

Cariglino abrió conversaciones con Massa. En realidad, es un interlocutor asiduo del intendente de Tigre. Pero ahora fue a sondearlo para saber qué hará. Se llevó, al parecer, una sola certeza: Massa hará inscribir hoy el Frente Renovador, nombre de la coalición con la cual podría presentarse a las primarias y las legislativas.

Pero continúa en suspenso el contenido de ese Frente: ¿lo encabezará el propio intendente o algún buen dirigente que pudiera representarlo? En esa opción aparece Felipe Solá. No hay chance, en cambio, que pueda postularse Malena Galmarini, esposa de Massa y funcionaria social de la intendencia.

Las novedades no alcanzaron para disipar la incertidumbre del trío fuerte de intendentes bonaerenses. Quizá ni mañana, cuando queden registradas las alianzas, ese enigma pueda ser develado. Massa tiene tiempo para decidir hasta el 22, plazo máximo para la inscripción de las candidaturas. El tigrense sigue dudando sobre qué hará Cristina si la Corte Suprema resuelve la inconstitucionalidad de las votación de los consejeros para la nueva Magistratura propuesta en la reforma judicial. Puede suceder, como vienen las cosas, que esa resolución se conozca después del 22 y cerca del 11 de agosto, fecha prevista para las primarias. La especulación de Massa tendría, entonces, un límite.

Posse, Macri y Cariglino estarían cerca de convenir algo: apostar a que Macri y De Narváez sellen su acuerdo; pensar en Massa sólo si el intendente encabezara la lista de candidatos.

“En cualquiera de los casos, una opción fuerte”, apuntó uno de los jefes comunales.

El hervidero opositor de estas horas contrasta con la pasividad cristinista. En ese mundo todo lo resuelve la Presidenta: pero no sería lo mismo que Alicia Kirchner –si es la candidata– confronte en Buenos Aires con De Narvaez o con Massa.

O con ambos.

Cristina andaría como la oposición, también, en un laberinto para definir la estrategia de la gran batalla bonaerense. La diferencia es que transcurre en medio de un inmutable silencio.