Una reciente encuesta realizada por CREA entre productores agropecuarios caracterizados por las inversiones tecnológicas que realizan y por el cuidado puesto en la sustentabilidad de la tierra, arroja que para el 66 por ciento de los consultados la rentabilidad agrícola de esta campaña será menor aún que la de 2012. La medición se realizó entre asociados a los grupos CREA, máximo exponente, desde su constitución en 1960 por un visionario como Paul Hary, de la voluntad perseverante de introducir en el campo prácticas innovadoras destinadas a elevar el rendimiento productivo. La campaña anterior se había cerrado en muchas partes del país con serias dificultades ocasionadas por la intemperancia climática. Esos trastornos se han prolongado en el período en cierre, sobre todo en vastas zonas del Norte argentino en Salta, Tucumán, Formosa, y partes de Chaco y Santiago del Estero, extendiéndose a algunas áreas de la pampa húmeda que fueron afectadas, primero, por el exceso de lluvias, y luego por una fuerte sequía en enero.
A pesar de todo, los resultados productivos de 2013 prometen ser generosos para el interés general, particularmente en soja y maíz, dado que la cosecha fina -trigo, cebada, etc. fue la más afectada por las condiciones climáticas. Pero aun así, los productores no tendrán la rentabilidad que compense esfuerzos, creatividad e inversiones y el riesgo invariable de afrontar actividades a cielo abierto, como no sucede en otros ámbitos de la producción de riquezas.
Dos factores conspiran hoy más que nunca contra el campo, según deberían saberlo todos y surge de la encuesta de referencia. Uno es la presión impositiva, que ha llegado a proporciones confiscatorias; otro, el crecimiento de los costos internos, que son desconocidos por las estadísticas oficiales en grado tan escandaloso que derivará en que la Argentina sea sancionada expresamente en el ámbito internacional. La noticia de que el grupo El Tejar, que tuvo un abanderado ejemplar en Oscar Alvarado, deja la sede de sus operaciones en la Argentina para trasladarlas a Brasil, ha sido en estos días la más elocuente expresión de las crecientes dificultades que comienzan a agravarse para la actividad agropecuaria, aun para sus más firmes puntales.
De otro tipo de sanciones ya es pasible el país, como surge de la encuesta: el 56 por ciento cree que no es éste el momento adecuado para hacer inversiones. Entre los ganaderos, la estimación de los resultados es que serán de alrededor del 73 por ciento de lo esperado, en el caso de la producción de carnes, y del 72 % en el de leche. En este último rubro se registran, de acuerdo con declaraciones aportadas al estudio, casos de alto endeudamiento.
Entre otros aspectos ilustrativos de la situación del campo, la encuesta informa que la alicaída producción de trigo sólo crecería el 1,3 por ciento en la siembra de la campaña 2013/14, pero la de cebada bajaría el 4,6 por ciento. La interferencia de la Secretaría de Comercio en diversos rubros de la producción agropecuaria ha hecho demasiados desaguisados en esa materia -en trigo, maíz, carnes, leche y ha hecho perder al país enormes recursos. No hay explicación, pues, para que no haya un cambio de rumbo inmediato y totalmente distinto en la política gubernamental.
Se explica, por lo tanto, que un grupo de legisladores agrupados en la Mesa de Consenso Agropecuario y representantes de seis partidos políticos replantearan recientemente la necesidad de producir una rebaja gradual, hasta su eliminación, de las retenciones a las exportaciones de soja, maíz, trigo, cebada, girasol, sorgo, carnes, lácteos y de productos de las economía regionales.
Su concreción no irá sólo en beneficio de los 400.000 productores agropecuarios nacionales, sino del conjunto social, afectado por el déficit comercial y fiscal y por las graves dificultades para acceder al crédito internacional. En lugar de agredir y desconocer al sector de mayor productividad y competitividad de nuestra economía, que provee el 60 por ciento de las divisas, debería comprender el Gobierno que resulta cada vez más imperiosa la necesidad de aliviar a aquél de las cargas que pesan sobre sus espaldas.
De una participación del 2,26 por ciento de las exportaciones mundiales en 1950, la Argentina descendió en 2010 al 0,48 por ciento, con una tendencia que sigue en declinación. ¿Hasta cuándo? Seguramente hasta que las banderas del verdadero progresismo, que tienen tan en cuenta el presente como el porvenir del país, derroten electoralmente al populismo enseñoreado desde hace años en el poder, pero con ramificaciones, no debemos olvidarlo, en fuerzas desorientadas de la oposición.