Quiso con ello, sin duda, un poco fatigado y con apreciaciones que despiertan debates, contestar a aquellos que evalúan su gestión. De Vido se refirió a los críticos de las acciones del Gobierno y dijo: Son los mismos que vencieron en la batalla de Pavón, los que nos llevaron a un conflicto genocida y fraticida con la hermana República del Paraguay, los que contrataron en 1820 el préstamo de la Baring Brothers. Y agregó : Son los que derrocaron a Yrigoyen, los que impulsaron la década infame, los que formaron la Unión Democrática. Son los mismos que bombardearon la Plaza de Mayo en 1955 y los que desaparecieron a 30 mil personas, los mismos que hoy dicen en las tapas de sus principales diarios que el índice de la construcción bajó, cuando en realidad creció, desde febrero.
¿Son estas apreciaciones un preocupado, inquieto o quizás despistado grito de respuesta a quienes lo cuestionan o se quedó sin argumentos sólidos? ¿Sus afirmaciones son compartidas por el resto del Gabinete Nacional o fueron dichas en total soledad? Y, por último: ¿De ésta manera el ministro usa la réplica cuando todos los ojos lo están observando porque la tragedia ferroviaria de Once, las millonarias compras de equipamiento para la infraestructura mal habidas, la protección de Secretarios que están recorriendo los pasillos de Tribunales a la espera de sus enjuiciamientos y las sospechosas licitaciones de obras públicas integran áreas y problemáticas que dependen únicamente de él , de su personal gestión?
La primera reacción es preguntar si el Ministro De Vido acaso es consciente que está viviendo y trabajando en la Argentina en el año 2013. Porque para contestar los juicios en su contra se vale de pasajes polémicos de la transitada historia argentina para involucrar a la oposición política en un pasado turbulento en la que nada tiene que ver. ¿Que relación extraña hay entre Federico Pinedo, Hermes Binner, Patricia Bullrich, Francisco De Narváez, Pino Solanas, Julio Bárbaro o cualquiera de los líderes radicales con la batalla de Pavón? La pregunta se presta a la humorada. O a un imprescindible olvido, sin ofensas, por parte de los mencionados, que ni siquiera contestan. O quizás quiso castigar, de manera indirecta a la oposición con el criterio histórico revisionista de que pertenecen a los intereses del puerto de Buenos Aires, a la cadena de la deuda externa, a los golpes de Estado, a la masacre aplicada por el terrorismo de Estado.
Pero ¿es tan así? El peronismo, cuya defensa asume De Vido tiene bastante responsabilidad con los acontecimientos de los que se vale el titular de Planificación. Perón mismo participó del derrocamiento de Yrigoyen, se mantuvo en estado de alerta pero sin criticar en los años treinta y reapareció, como Secretario del Grupo de Oficiales Unificados en el golpe militar de 1943. Fueron los mismos oficiales que vitorearon el neutralismo argentino durante la Segunda Guerra Mundial cuando otros países latinoamericanos se plegaron a pelear junto a los Aliados y sólo le declararon la guerra a Alemania dos semanas antes de finalizar el gran conflicto armado. Esta decisión apartó a la Argentina del mundo y la cubrió de sospechas.
Que algunos dirigentes cristinistas sigan igualando a la oposición actual con la Unión Democrática que osó oponerse a Perón es no comprender ni entender los vendavales de la historia y el desgastante proceso político en la Argentina. Y asimilarlos al Proceso Militar es negar que esos políticos, hoy en la vereda de enfrente, sufrieron la misma perversa persecución que padecieron muchos militantes peronistas.
Las declaraciones del Ministro se valen de una mezcla extrañísima de hechos, personajes y estadísticas. De este modo está en el mismo camino que eligieron los integrantes del actual revisionismo histórico, muchos de ellos participantes en el Instituto Dorrego, patrocinados desde el Gobierno. De Vido, igual que estos escritores y oradores se aferran a la historia para convertirse en jueces y considerar arbitrariamente a los que no les gusta de cobardes o reaccionarios o antipatriotas. Es el ya antiguo tic de considerar traidores a quienes no piensan como uno. Un equívoco provocador y hasta perverso, que poco tiene que ver con la Historia real.