“Quédense tranquilos, no habrá reforma de la Constitución”, aseguró la primera mandataria. “Cristina es la única candidata para el 2015”, repite De Vido en cada reunión con intendentes para repartir fondos que se sostienen en base a la emisión. El ministro no está sólo. Carlos Zannini, secretario Legal y Técnico, en un encuentro reservado con un grupo militante K, repitió algo parecido el fin de semana. “Hay que hacer una gran elección en octubre. Hay que fortalecer a Cristina para que el modelo continúe”, arengó.
La estrategia cristinista incluye por ahora tres territorios políticos clave: Buenos Aires, Santa Fe y Santa Cruz. Todos gobernados por dirigentes que el Gobierno, con matices, califica de adversarios. Daniel Scioli por querer convertirse en heredero natural de Cristina. Antonio Bonfatti por representar a un partido, el socialismo, que eleva como presidenciable a Hermes Binner. Daniel Peralta, considerado “traidor”, a esta altura, por los camporistas que boicotean su administración en la provincia patagónica.
Hay un cuarto territorio en danza donde también fluyen de modo generoso los dineros estatales sólo como reconocimiento de lealtad. José Alperovich, el cacique de Tucumán, reunió frente a De Vido a 77 intendentes de su provincia. Esos hombres embolsaron $500 millones después de asentir que pugnarán por una avalancha de votos en favor de Cristina en las legislativas que vienen.
Scioli sufre un doble embate. No recibe asistencia financiera de la Nación y está imposibilitado de destrabar el conflicto docente, que amenaza ahora con extenderse. De Vido, por encima del gobernador, ha distribuido ya entre los intendentes de Buenos Aires que le son leales mas de $1200 millones, el doble de lo que recibe la provincia anualmente –desde hace una década– en concepto del Fondo del Conurbano.
Scioli está pagando la osadía de haber confesado su sueño presidencial.
Pero el repiqueteo político cristinista no mide algunas consecuencias que podría tener en el mapa bonaerense, en un año electoral. Ese repiqueteo es, sobre todo, contra el mandatario. Aunque Cristina lo extendió el viernes pasado, en su discurso, a Sergio Massa a raíz de la inseguridad. El gobernador y el intendente de Tigre son las figuras más populares de ese territorio. Nunca se dispensaron excesiva confianza pero el tiempo de desgracia parece acercarlos.
Ambos se mostraron juntos, otra vez, durante la Fiesta de la Vendimia el pasado fin de semana en Mendoza. Amado Boudou resultó un privilegiado espectador de la escena.
Tal vez el cristinismo suponga que se trata sólo de fuegos de artificio. Y que Scioli se terminará disciplinando en octubre mansamente con el Gobierno. Los palos para Massa encerrarían otro sentido. Si no estuviera dispuesto a colaborar con el FPV, sería mejor para él guarecerse hasta el 2015 en su trinchera de Tigre.
La otra víctima es Bonfatti. El gobernador de Santa Fe asomó ayer apareado junto a Scioli en la muestra de Expoagro, en Baradero.
Cóctel intragable para el cristinismo. Los mandatarios compartiendo una fiesta con quienes amenazan colocarse otra vez en pie de guerra. Los dirigentes del campo cavilan medidas de fuerza contra el Gobierno para las semanas venideras.
Santa Fe es otro teatro de una durísima pelea desatada por el cristinismo. De Vido hizo allí lo mismo que en Buenos Aires. Alineó a 156 dirigentes, entre intendentes y jefes comunales, y distribuyó $250 millones para la hipotética realización de 333 obras provinciales.
El socialismo se resignó a ver pasar ese espectáculo.
Después de varios años de convivencia armónica (el primer mandato de Cristina), el Gobierno resolvió variar sus planes en Santa Fe. Ese cambio tuvo un mojón. Fue cuando el socialismo decidió acompañar el año pasado a la oposición en aquel documento parlamentario que resolvió trazar un límite a la reforma constitucional y la re-reelección presidencial.
La nueva idea K constaría de dos pasos. Petardear al gobierno socialista provincial, desbordado por la inseguridad y el recurrente descontrol policial, incluso en partidos de fútbol (Unión–Quilmes y Newell’s–Belgrano). Tan grave es esa situación, que Bonfatti analiza la creación de un área en el ministerio de Seguridad que se ocupe exclusivamente de la seguridad en el fútbol. Cristina pretende recuperar en octubre miles de votos peronistas que en las últimas elecciones derivaron hacia el candidato del PRO, Miguel Del Sel. Una levantada en octubre la impulsaría en el 2015 a intentar recuperar la gobernación que los peronistas tuvieron por 24 años desde 1983.
La maniobra podría calzar con su proyecto re-reeleccionista.
La renuncia de María Eugenia Bielsa a su banca provincial fue la primera señal para colocar en crisis al kirchnerismo recalcitrante que representa Agustín Rossi, el jefe de los diputados K. La reaparición de Jorge Obeid, hasta hace poco tiempo en las filas disidentes, representó un complemento.
El ex gobernador de Santa Fe estuvo la semana pasada en la Casa Rosada con Cristina. Antes había mantenido un conciliábulo con el jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, y el eterno asesor, Juan Carlos Mazzón. Obeid dijo que no se habló de candidaturas pero que había compartido con la Presidenta visiones comunes. Toda una novedad: el ex gobernador era en Santa Fe un duro crítico del cristinismo y formaba una tríada regional junto al entrerriano Jorge Busti y el cordobés José de la Sota.
Algo desconocido sucedió en un breve interín.
Bielsa dio una nueva rueda de prensa, luego de su renuncia, para aclarar que no será candidata en octubre. Que aspira a la gobernación en el 2015. Obeid respaldó públicamente esa aspiración. Son viejos conocidos: gestionaron juntos la provincia entre el 2003-2007. Ahora formarían el tándem de la esperanza para la resurreción del peronismo santafesino y, tal vez, para a puntalar la continuidad de Cristina.