La creciente política aislacionista del gobierno nacional choca frontalmente con la evolución del mundo. Importantes negociaciones en curso obligan a pensar en las graves consecuencias de continuar el equivocado camino tercamente emprendido.
A medida que el mundo tiende a abrir las fronteras mediante acuerdos para acrecentar sus relaciones económicas y culturales, la Argentina procede en sentido inverso. Desde principios del milenio comenzaron a cerrarse las fronteras tanto para importar como para exportar. La sustitución de importaciones fue enarbolada con un énfasis dogmático. Sin respetar acuerdos bilaterales, regionales ni multilaterales, se fue impidiendo el ingreso de bienes de las más variadas características. Sus instrumentos principales fueron las licencias no automáticas de importación, ahora eliminadas ante el riego inminente de recibir severas represalias . Pero quedó vigente la peor aún Declaración Jurada de Necesidad de Importación, un instrumento no conocido en el mundo, que implica una autorización oficial para comprar en el exterior cualquier tipo de bienes. Como si esto fuera poco, se ha recurrido al desprestigiado intercambio compensado, que exige vender al exterior para poder comprar por igual monto, generando sobrecostos y todo tipo de distorsiones.
Finalmente, sin agotar el recetario, se suele recurrir a decisiones oficiales sin fundamento legal que lo avale, violando acuerdos de alta jerarquía internacional. Lo mismo sucede con las exportaciones. Una prueba es el cobro de impuestos a las exportaciones que tienen por destino las naciones que integran el Mercosur, en violación de su tratado constitutivo. También, el Registro de Operaciones de Exportación ( ROE) verdaderos permisos de exportación con sus versiones roja, verde y blanca, que deciden cuándo y quiénes pueden exportar carnes, granos y lácteos.
Se registra un pobre desempeño del país en materia de negociaciones comerciales internacionales. El desinterés del país por asumir compromisos de apertura mutua de mercados en los más diversos foros surge con claridad. Ni siquiera la propia negociación del Mercosur con la Unión Europea en pos de un Acuerdo de Libre Comercio goza de gran interés en las esferas oficiales.
En diciembre próximo, en Bali tendrá lugar la Reunión Ministerial de la OMC, que podría llevar ingredientes oxigenantes, por tejerse en Ginebra, donde nuestro país tuvo activa participación en el pasado, la que ahora lamentablemente no se vislumbra. Allí encontrará un nuevo director general, el brasileño Roberto Azevedo. Mientras tanto, dos importantes acuerdos comerciales interregionales están en plena negociación. Se trata de un acuerdo Transatlántico entre EE.UU. y la Unión Europea y otro, el Transpacífico, que reúne a 12 naciones del este asiático y el oeste americano. Surgen con claridad las implicancias que para nuestro país tendrá no participar de ninguno de esos acuerdos.
Seguir con el aislamiento ejercitado en el último decenio equivaldrá a nuevos y grandes perjuicios para la productividad y competitividad de nuestra débil economía. Según lo referido, poco tiempo resta para entender la dura realidad que se avecina si se continúa el erróneo camino emprendido. Mañana será demasiado tarde.