Cientos de miles de personas en todo el país se movilizaron ayer contra el Gobierno, en la marcha más multitudinaria desde que la presidenta Cristina Kirchner asumió el poder. En esta manifestación, la tercera en poco más de siete meses convocada por las redes sociales, hubo un fuerte rechazo a la polémica reforma de la Justicia que impulsa el Gobierno y expresiones unánimes contra la corrupción en el poder.
Fuentes policiales y hasta de la Casa Rosada coincidieron en que la marcha de ayer fue más masiva que la del 8 de noviembre, aunque la estimación del número de manifestantes se dificultó por la dispersión geográfica de la protesta.
Con la bandera argentina como principal estandarte y con cacerolas en señal de protesta, en la Capital los manifestantes se concentraron principalmente en el Obelisco y en la Plaza de Mayo. Pero, a diferencia de las dos marchas anteriores, esta vez se trasladó al Congreso, donde momentos antes el oficialismo había impuesto su mayoría para dar media sanción al controvertido proyecto para restringir las medidas cautelares.
El cacerolazo también se sintió fuerte en frente a la quinta presidencial de Olivos (esta vez no estaba la presidenta Cristina Kirchner, que poco antes había partido a Lima y a Caracas); en La Plata, que el 2 de abril pasado padeció la inundación más trágica en su historia, y en Mar del Plata, Córdoba, Rosario y Mendoza, entre otras ciudades del interior.
Al igual que las dos marchas anteriores, la del 13-S y la del 8-N, la protesta se desarrolló en paz y no hubo incidentes mayores, con la excepción de la agresión a dos periodistas de la agencia oficial Télam.
Pero esta vez se destacó la participación activa de la oposición, cuyos
principales dirigentes, salvo el jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri,
decidieron movilizarse junto con la gente y prometieron trabajar para la unidad.
En la Casa Rosada, los pocos funcionarios que permanecían allí durante el
reclamo admitieron que se estaba frente a una importante protesta popular, pero
se preocuparon por afirmar que en nada cambiará el rumbo del Gobierno. Por el
contrario, dijeron que el modelo será "radicalizado".
El otro dato llamativo fue la actitud que tuvo la Presidenta mientras se desarrollaba la protesta. De viaje a Perú y a Venezuela, donde tiene previsto asistir a la asunción del presidente electo Nicolás Maduro, Cristina Kirchner bombardeó su cuenta de Twitter con más de sesenta mensajes, pero en ninguno de ellos aludió al cacerolazo contra su gobierno.
La mandataria se refirió con una buena dosis de crítica al reciente fallo de la Justicia que favoreció al Grupo Clarín en la aplicación de la ley de medios, a las obras públicas que realiza su gobierno y al encuentro que tendría, en el Tango 01, con el presidente de Uruguay, José Mujica, quien la acompañó en el vuelo hacia Lima.
Mientras tanto, funcionarios en la Casa Rosada insistían en que, a su juicio, buena parte de la sociedad todavía apoya la gestión de la Presidenta y que, por tal motivo, profundizarán sus políticas.
En esta línea, y lejos de formular una autocrítica, el Gobierno apurará la semana próxima en el Congreso la sanción definitiva del paquete de leyes sobre la reforma de la Justicia e insistirá en ignorar el escándalo que se desató en los últimos días a raíz de las denuncias periodísticas sobre presunto lavado de dinero que involucrarían al empresario kirchnerista Lázaro Báez.
Justamente, el rechazo a la corrupción fue una de las críticas más repetidas en las miles de pancartas que se vieron en la marcha de ayer y en los cánticos que, al son de las cacerolas, unió a los miles de manifestantes volcados a las calles.
Todo servía para hacer ruido: cacerolas, aplausos, silbatos y cornetas. "¡Justicia! Justicia!", eran los cánticos casi unánimes de los manifestantes, que también entonaron en varias oportunidades el Himno Nacional.
Como en las movilizaciones anteriores, el grueso de los porteños partió de los barrios de la zona norte de la Capital -Palermo y Belgrano- para marchar por la avenida Santa Fe hasta el Obelisco, y de allí hasta Plaza de Mayo. Muchos siguieron después hasta el Congreso, donde se vio más tensión.
