La eventual apertura del mercado asiático representa una enorme oportunidad comercial para la única empresa santafesina dedicada a criar caballos para actividades hípicas. Muy cerca de Rosario, se ilusionan con dar el salto definitivo que les permita consolidarse fuertemente en el mercado exportador.
Paradoja. Mientras que el mercado de los caballos de trabajo se redujo, el mundo deportivo moviliza el crecimiento del sector.
”No te desanimes, no bajes la mirada, mantené encendida la esperanza, sé humilde pero no sumiso, no pierdas lo ganado, acrecienta lo heredado, valora la amistad y no estarás solo. Confía en tu intuición”.
Tal decálogo de vida cuelga de un cartel en una pared a la entrada del club de campo El Pingo Fe, a la vera de la ruta 34, en Luis Palacios. Un instructivo que resume la actitud de un hombre y sus caballos. La clave, tal vez, del éxito, en un negocio donde curiosamente son los animales quienes enseñan los secretos del camino a seguir: nobleza, pasión, humildad y hombría de bien.
Luis Silvestri nació en Villa Cañás. Y si bien la vida lo llevó a desarrollarse en la actividad deportiva, nunca se apagó en su interior ese recuerdo campestre de su pago chico, en donde el caballo era un representante fiel de ese recuerdo que lo seguiría durante toda la vida.
Como preparador físico de equipos de fútbol, tuvo una carrera exitosa. A principios de los 80 se coronó campeón con Rosario Central, luego pasó a Estudiantes y Gimnasia y Esgrima de la Plata; y más tarde al Junior de Barranquilla (en Colombia), donde haría los contactos que le cambiarían la vida, y le permitirían concretar su sueño de volver a las fuentes.
De vuelta en la Argentina, decidió comprar un campo de 15 hectáreas a la vera de la ruta 34 en la localidad de Luis Palacios, muy cerca de la ciudad de Rosario. Allí montó las bases de lo que sería con el tiempo un emprendimiento inédito a nivel nacional: un criadero de caballos deportivos para exportación, bastante lejos de los circuitos tradicionales de este nicho, tradicionalmente arraigados en la provincia de Buenos Aires.
“Tuve que pagar derecho de piso”, recuerda Luis entre los primeros amargos
que comparte con Campolitoral. “No tenía los conocimientos necesarios, y compré
caballos que no pude comercializar”, agrega, en referencia a los comienzos
accidentados del emprendimiento, pero que -lejos de desanimarlo- le hicieron
redoblar su deseo de seguir adelante.
Primer bisagra
Sin embargo, la suerte de Luis estaba a punto de cambiar. En 1997, recibe un
pedido de parte de la policía de Colombia de más de 700 animales, lo que lo
obligó a salir a buscar caballos, ya que los necesitaban con ciertas
características de edad, altura y color; pedido que logró cumplimentar, no con
pocos esfuerzos.
Con los ingresos generados por ese primer gran negocio, arma el picadero cubierto (el segundo en toda la provincia, después del Jockey Club de Rosario), que le permite consolidar la estructura del predio que estaba armando en su cabeza. Poco a poco, le va dando forma a todo un entorno que albergue al potencial cliente y lo haga sentir como en su casa. “No hay mejor imagen de respaldo que recibir a la gente en mi casa y estar todo el tiempo ahí, a su disposición”, aconseja (aunque la salud le haya pasado factura por tanta dedicación). Llegaron entonces las cabañas, el comedor, las pistas con tribuna y la pileta, que coronan un predio más que completo para instalarse a pensar (y ver) sólo en caballos.
“El caballo habla por vos”
“Lo mío es fabricar para exportar, no para retener”, sentencia Luis, definiendo
claramente su visión del negocio. Y para exportar, nada mejor que abrirle al
mundo las puertas de su casa. De a poco, empezaron a llegar clientes desde
Estados Unidos, Canadá, Colombia, México, Paraguay, Venezuela, Ecuador, Chile,
Costa Rica y Bolivia. “Las expectativas fueron superadas, y tuvimos que
adaptarnos a las nuevas demandas y necesidades, implementando entre otras
actividades- las clínicas de capacitación ecuestre, donde los chicos de todas
partes del mundo llegan para aprender un poco más sobre caballos. De hecho, en
el próximo mes de julio esperan a un contingente de Colombia, aunque están
recibiendo gente de lugares tan distantes como Arabia, Rusia, Japón y China.
Claro que preparar y mantener todo esta estructura no es nada fácil. Sólo el entrenamiento de los equinos requiere de un tiempo extenso y paciente.
Un caballo de salto necesita un período de preparación que arranca en un animal de tres años y medio. Ahí se comienza con un trabajo de amanse que lleva otro año de trabajo, donde se inicia la instrucción necesaria para empezar a saltar y competir.
