La Presidenta, para defender la reforma judicial, apuntó contra cuatro jueces de la Corte; les recordó a varios de ellos que el ex presidente Néstor Kirchner fue quien los nombró; "notificó" a todo el Poder Judicial que no puede controlar las decisiones que toman ella o el Congreso nacional y reivindicó a los "jueces militantes".

Cristina Kirchner no desperdició ni un segundo para enviar algunos mensajes muy claros:

Les recordó a Ricardo Lorenzetti y a Raúl Zaffaroni que les deben el nombramiento a Kirchner y a ella misma. A Zaffaroni, en realidad, Cristina lo conoció en 1994, cuando ambos participaron en la reforma constitucional, y Zaffaroni nunca la decepcionó. En cambio, de Lorenzetti esperaba más compromiso.

Englobó a Zaffaroni y al ministro Juan Carlos Maqueda, nombrado por el ex presidente Eduardo Duhalde, bajo el rótulo de jueces "militantes". Es cierto a medias: ambos tuvieron filiación partidaria, pero luego de llegar a la Corte mantuvieron una conducta diametralmente opuesta.

Zaffaroni siempre muestra y hasta escenifica su simpatía con el Gobierno -el kirchnerismo le retribuyó cerrando filas para protegerlo por el escándalo de los prostíbulos- y no oculta sus relaciones con Amado Boudou y con otros funcionarios. En cambio, Maqueda, ex convencional constituyente, diputado y senador, redujo a cero su nivel de exposición y fue mucho más cuidadoso y prolijo.

La Presidenta afirmó que prefiere a los jueces "militantes": un mensaje para su tropa -de donde pueden salir futuros magistrados- y para todos los jueces, que ven cómo el Gobierno coloniza la Justicia.

A la hora de generalizar, sin embargo, aquellos tres jueces merecieron la misma admonición: "No sean olvidadizos", los amonestó, para reclamarles que sean agradecidos con quienes los beneficiaron.

El ataque a Carlos Fayt, un socialista que llegó a la Corte en 1983 y un hombre de una honestidad intelectual inigualable, fue de un tenor distinto: lo calificó de "centenario" y señaló que superó el límite de 75 años que fijó la Constitución para la permanencia de los magistrados.

Cristina olvidó que fue la Corte la que, mediante un fallo, decidió que aquel límite de edad que impuso la reforma de 1994 no se le podía aplicar a Fayt, porque su nombramiento había sido anterior y porque los constituyentes excedieron su mandato cuando fijaron aquel tope.

El último mensaje, en tanto, fue más contundente aún y estuvo dirigido a todo el Poder Judicial: Cristina sostuvo que las decisiones del Ejecutivo y del Congreso no pueden ser controladas por los jueces.

Las cortes supremas de la Argentina, de Estados Unidos, de Alemania y de muchos países siempre interpretaron, a lo largo de cientos de años, que los jueces pueden dictar la inconstitucionalidad de una ley cuando esta norma viola la Constitución, que está por encima de todas las normas que dictan el Ejecutivo y el Congreso. Es el abecé del poder sujeto a límites.

La Presidenta, claro está, desnudó su visión: sólo concibe el poder sin límites.