Mientras transcurría el avance de las cosechadoras por los maíces de primera en zona núcleo de nuestro país, con rendimientos que se muestran más elevados de lo aguardado, aparecía el informe del USDA.

Como sabemos, el informe establece proyecciones de la oferta, según la producción y la importación anual estimadas, y los inventarios restantes del año anterior que se ajustan conjuntamente con las proyecciones de uso. Las cifras son tomadas en cuenta por los operadores y analistas y, de esa forma, forman opiniones sobre la dirección del precio a corto y a largo plazo e influyen las decisiones de compra y venta; o directamente deciden las estrategias de comercialización.

En la hoja de balance mundial, el organismo redujo la producción estimada para la Argentina; ahora proyecta 26.5 millones de toneladas, es decir 500,000 toneladas menos que en la cifra del mes anterior.

La reducción fue menor a lo que se aguardaba y, obviamente, la noticia no ayudó para nada a sostener los precios.

Pero una mirada más realista nos diría que la cosecha finalmente va a ubicarse entre 24 y 25 millones de toneladas.

Por otro lado, sorprendió con un incremento en el nivel de stocks sustancial respecto a lo aguardado. Como si hubiese hallado escondido grandes partidas de maíz en las plantas de acopio, el USDA desconcertó a los operadores al relevar las existencias estadounidenses al 1º de marzo muy por encima de las previsiones del mercado.

De esta forma, el reporte norteamericano vino a tirar nafta sobre el fuego.

Como sabemos se está iniciando la campaña norteamericana y todo lo que suceda allí, sobre todo a partir de este momento, repercute de forma violenta en el mercado mundial ya que este país produce más del 30% del total mundial.

El USDA suele tomar en cuenta rindes de tendencia. Si se consideran los rindes de tendencia, se llega a la conclusión de que aún con un consumo más elevado, los stocks crecerían notablemente en la nueva campaña. Y de esta forma los bajos niveles del último año quedarían tan sólo en el recuerdo.

Cabe preguntarse si este escenario es el más probable de todos.

Porque, considerando las cambiantes condiciones del clima, no parece serlo.

Se habla de un rinde de tendencia para la nueva campaña que llegaría a más de 100 quintales por hectárea. Para darse una idea de lo elevado que es este número, recordemos que en la campaña pasada el rinde fue de 77 quintales; y que el promedio de los últimos años, poco más de 90 quintales.

La proyección giraría en torno a una producción para el país del orden de los 369 millones de toneladas cuando el promedio de las últimas campañas tan sólo ha alcanzado 335 millones; y el último año sólo llegó a 273 millones.

Pareciera que los números muestran demasiado optimismo porque, con tal alto nivel de rendimiento unitario, no se puede decir que contemplen la incertidumbre climática.

La pregunta es… ¿qué pasaría si las condiciones climáticas fuesen similares a las de los últimos años?

Vale la pena remarcar que si se alcanzase un rendimiento similar al promedio de los últimos años, es decir del orden de los 93 quintales, la producción sería de tan sólo 350 millones de toneladas. De esta forma, los stocks quedarían en un nivel similar al del ciclo anterior.

En tal caso, una vez terminado el período de sobreoferta procedente de Brasil y Argentina, los precios tenderían a una cierta recuperación.

Porque la demanda mundial muestra signos alentadores.