En 2012, con más de 20 millones de toneladas, Brasil desplazó a la Argentina (16,7 millones) del segundo lugar del ranking mundial de exportadores de maíz, según datos de la consultora verdeamarela Informa Economics FNP. Sin embargo, hay un nicho en el que el pabellón celeste y blanco sigue en lo más alto: el pisingallo, variedad utilizada para la elaboración de pochoclo, cuyo precio creció 53 por ciento, a US$ 850 la tonelada, el año pasado.
“El pisingallo (‘pop corn’, en inglés) es un maíz diferenciado, de alto valor agregado, destinado al consumo humano bajo la forma de golosina dulce o salada, la cual se obtiene al expandirlo mediante un proceso de cocción”, se define en un trabajo de investigación, titulado “Análisis de la producción de maíz pisingallo por contrato”, de la cátedra de Agronegocios de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Si bien el consumo doméstico es muy bajo, aumenta gracias a su presencia en
los cines y asociado al incremento en el consumo de cervezas, según un informe
de la Asociación Maíz Argentino, integrada por empresas que conforman los
distintos eslabones de la cadena de producción. De todas formas, el 97 por
ciento de lo producido en el país se exporta.
“Se trata de un negocio que, a nivel local, se inició en 1989 y, entre 1998 y
2000, la Argentina se convirtió en el primer exportador mundial”, explican desde
la Cámara de Procesadores y Exportadores de Maíz Pisingallo (Campi). A escala
global, la oferta se aproxima a las 400.000 toneladas, considerando campañas
normales en cuanto a producción y clima en los países oferentes. La Argentina
vende 230.000 toneladas anuales, seguida por los Estados Unidos (120.000).
Detrás, Francia, Sudáfrica y Hungría. En el país, hay unos 50 exportadores, que
despachan a más de 100 destinos. La unidad de venta es el contenedor, cuya carga
depende del tipo de bolsa (desde los 10 kilos a la tonelada).
La carga promedio por contenedor es de 25 toneladas en bolsas de 50 libras (22,68 kilogramos), con marcas propias o de terceros, explican fuentes del sector. La venta promedio, apunta un player, es de dos a tres contenedores. “Al ser líder mundial, la Argentina es formadora de precios”, describe uno de los tres mayores exportadores, en off the record. Agrega que la cotización del grano es muy sensible a diversos factores. El más crítico, el volumen de la producción local. La superficie a sembrar, amplía, no debe superar las 70.000 hectáreas en todo el territorio nacional, ya que el rendimiento promedio es de 3,8 toneladas por hectárea y casi la totalidad de la producción se exporta.
“En un mercado de nicho y pequeño, como el pisingallo, la siembra (originación) debe ser inteligente. Producir lo que el mercado necesita y no más, tanto en calidad como en cantidad”, señala. En tal sentido, el pisingallo compite por la tierra con el maíz convencional, ya que tienen las mismas propiedades agronómicas. Su rendimiento es, en promedio, la mitad. Pero su valor, en condiciones normales, multiplica entre 1,8 y 2 el del maíz común.
“El precio que se le paga al productor se puede fijar por un monto fijo o por
un porcentaje (entre 45 y 50) del valor FOB de exportación. O por un mix de
precio fijo y participación sobre el FOB”, comentan desde la Campi, entidad
integrada por 12 empresas: Agro Uranga, Anka, Alberto Marchionni, Alemar,
Alicampo, Conagra Snack Foods, Curcija, Pop Argentina, Pop Company, Reliance
Export, Snack Crops y Gregorio, Numo y Noel Werthein, sociedad con la que se
fundó el imperio que, entre otros activos, hoy controla Telecom. Entre Snack
Crops, Pop Argentina y Werthein, concentran casi el 70 por ciento de las
exportaciones, según fuentes del sector.
Grano sensible
El factor climático también es clave. “En un trabajo, se compararon los resultados de maíz común y pisingallo en los campos en los que se hicieron los dos cultivos. Se puede ver que el pisingallo depende mucho más del ambiente que el convencional y que, a medida que las condiciones para el cultivo empeoran, las diferencias de rinde se incrementan. El maíz tiene mejor desempeño relativo en condiciones desfavorables. Pero, cuando el entorno climático mejora, el pisingallo puede superar el 50 por ciento de rinde de un maíz común”, comenta Luis Miceli, asesor del grupo CREA Herrera Vegas, consorcio rural de experimentación agrícola de esa zona de Salta.
En el ciclo de producción 2011/12, cuya cosecha se realizó entre marzo y mayo del año pasado, la producción argentina de pisingallo sufrió las consecuencias de una inédita sequía, con muy altas temperaturas. La Campi calculó que las pérdidas, en cantidades, fueron de un 50 por ciento, respecto de los rendimientos normales esperados.
Como consecuencia, los precios FOB del producto registraron una suba histórica: de US$ 585 la tonelada en enero, a más de US$ 900 en noviembre. El alza contrasta con lo ocurrido en la campaña comercial 2010/11, cuando, por exceso de oferta –según la entidad, se sembraron algo más de 90.000 hectáreas–, la cotización se derrumbó a US$ 300. A diferencia del maíz convencional, que tributa 20 por ciento, las retenciones del pisingallo son del 5 por ciento del valor FOB. No es la única ventaja.
“Este producto es muy interesante para diversificar riesgos, salir de las producciones tradicionales y buscar ventajas comparativas”, explica Fabián Pereyra Iraola, productor agropecuario de la zona de Hipólito Yrigoyen (Salta). Pereyra Iraola destaca que es un mercado no intervenido por el Gobierno, es chico en tamaño –por lo que su precio duplica al tradicional– e impacta en el flete un 50 por ciento menos que el convencional. “Es un cultivo con demanda segura y menos costos de transporte. Lo ideal es tener un poco de presencia en el mercado y la puerta abierta con un exportador, que permita ingresar al negocio en el momento oportuno y no hacerlo cuando hay sobreoferta que afecte al precio”, completa. Julián Sanz.