Todos nos muestran a Lázaro Báez. No es casualidad que la resurrección del país esté corporizada en un señor que se llama Lázaro. Un humilde cajero de banco al que un día se le acercó Néstor y le dijo: levántate y anda. En realidad la frase completa es: levantate y andá pasándome la lista de los deudores del banco, que apretándolos vamos a cobrar todos. El resto es conocido. Lázaro amasó una fortuna, pero no perdió su humildad. Sigue siendo lo que era: un tipo que cuenta plata todo el día y la mete en cajas.
Lázaro representa también la reconciliación del kirchnerismo con el campo: es dueño de 25 estancias. Representa el boom de la construcción: de la nada construyó un imperio. Representa, finalmente, la pulcritud de procedimientos: él lava todo.
Sigamos recorriendo los diarios. Nos hablan del descongelamiento de precios. Ningún supermercado se podrá hacer el vivo porque una legión de militantes velará por nosotros. En los sistemas económicos clásicos no hay precios máximos, no hay nada que controlar y, por lo tanto, no hacen falta inspectores. Son sistemas sin mística. En cambio, la Presidenta nos presentó una batalla épica entre empresarios angurrientos y un Estado pobre que tiene que pedir la ayuda de fuerzas populares para salvarnos a nosotros, los consumidores. Gran historia. No sé qué van a controlar los militantes si el 98% de los productos tendrá precio libre, pero es lo de siempre: mi dificultad para comprender los fenómenos políticos y económicos.
Los diarios hablan también de la ley de blanqueo de divisas. Está bárbaro lo que hace el Gobierno. Puso el cepo, mandó policías a la City y ahora nos prohíbe sacar plata en los países limítrofes. Si después de ese tremendo cerco alguien logró igual hacerse de dólares, hay que premiarlo con el blanqueo. Sigamos leyendo. Aparece lo de la corrupción en el entorno íntimo de la Presidenta. Ahí está la clave: la señora quiere tener la corrupción cerca para poder controlarla. Aparece lo de que el fútbol del domingo va a competir con Lanata. Es una movida riesgosa. Van a sospechar que queremos tapar las denuncias. Al contrario: en el entretiempo vamos a pasar una investigación de Horacio Verbitsky sobre la corrupción menemista.
Más noticias. Irán aprobó el memorándum por la AMIA. Pero no lo hizo el Congreso, sino Ahmadinejad, que era quien lo había impulsado. Eso significa que se ratificó a sí mismo, lo cual sienta una interesante jurisprudencia en el derecho internacional público.
Los medios nos hablan también de desempleo y caída del consumo. Nos dicen que cinco millones de chicos son pobres. No niego estos datos, pero si la Presidenta no los menciona es porque no son graves. Es un problema del relato: hay que saber presentar los temas. En el manual del buen camporista está todo explicado. Ahí no se habla de desempleo, sino de gente que no necesita trabajar. No hay caída del consumo, sino aumento de la producción. No se habla de cinco millones de chicos pobres, sino de chicos con expectativas crecientes. No se dice que los trenes chocan por falta de frenos, sino que el avance del transporte público no se detiene. No dice que los barcos se nos hunden, sino que se convierten en submarinos. No se dice que la Argentina está exportando menos carne que Paraguay, sino que ahora la carne de los argentinos está para que la disfruten los argentinos.
Sigamos dando vuelta las páginas de los diarios. Nunca antes la democracia tuvo tanto lugar en la agenda pública. Estamos democratizando la Justicia y los medios. Democratizamos el relato contratando a un gran relator como Víctor Hugo; democratizamos la cultura: queremos sacar la Feria del Libro del enclave oligarca de La Rural para llevarla a Tecnópolis; democratizamos los actos políticos facilitando el traslado de todos los militantes. Democratizamos la vida. Es una lástima que después de ese esfuerzo venga la Conti, una gran referente, y hable de "democracia boba".
Otra novedad es que Cristina perdió diez lugares entre las mujeres más influyentes del mundo, un ranking encabezado por la Merkel y Dilma Rousseff. Merkel y Dilma: no me hagan reír. Ninguna de ellas puso a parir al FMI. Ninguna se animó a apartarse del Occidente ruinoso para ir a abrazarse con Irán. ¿A quién escucha un estadista como Maduro? ¿A la Merkel, a Dilma o a Cristina?
Más noticias. La Argentina tuvo un brusco descenso en el índice de calidad institucional. Ocupa el puesto 127 sobre 191 países y en la región sólo supera a Venezuela. Ahora bien, ¿quién juzga la calidad institucional? Este ranking es hecho por el Banco Mundial y Transparencia Internacional, instituciones irrelevantes. El único ranking que interesa es el de los votos. Por eso pusimos el escrutinio en manos de Randazzo.
Diez años. Es el momento de agradecer. En primer lugar, a Cristina y a Néstor. Pero también a Boudou, a Lázaro Báez y a tantos otros colaboradores desinteresados. Ah, me olvidaba. A todo el país. Sin los argentinos, el kirchnerismo no hubiese sido posible.