La importancia de la soja para la producción argentina está fuera de
discusión. Solo basta con ver las estadísticas de los últimos tres años, que no
dejan lugar a dudas: mientras que el maíz y el trigo ocupan el 28% de la
superficie sembrada, la soja se lleva casi el 60% del área.
Esto fue lo que motivó a Luis Ventimiglia, técnico de la agencia del INTA en
9 de Julio, Buenos Aires, a pensar, hace tres años, sobre algunos aspectos
agronómicos, como la calidad de los campos que están en monocultivo de soja,
cómo se alteran los contenidos de materia orgánica o de fósforo de esos suelos o
qué pasa en los casos de productores que fertilizan la oleaginosa con baja
cantidad de este nutriente.
Así, Ventimiglia ideó un ensayo de largo plazo de fertilización en
monocultivo de soja, del cual ya hay resultados parciales, y que muestra que los
rindes del cultivo pueden llegar hasta a duplicarse con un manejo ajustado de la
nutrición fosforada, a la vez que se logran mejoras en la calidad del grano y la
disponibilidad de fósforo en el suelo.
Ventimiglia dialogó con Clarín Rural y resumió el ensayo, que incluye cinco tratamientos:
- Tres tienen una dosis de fósforo "de reconstrucción", de 140 kilos de superfosfato triple de calcio (SPT) por hectárea (equivalente a 28 kilos de fósforo/ha).
- Un cuarto tratamiento tiene una dosis de tipo "arrancadora", de 40 kilos/ha de SPT (equivalente a 8 kg de fósforo/ha), como indicó que se hace la mayor parte de la soja en la Argentina.
- El quinto es un tratamiento testigo, sin fertilizante.
Las diferencias entre los tres tratamientos "de reconstrucción" radican, explicó Ventimiglia, en el momento de aplicación:
- En uno los 140 kilos SPT se aplicaron al voleo en el invierno, durante el período de barbecho.
- En otro, la dosis se dividió en 100 kilos en el invierno y 40 kilos incorporados a la siembra.
- Y en el último caso, se volearon los 140 kilos a la siembra.
Las variedades de soja usadas fueron las más comunes en la zona, que varían
entre los grupos 3 largos y 4 cortos. Ventimiglia precisó que los aumentos de
rendimiento después de tres años de trabajo son muy significativos, con picos
que este año marcaron 6.100 kg/ha, el doble que el testigo.
Pero vale la pena analizar el tema en detalle. Los mejores rindes,
promediando los tres años de ensayos, se lograron cuando las dosis mayores de
fertilizante se aplicaron por entero en invierno. En este caso, el promedio de
rinde fue 73% más que el testigo.
En un segundo lugar, con incrementos solo algo menores, están los
tratamientos con la dosis dividida en invierno y a la siembra (con subas del 69%
en el promedio del trieño), mientras que cuando se voleó toda la dosis a la
siembra la suba fue del 65%.
Finalmente, con la dosis arrancadora (la más común en el país), los
incrementos llegaron al 40% sobre el testigo, que rindió 2.600 kilos/ha en el
promedio de los tres años. Así, quedan claros los kilos extras que se obtendrían
si se hiciera una fertilización distinta a la habitual. Sin embargo, estos
resultados muy interesantes fueron aun más impactantes si se considera solo la
última campaña, la 2012/13, en la que el clima fue determinante.
El tratamiento que más rindió, otra vez con toda la fertilización en el
invierno, arrojó 6.100 kg/ha, contra los 3.000 kg/ha del testigo. Pero también
fueron destacados los otros tratamientos de altas dosis: en la aplicación
dividida en invierno y a la siembra el rinde alcanzó 5.927 kg/ha y, cuando todo
el fósforo se aplicó a la siembra, el rendimiento llegó a 5.511 kg/ha.
Ventimiglia, que llevó a cabo estos ensayos con apoyo de Fertilizar
Asociación Civil y Bunge, destacó que no solamente aumenta el rinde cuando se
fertiliza mejor, sino que también cambia la calidad industrial del grano de
soja, ya que se incrementa su contenido de fósforo. Este es un punto muy
favorable cuando se piensa en el rendimiento industrial del grano, ya que se
necesitan menos granos para alcanzar una calidad determinada.
Hay otro dato quizás más importante. Ventimiglia detalló que luego de dos
años de aplicaciones, hay cambios sustanciales en la disponibilidad de fósforo
en el suelo. Partiendo de una dotación inicial de 6 partes por millón (ppm),
cuando las dosis fueron de 140 kg de SPT se logró pasar, en el 2010 (es decir,
luego de un año), a una disponibilidad de 8,5 ppm, y a 11 ppm tras el segundo.
Aun no están los resultados del análisis de suelo para la campaña recientemente
terminada.
En el caso del testigo, los balances fueron negativos, con pérdidas de 12 kg/ha/año
de fósforo, mientras que los suelos con cultivos que recibieron solo la dosis
arrancadora perdieron algo menos: 5 kg/ha/año, en promedio.
Es importante destacar que en el lote del ensayo, antes del inicio del
trabajo, se practicó por veinte años una rotación trigo/soja de
segunda-maíz-soja de primera, en siembra directa. Más allá de lo que muestran
los resultados de tres años seguidos de soja, con resultados excelentes,
Ventimiglia ratificó que el monocultivo no es lo más recomendable.
En referencia a los costos de las aplicaciones, el técnico hizo una cuenta
sencilla, que le permitió llegar a la conclusión de que los rendimientos pagan
ampliamente la fertilización reforzada."Si, en el promedio de los tres años, la
diferencia entre el tratamiento de mayor rendimiento y el testigo es de 1.900
kilos (2.600 kg/ha contra 4.500 kg/ha) y se aplicaron 140 kilos de SPT, esto
quiere decir que por cada kilo de insumo se logran 13,6 kilos de más de grano".
El especialista también dejó otro concepto interesante para pensar. "¿Por qué
no fertilizar con fósforo como una alternativa de inversión?", se preguntó. "Si
la mejor tasa de aprovechamiento del nutriente se logra en cinco años o más, se
puede invertir más en el suelo, como si fuera una caja de ahorro, para tener un
lote fértil que devuelve lo invertido en más kilos de rendimiento", precisó.
Está claro que hay estrategias tecnológicas de punta que exponen el altísimo potencial alcanzable de la soja. Y que esto puede hacerse agregando sustentabilidad al sistema. En definitiva, un combo que cierra redondito.