El Ministerio de Educación porteño viene trabajando sobre un proyecto que apunta a evaluar el sistema educativo en su conjunto. Se trata, en principio, de una iniciativa auspiciosa, ya que permitiría disponer de información actualizada sobre el funcionamiento del sistema, y a partir de allí, mejorar la formulación, la instrumentación y los resultados de las políticas educativas.

A esos fines se consagrará el Instituto de Evaluación Educativa. Sería una entidad autárquica dentro del ámbito ministerial, que considerará de manera periódica el nivel de aprendizaje de los alumnos, la formación y desempeño de los docentes, el funcionamiento institucional del sistema y el impacto de las políticas ministeriales. Por consiguiente, no sólo serán evaluados alumnos y docentes, sino también los funcionarios responsables de las políticas en gestión. El instituto proyectado tendría a su cargo, también, investigar y proponer reformas tendientes a mejorar la calidad y equidad educativas.

La iniciativa había sido anunciada por el jefe de gobierno, Mauricio Macri, en la sesión inaugural de la Legislatura este año. Inmediatamente, mereció fuertes objeciones de parte de diversos partidos opositores y representantes sindicales, en algunos casos antes de conocerse el texto completo del proyecto.

Así, Francisco Nenna (Frente para la Victoria) manifestó no estar en contra de la evaluación del sistema para mejorarlo, pero atribuyó al proyecto un carácter punitivo, que a su juicio iría en contra de los docentes.

Por su parte, Laura García Tuñón (Proyecto Sur) consideró que la dirección del instituto sólo debería evaluar, sin incidir en la carrera docente. Y Delia Bisutti (Nuevo Encuentro) expresó su preocupación porque la nueva política podría ser usada para establecer un ranking entre las escuelas.

En ese punto reapareció una de las concepciones más nefastas de las que tanto gravitan desde hace años en la educación pública argentina: la resistencia a la comparación, por un lado, entre lo malo y mediocre y, por el otro, lo que surge como positivo en la enseñanza de nuestros chicos y adolescentes.

Desde 2000, la Argentina no ha hecho más que perder posiciones relativas en la educación mundial, lo cual cubre todo el ciclo del kirchnerismo y sus aliados de la izquierda burocrática. Pero tan pronto se conocieron los últimos resultados desastrosos de la evaluación correspondiente a la Argentina en las pruebas PISA sobre operaciones simples de matemáticas y comprensión de lectura, rendidas en el ámbito irreprochable de la Organización Mundial para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el ministro de Educación de la Nación, Alberto Sileoni, anunció que el país se abstendría de nuevas participaciones. Nada de resultados incómodos.

Por decir lo menos, la mediocridad se resiste a ser evaluada y puesta de manifiesto por medios inobjetables ante la opinión pública. Con ese criterio, deberían eliminarse de la sociedad los premios y galardones que exaltan la obra de los mejores al cabo de concursos y competencias de todo tipo. Ellas sirven tanto para el estímulo de quienes fueren distinguidos como para la emulación por parte de las personas individual y socialmente responsables, o sea, las bien dispuestas al estudio, el trabajo y el sacrificio, bases para la vida honrosa y solidaria con los demás.

También se han hecho críticas al hecho de que el Consejo Consultivo del Instituto, compuesto por siete miembros, tendría uno de carácter rotativo, a fin de que sucesivamente represente a cada uno de los cuatro sindicatos que reúnen más afiliados, entre los 17 existentes. Sólo se explica la existencia de una burocracia sindical tan extendida por el imperio de políticas abusivas, que parecerían haber sido acotadas en la iniciativa del gobierno local.

Si efectivamente se quiere dejar la pendiente de declinación en que estamos después del fracaso de la reforma de 1993 y la insatisfacción que ha dejado la legislación sancionada en 2006, no hay más remedio que buscar otros caminos.

No son los del populismo y hay que encontrarlos con urgencia y comenzar enseguida a recorrerlos.