El consumidor ya se dio cuenta que los controles de precios no solucionan su problema y ha asumido que lo único que sirve es la actitud que toma cada uno al no comprar, comprar menor cantidad u otro producto que lo reemplace, porque es la única reacción posible para que los precios se equilibren entre la oferta y la demanda hasta que aumente la producción. No estoy afirmando nada nuevo: fue la recomendación que hizo la Presidente de la Nación hace 15 días por cadena nacional.
El gobierno con esta medida antiinflacionaria es como pretender tapar el sol con las manos, mientras frena la capacidad de producción del sector agropecuario, que tiene la mejor solución para abastecer el consumo en tiempo y forma. La exigencia del gobierno ahora es que ningún precio debe ser superior a los publicados por el Indec. Por eso dispone otra medida arbitraria de prohibir a los empresarios de los supermercados que hagan publicidad en los medios independiente de circulación nacional. Quieren que todos sean socios en sus mentiras.
Los consumidores han dejado de creer en los precios máximos ante el rotundo
fracaso de los mismos: porque los productos con precios acordados se acaban
en los primeros días; porque pagan el mismo precio por menos cantidad de
productos o por un producto de inferior calidad; porque al final terminan
consumiendo productos más caros ante la escasez general provocada por la misma
política. A una semana del acuerdo ya está ocurriendo. Es la consecuencia
lógica a este tipo de medida. En la actualidad, y dentro del mundo globalizado
que demanda una gran cantidad de alimentos, nadie con sentido común puede
desconocer las consecuencias, en general, para la economía del país y, en
particular, para el consumidor, al mantener estas políticas que ya fracasaron
cuando un país pretende vivir sólo con lo nuestro como lo hace este gobierno y
sus empresarios amigos castigando al sector agropecuario con las políticas
implementados para defender la mesas de los argentinos.
Ocultar la inflación y deformar la realidad ya está demostrado que ya no
convence a nadie. Los trabajadores y dirigentes hoy discuten salarios para
una inflación del 25% y que proyectada seria del 35% en el 2013 por una emisión
de más del 40% del circulante. Quieren discutir paritarias cada semestre, algo
de olfatos tiene estos los viejos dirigentes sindicales. El gobierno quiere un
tope de salarios del 20% y este nuevo control de precios es un argumento para
que todas las entidades sindicales acepten como tope en las paritarias en los
próximos 60 días. A esta altura del relato y la realidad, ningún dirigente come
vidrio, ni los mismos oficialistas.
La actual inflación crónica y muy alta, no se corrige con medias aisladas, con un cambio de moneda o con alguna otra falacia económica. Se necesita blanquear el Indec, reconocer la inflación y poner en marcha un plan económico integral ejecutado por un equipo profesional nuevo creíble para poder salir de la actual crisis, lo cual es muy factible si hay capacidad de rectificar el rumbo y cambiar, ante el actual escenario internacional para el país.
Mientras esto sucede el gobierno con sus políticas sigue promoviendo una mayor demanda como estrategia electoralista, que incentiva un mayor aumento de los precios, porque la producción de bienes no crece para atender esa mayor demanda generada, con mayor producción al no haber previsibilidad para las inversiones y el aumento de las producciones.
Pero lo más grave con la implementación de esta política es que termina subsidiando a los ricos mientras hay 10 millones de habitantes que no tienen cubiertas las condiciones mínimas de alimentación (muchos de los cuales son niños, quienes se les hipoteca su futuro porque se limita su capacidad de educarse). De este 25% de nuestra población, muchos no comen carne y otros alimentos básicos, razón por la cual no les interesa el debate por la inflación. Le interesa si pueden comprar los alimentos indispensables para su familia. Para ellos la única verdad es la realidad de lo que ocurre diariamente en los supermercados.
Los pobres viven diariamente angustiados por la suba de los precios por culpa de la inflación. Cuando trabajan y cobran un sueldo, más del 90% del mismo es para comprar alimento Están acostumbrados a remplazar los alimentos en forma diaria cuando suben los precios ya que no le alcanzan sus ingresos para especular. Todas las políticas y actitudes de la dirigencia están pensadas y diseñadas para atender la clase media-baja hacia arriba que tienen un voto racional y se olvida de lo que realmente necesitan el apoyo del estado.
Ante esta situación incontrastable de la realidad el país no puede desaprovechar esta situación inédita que nos presenta el mundo. Ello debería ser motivo suficiente para destrabar toda la capacidad de innovación y producción de alimentos de todos los empresarios emprendedores del complejo agroindustrial, para que puedan exportar al mundo la mayor cantidad y calidad de alimento a todos los mercados, sin ninguna ideología: se trata de la única y más efectiva receta que tienen los países en el siglo XXI para poder abastecer el mercado interno en forma permanente y sin grandes picos de precios.
Simultáneamente a una apertura del mercado para poder exportar, es fundamental -para atender las necesidades de los pobres que necesitan el apoyo del Estado- crear un Padrón Nacional de necesitados e indigentes para implementar un sistema de ayuda por el cual cada uno recibe el subsidio en forma directa, por medio de una tarjeta electrónica.
Es lamentable que en ninguna propuesta de la oposición se escuche una idea concreta -como la que estoy proponiendo- para solucionar esta dicotomía que sufre el país hace tantos años. Me lleva a pensar que el 90% de la dirigencia ha asumido que los precios internaciones no pueden ser lo internos y, por este motivo, terminan justificando las políticas actuales de sustitución de importaciones
Yo estoy convencido de que hay otro camino a recorrer para terminar con la inflación como lo proponga más arriba, y con más razón, en el actual contexto internacional de demanda de alimentos, en el cual la Argentina debería tener con urgencia un proyecto de producción, transformación y exportación estratégico planificado para su desarrollo a largo plazo, basado en el complejo agroindustrial y los otros sectores de la economía que le permita achicar la brecha entre pobres y ricos “produciendo alimentos en calidad y cantidad para todos.”
Por Arturo Navarro - exclusivo para Agrositio