"BASTA"
La calle se había transformado en un verdadero torrente de personas de todas las edades, aunque se destacaba la enorme cantidad de jóvenes presentes.
El ingenio popular, plasmado en los carteles, dio lugar a las consignas más irónicas. "La plata de «La Rosadita» es de todos y todas", rezaba uno de ellos; "Los funcionarios no sólo la juntan en pala, ahora la cuentan en kilos", decía otro. Pero la mayoría de ellos repetía una misma palabra: "Basta".
"Hasta acá llegamos", era la frase predominante de un enorme cartel que se desplazaba por la avenida 9 de Julio. "¿Qué sentirían ellos si estuviesen viendo en lo que estás convirtiendo a nuestra patria?", se preguntaba otra pancarta, que llevaba pegadas los retratos de Manuel Belgrano y de José de San Martín.
Una de las columnas principales de la movilización arrancó en la intersección de Santa Fe y Callao. Allí, un nutrido grupo de dirigentes opositores se encontró con los organizadores de la marcha (en su mayoría activistas de las redes sociales) y, detrás de una enorme bandera argentina, comenzaron la caminata. Allí se encontraban, entre otros, el presidente de la UCR, Mario Barletta; Federico Pinedo (Pro), el jefe de bloque radical de diputados, Ricardo Gil Lavedra; Oscar Aguad (UCR), Paula Bertol (Pro), Carlos Brown (PJ disidente), y Gerónimo Venegas (sindicalismo opositor).
Los demás referentes opositores se manifestaron discretamente desde distintos lugares de la Capital, entremezclados en la gente. Entre ellos Hermes Binner, líder del Frente Amplio Progresista (FAP), que se mostró junto a Margarita Stolbizer (GEN) y Roy Cortina (socialista). En otro sector se la vio a Elisa Carrió (Coalición Cívica) -una de las más aplaudidas-, junto a Fernando "Pino" Solanas, mientras que Francisco De Narváez (Frente Peronista) optó por el bajo perfil junto a su esposa.
En cambio, el que brilló por su ausencia fue el jefe de la CGT opositora, Hugo Moyano, quien tampoco movilizó a su gente a la marcha. El único dirigente sindical que se hizo ver fue Venegas (Uatre), que se adosó a la oposición.
Si bien la marcha no registró mayores incidentes, hubo algunas corridas en la zona del Congreso, donde un grupo de manifestantes se trepó por las rejas hasta llegar al enorme portón de entrada del edificio, sin lograr violentarlo. Pero, en general, la marcha, al igual que las anteriores, transcurrió en paz y, antes de llegar a la medianoche, se desconcentró en forma tranquila.
La protesta también se hizo sentir en el extranjero. Cientos de argentinos se movilizaron a la sede de las embajadas argentinas con sus pancartas, todas críticas al gobierno kirchnerista. "¡Fuera ladrones!" "Queremos una Justicia independiente!", rezaban los carteles que se vieron en algunas capitales como Washington, Tokio, Sydney, Roma y Madrid.
LOS DATOS CENTRALES DE UNA MARCHA MASIVA
La convocatoria
Era la tercera vez que se convocaba a una marcha amplia por las redes sociales y, si bien no hubo cifras precisas de concurrentes, hasta el Gobierno admitió que fue más exitosa que el 13-S y el 18-N
Los lugares principales
El centro fue la Capital Federal, donde la gente fue hasta la Plaza de Mayo y después al Congreso. También hubo una gran concurrencia en La Plata, Córdoba, Mendoza y Rosario
La oposición
Una de las novedades principales respecto de las protestas anteriores fue que participaron los referentes políticos antikirchneristas, quienes concurrieron sin identificación partidaria
Los reclamos
Justicia, independencia y penalización de la corrupción desplazaron a inflación e inseguridad como los tópicos más reclamados por los manifestantes
El Gobierno
Trató de minimizar la protesta, aunque reconoció su magnitud. La Presidenta mandó una catarata de tuits ignorando la marcha