Por Nicolás Wiñazki
En medio del creciente escándalo por la masacre de Once, la presidenta Cristina
Kirchner le pidió la renuncia al funcionario que está a cargo del sistema
ferroviario, el ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo. La
medida quedó en suspenso después de una intervención del cada vez más poderoso
secretario Legal y Técnico, Carlos Zannini.
El enojo de la Presidenta con Randazzo se desató hace veinte días pero se reactualiza en la semana en la que la tragedia de Once impactó como nunca antes en el Gobierno. Las disputas internas complejizan la marcha del plan gubernamental sobre una de las áreas más cuestionadas por buena parte de la opinión pública, el Transporte.
El viernes por la noche, en la Plaza de Mayo, miles de personas abuchearon a la Presidenta en el acto por el primer aniversario de Once. Un día antes, tras varios meses de no haber tocado en sus discursos el tema, la mandataria les mandó un mensaje público a los familiares de los 52 personas que murieron en el choque ferroviario más importante de las últimas tres décadas: ellos consideraron después que esas palabras fueron “hirientes”.
La relación de Randazzo con la Quinta de Olivos entró en una fase crítica. Desde hace varias semanas, frente a diferentes audiencias, incluso en reuniones políticas numerosas, el funcionario expresa opiniones muy negativas sobre el Gobierno nacional.
La Presidenta se molestó tanto con él que hace 20 días le ordenó al jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, que le pida la renuncia. Según pudo saber este diario, Zannini frenó el pedido de renuncia a Randazzo: “La Presidenta está enojada, pero ya se le va a pasar”.
Randazzo sigue hoy en su puesto a pesar de que está incómodo con varias de las políticas oficiales. Por ejemplo: suele describir al estilo de conducción presidencial como demasiado cerrado y confrontativo.
El viernes, el ministro fue más conciliador con los familiares de las víctimas que el resto de los funcionarios: “El Gobierno está colaborando para que la Justicia llegue a las últimas consecuencias”,dijo.
Hace seis meses, Randazzo había ampliado su poder interno cuando la Presidenta trasladó a su ministerio el área del Transporte. A pesar de darle esas nuevas atribuciones, el funcionario no pudo designar a un dirigente de confianza al frente de la secretaría del sector, al mando de Alejandro Ramos, designado por quien él considera que es su jefe político, el ministro de Planificación Julio De Vido.
La relación entre Randazzo y Ramos es muy distante y está influenciada por la desconfianza. En enero, Ramos y la ministra de Industria, Débora Giorgi, encabezaron un acto para anunciar un plan de sustitución de importaciones del sector ferroviario. Randazzo no estaba.
El ministro además empezó a hacer público una disidencia que impacta en el corazón de la Quinta de Olivos: confronta cada vez más con Amado Boudou.
No importa que esté en una playa frente a turistas desconocidos o en un encuentro privado con compañeros de militancia: el ministro no oculta lo que piensa sobre el vicepresidente. “Es impresentable”, repite.
Paradoja: esa disputa interna quizás sea una de las causas de su permanencia en el Gabinete. Ocurre que su aliado Zannini comparte la posición crítica respecto al vice, aunque la difunde con discreción, una de sus cualidades.
A pesar de que ministro del Interior, y de que tiene a cargo la Secretaría de Asuntos Municipales, Randazzo quedó relegado del armado electoral en la provincia de Buenos Aires, que el Gobierno vehiculiza a través de los intendentes del distrito. La última reunión con jefes comunales bonaerenses fue encabezada por Boudou.
Hace 15 días, el ministro recibió en su despacho a un importante dirigente del PJ. Llevaba un largo rato de monólogo cuando su interlocutor lo frenó, sorprendido por lo que estaba escuchando en un despacho de la Casa Rosada: “Flaco, ¿no tenés miedo de que acá en tu oficina haya micrófonos?”.