MIAMI.- Uno de los mayores interrogantes sobre el papa Francisco es si será un pontífice políticamente activo que -al igual que lo hizo en la Argentina- criticará los abusos de los gobiernos populistas en toda Latinoamérica. Algunos afirman que lo será.

Durante sus años como arzobispo de Buenos Aires y presidente de la Conferencia de Obispos de la Argentina, el nuevo papa Jorge Mario Bergoglio tuvo relaciones a menudo tensas con los gobiernos de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su difunto esposo, el ex presidente Néstor Kirchner, quien lo acusó una vez de ser el "verdadero representante de la oposición" .

Luego de ser elegido el miércoles como el primer papa de América latina y uno de los pocos que no han sido europeos, muchos observadores de la Iglesia se preguntan si Francisco tendrá el mismo impacto político en Latinoamérica que el difunto Juan Pablo II tuvo en su nativa Europa oriental en la década de 1980.

"Francisco podría convertirse en un crítico de gobiernos como los de Venezuela, Ecuador o Bolivia, del mismo modo que Juan Pablo II fue un crítico del comunismo en Europa oriental", afirma Daniel Álvarez, profesor de Estudios Religiosos de la Universidad Internacional de la Florida. "El nuevo papa podría muy bien tener un impacto político si visita esos países y dice lo que piensa, como lo hizo en la Argentina", añadió.

Rosendo Fraga, un conocido analista político argentino, me dijo que la elección de Francisco "es definitivamente una mala noticia para el Gobierno. Sus homilías, en fechas tan recientes como hace dos semanas, eran muy críticas de las condiciones económicas y sociales, así como de la corrupción en la Argentina".

Aunque los partidarios del gobierno populista de la Argentina han retratado a Bergoglio como un derechista a quien acusan de no haber defendido activamente a las víctimas de la dictadura militar de su país de 1976-1983 -una acusación que fue desestimada por la Justicia-, otros pintan a Bergoglio como un político moderado y un teólogo conservador.

Elisa "Lilita" Carrió, que conoce de cerca al nuevo papa, me dijo que Francisco "es un hombre muy abierto" a quien no se puede definir como conservador. Bergoglio toma el colectivo en la ciudad como cualquier otro pasajero, ha lavado los pies de víctimas del sida y "podría ser definido como un jesuita a quien Dios convirtió en un franciscano", dijo Carrió, refiriéndose a la humildad del nuevo papa.

Políticamente, Francisco sigue la tradición de sus predecesores recientes: critica la desigualdad social y el capitalismo rapaz. Pero tiene escasa paciencia con los gobiernos que permiten matrimonios gay, abortos, reparten anticonceptivos o crean un clima de confrontación social.

En 2009, en pleno enfrentamiento con el kirchnerismo, Bergoglio dijo que "la peor enfermedad es homogeneizar el pensamiento", e instó a "recuperar la alteridad y el diálogo". En 2010, encabezó el movimiento en contra del proyecto de ley de Cristina Fernández para permitir el matrimonio gay. "Es la pretensión destructiva al plan de Dios", escribió en una carta antes de que el Congreso aprobara el proyecto de ley.

Más recientemente, habló en contra de la polarización política del país, de la cual los críticos culpan a los discursos inflamatorios de Fernández que suenan a veces como los del difunto presidente venezolano Hugo Chávez.

Y el nuevo papa habló recientemente sobre "las emigraciones dolorosas y la falta de futuro" que sufren muchos jóvenes argentinos. Fue una crítica no muy velada de las condiciones políticas y económicas de la Argentina, que según aduce el gobierno de Fernández, son mejores que las de la mayoría de los países industrializados.

¿Llevará consigo Francisco estos mensajes cuando viaje por Latinoamérica, como hizo Juan Pablo II en Europa oriental?

Mi opinión: Probablemente el papa Francisco no tenga el mismo impacto político en América latina que Juan Pablo II tuvo en Europa oriental, por la simple razón de que está haciéndose cargo de la Iglesia a una edad mucho más avanzada. A los 76 años, es probable que el papa argentino tenga menos energías -y más problemas internos de qué ocuparse dentro de la Iglesia- que el papa polaco, quien fue electo Sumo Pontífice a los 58 años.

Pero aun si no se convierte en un activista político, el papa argentino podría tener un impacto político en América latina, si visita la región con el mismo mensaje de reconciliación nacional que predicó en su país.

Un mensaje tan simple como ése -que desenmascare tácitamente a los líderes populistas que usan un discurso de confrontación social para poder presentarse a sí mismos como salvadores de la patria y permanecer en el poder indefinidamente- sería muy positivo para toda la región.