Además, para Silvestri, las características propias de este mercado tan
particular requieren de un manejo personalizado del negocio. En esto, es
fundamental tejer alianzas con los proveedores, por eso cerró acuerdos con tres
haras (en todo el país hay más de 200, y el número se acrecienta) con quienes se
provee de los animales para entrenar. “En cuanto al precio, hay una pirámide con
valores internacionales, pero en la base hay precios muy competitivos para el
mercado externo”. En animales de polo, por ejemplo, el mercado registra un
crecimiento explosivo, y en animales con destino a actividades hípicas, si bien
el crecimiento cuantitativo no es tan grande, también se trata de un mercado muy
específico, que igualmente se identifica con sectores de alto poder adquisitivo.
Un caballo, una cultura
Para Luis, el caballo es entre otras cosas- la vidriera de la cultura que lo
forjó. Por eso, en todo el establecimiento se lee la leyenda “Caballos
Argentinos”, y siempre busca valorizar en estos nobles animales las cuestiones
invisibles de la historia que permitan exportar también (junto con el animal),
el acervo gaucho tan nuestro, tan característico y tan apreciado en el mundo.
“Me gusta que cada animal lleve un nombre representativo de nuestros pueblos originarios, sus paisajes, sus ríos, sus montañas”, destaca Luis, aunque desde que el pedigree obliga a respetar el nombre original, la costumbre se hace un poco más difícil. As í, se fue pasando de nombres como Amanik (montaña), a Teutón, o Salut Indoctra D’aroue.
Segundo disparador
Este mes, Luis fue invitado a participar de la delegación de empresarios
santafesinos que viajaron a China de la mano del Gobernador Antonio Bonfatti.
Allí pudo comprobar el gran interés en adquirir caballos argentinos para
actividades deportivas. “El viaje estuvo muy bien armado, y pudimos conocernos
con los potenciales clientes cara a cara, entablando un contacto personalizado,
y eso es algo que los chinos valoraron mucho. Se armaron mesas de trabajo
individuales, donde cada empresario podía conversar tranquilamente con ellos.
Los chinos están ávidos de esto”, destaca Luis, luego de descubrir un mercado
gigante que se estima en más de un millón de personas que montan, y que de
concretar algún pedido, sería de una magnitud creciente con el paso del tiempo.
De paso, el viaje sirvió para acelerar los protocolos entre las dos entidades sanitarias de ambos países, que permitan allanar la fase comercial, y exportar por primera vez caballos en pie de Argentina a China. De hecho, en el mes de agosto está prevista la llegada de una delegación desde el gigante asiático, con la que ya se podrían cerrar los primeros acuerdos. Quien lo confirmó fue la titular de la Federación ecuestre china (entidad que nuclea a unos 200 clubes), corroborando el interés expresado, y la invitación a participar como expositor de un importante evento ecuestre a desarrollarse en diciembre en Shangai.
Mostrarse al mundo
Los mates ya se lavaron y Luis, como buen anfitrión, ofrece renovarlos. Pero ya
es hora de volver, desandando a las cansadas, la procesión de camiones de la
ruta 34. Detrás de otra tranquera, otra historia nos está esperando para ser
contada.
A la salida, sin embargo, algo me llama la atención. Allí cuelga otro cartel, que dice: “Querido Pingo, rincón de mi vida, te encontré triste y vencido como una mueca fatal. La mala suerte te jugó una carta brava, se te dio vuelta la taba, y al mundo te pude mostrar”.
Después de sortear muchos inconvenientes, después de ponerle el hombro y la
vida a su sueño, Luis no está solo. Sus hijos Franco, Bruno y Juliana comparten
con él la planificación y las jornadas de trabajo. Ha cultivado la amistad, y
siguiendo su intuición, logró hacer realidad lo que anheló, años atrás, quizás
sin saberlo, en los verdes potreros de Villa Cañás.
El caballo como negocio
En nuestro país, el ente encargado de controlar y registrar los caballos es la Asociación Argentina de Fomento Equino, donde figura el listado de todos los animales con pedigree. Se estima, sin embargo, que sólo el 50 % de los caballos deportivos figuran registrados, aunque hace 30 años el número ni siquiera llegaba al 10 % del padrón. Si bien nuestro país ostenta el status de mejor productor de caballos de polo del mundo, es en Europa donde se consigue la mejor genética de salto. Países como Francia, Holanda, Bélgica o Alemania registran números positivos en su balanza exportadora con una fuerte influencia de la actividad ecuestre y de semen equino. Según trascendió en el último viaje a China, el mismo Gobernador Bonfatti manifestó su interés en mejorar la calidad de la raza caballo de silla argentino mediante la incorporación de la mejor genética para potenciar el desarrollo de las cabañas locales.