“Las decisiones sobre el manejo de enfermedades deben tomarse a partir del conocimiento del sistema en su conjunto”, señaló Ramiro Carretero en la apertura de la segunda jornada de A Todo Trigo. El técnico de la Facultad de Agronomía de la UBA fue el primer disertante del panel denominado “Reductores del rendimiento: Plagas, Malezas y Enfermedades” y en su charla describió los factores vinculados a las enfermedades en trigo y cebada.
“Por lo tanto –continuó Carretero-, no sólo se debe conocer la enfermedad en general, sino que también es necesario tener el conocimiento suficiente sobre el cultivo, su forma de generar el rinde, y también sobre el ambiente, que modula como las enfermedades foliares pueden avanzar en el cultivo”.
Con esos objetivos, Carretero explicó las relaciones entre los factores del ambiente y el patógeno que determinan el progreso de la enfermedad en un cultivo. Para ello describió los procesos del ciclo de vida de los patógenos que son más críticos para la supervivencia en el cultivo. Señalando que esos procesos, como la germinación de las esporas, la infección de las hojas, entre otros, son controlados y dependientes de las condiciones ambientales, tales como lluvias, vientos, humedad relativa, temperatura, etc.
Luego, el especialista describió los procesos que determinan la generación de rendimientos en un cultivo, identificando los momentos críticos del ciclo en el que el cultivo debería estar creciendo sin ninguna limitación. Ese período es entre los 30 días previos y los 10 días posteriores a la floración en el caso del trigo y la aparición de las primeras aristas cuando se trata de cebada.
Por último, Carretero respondió un interrogante: Fuera de ese período crítico, ¿es necesario manejar enfermedades? En su respuesta señaló que “Se pueden identificar situaciones puntuales, dependiendo de la interacción entre el patógeno, el ambiente y el cultivo, que determinen tomar decisiones de manejo anticipadas o incluso posteriores al período crítico”.
Malezas
Juan Carlos Papa se refirió a los problemas actuales de malezas en la región sojera núcleo, uno de los temas que mayor preocupación viene generando en los productores y técnicos. Fue muy duro al definir al modelo productivo actual: “Es un modelo de alta rentabilidad concentrada y de muy corto plazo, el horizonte de eventos se limita al lote y a una sola campaña, inconscientemente pródigo en externalidades, degradativo e insustentable en el espacio y en el tiempo”.
Papa señaló que como resultado de ese modelo se tiene un aumento en el número y densidad de especies denominadas duras, de difícil control o tolerantes a glifosato, y se registran biotipos de sorgo de Alepo, raigrás, capín, gramilla mansa, eleusina, y otras especies sospechosas, con resistencia al glifosato.
El especialista explicó que, por diferentes motivos, hoy es frecuente encontrarse con malezas duras sobre las que se realizan tratamientos tardíos, inoportunos, con malezas demasiado grandes o avanzadas en su ciclo como para que un herbicida sea eficaz.
Pero explicó que el manejo es posible porque el 90% de las malezas son controladas con tratamientos oportunos (cuando son pequeñas y están en activo crecimiento), alrededor del 10% son realmente tolerantes a glifosato, el 9% es manejable con otros herbicidas y sólo el 1% no tendría, por ahora, una solución química aparente.
Para finalizar, Papa explicó que para mitigar los actuales problemas de malezas es necesario asumir una actitud proactiva, reconociendo que el problema es real y puede afectarnos a todos. También hay que reconocer la naturaleza biológica del problema, que ocurre en una escala espacio temporal que trasciende al lote individual y a una campaña; reconocer que los problemas de malezas no pueden solucionarse sólo con herbicidas; hacer un empleo inteligente y racional de todas las herramientas químicas y no químicas; y la implementación de sistemas que incrementen la diversidad productiva.
Plagas
“Nueva visión para una vieja herramienta” fue el título que propuso Daniel Igarzábal para referirse al control de plagas. El especialista es reconocido por derribar algunos mitos sobre ese tema.
“Los controles de daño económico son la base de la filosofía del manejo integrado de plagas. Eso es lo que se enseña en las facultades de agronomía de todo el país –explicó Igarzábal-, pero cuando el técnico llega al campo se da cuenta que la cosa es distinta”.
“El manejo integrado es como un Partenón cuyos cimientos son el conocimiento del sistema y la economía del cultivo. Pero ninguna de estas dos cosas existen en la Argentina, porque no hay investigación que genere ese conocimiento y porque la economía es oscilante”.
“Por lo tanto no se puede pensar en el manejo integrado de plagas por más que
sea la mejor filosofía”. Y agregó “El mejor método de manejo de plagas no
utilizado es el peor de los métodos”.
“Lo opuesto a esto es el simple control de plagas, que se puede resolver
telefónicamente y solo pasa por recetar qué y cuánto insecticida aplicar. Con
ese sistema, en este momento el 50% de los tratamientos con insecticidas en la
Argentina no tiene sustento técnico”, aseguró el especialista. Y agregó que en
ese porcentaje se incluyen también los tratamientos que se hacen “por las
dudas”.
Frente a ese panorama, Igarzábal señaló que “Una propuesta que puede ser ejecutada por los técnicos en el campo es el manejo criterioso, que consiste en entender tres conceptos básicos: la plaga, el producto y el ambiente. Se debe manejar la interacción entre estos tres factores, entendiendo qué quiere el insecto, cómo funciona el producto en ese ambiente y que la plaga y el producto pueden modificarse permanentemente. Por lo tanto, los umbrales o momentos de decisión serán siempre dinámicos y dependerán del criterio agronómico del técnico, sin atarse a fríos números que son establecidos como umbrales de daño económico” concluyó.